jueves, 27 de diciembre de 2012

La niña pescadora.

Una niña pescadora
con su red se fue a pescar
donde descansan las olas,
en la orillita del mar.

En la cabeza un pañuelo,
en el talle un delantal
y en la cara lleva rosas
con destellos de coral.

Echa la niña las redes
sobre las aguas de sal
y la corriente las mece
como en un juego naval.

Cuatro peces ha encontrado
cuando las viene a sacar
y una blanca caracola
que entre ellos fue a parar.

Acercándola a su oído
un rumor cree escuchar,
piensa que dentro hay sirenas
que no dejan de cantar.

Lleva la niña a su casa
ese regalo sin par
y su madre le reclama:
llévala, niña, a su mar,

que las sirenas son almas
y solo pueden estar
bajo las aguas azules;
no las podemos guardar.

Y la niñita, apenada,
la vuelve al agua a lanzar
donde lanzaba sus redes,
en la orillita del mar.

Veinte años han pasado
en su rostro y en su hogar
y la joven, aún pescando,
con papá se ha ido a embarcar.

La calma vira a tormenta,
el viento leva la mar.
La muchacha cae al agua.
De poco sirve nadar.

Hasta el lecho submarino
su cuerpo ha ido a parar
pero acudiendo a su encuentro
de ella empiezan a tirar

cinco sirenas preciosas
que no dejan de cantar.
Y nadando la devuelven
en la orillita del mar.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Dicha y virtud.

Me hallo ante un dilema, señor mío,
pues antes de veros, ya os amaba,
érais presencia de un delirio que porfío,
de un querer que sin serlo, yo cantaba.

Pedíale a una margarita mi destino,
robándole sus pétalos, confiada,
esperando una respuesta, un desatino,
de dudas, la flor no me sacaba.

Y ahora que os he visto ya comprendo
cuál es la dimensión de mi existencia;
he nacido para amaros, aún sabiendo,
no ser correspondida, mi sentencia.

Mas mi dicha, a la vez, es conoceros,
y si he de presumír lo haré sabiendo,
que mi única virtud, es la de amaros.




jueves, 22 de noviembre de 2012

Que alguien me lo diga.

Lo quiero como al aire que respiro,
sin darme cuenta que tan dentro de mí llegara;
me he acostumbrado a nombrarlo entre suspiros,
y entre silencios que para mí, ya son palabras.
 
Y lo he forjado a fuego vivo, candela clara,
razón inquieta, -logaritmos del corazón-,
iluminándome con su presencia cada mañana
y al mismo tiempo, entiendo menos la solución.
 
Que alguien me diga,
-si es que lo sabe-,
¡que alguien me diga!
-por compasión-,
cuál es el códice,
cuál es la clave,
¡cuál es la regla del buen amor!
 
 
 


viernes, 16 de noviembre de 2012

En orden y concierto. ( Cuatro estaciones).

Engástate en la primavera, en su color,
circúndate del aire que trae rosas,
en el revuelo de las aves primorosas
y en este azul que ahora es todo resplandor.
 
 
Sumérgete en la pausa del estío,
¡que entonen las cigarras sus canciones!,
que luzca el sol radiante con su brío,
acérrimo candíl de mil fulgores.
 
 
 
Espira Eolo, ¿qué murmura?,
indómito va abriendo paso entre las hojas
que, danzarinas, le acompañan con mesura,
al tiempo que lo hacen luz y horas.
 
 
Caen plumas de los ángeles dormidos,
y aleluyado por el fuego de la hoguera,
el bosque verde huye en alba piel de armiño,
mas tornará en foresta arpada en primavera.
 
 
 
 
 
 
 
 


miércoles, 14 de noviembre de 2012

A un poeta amigo, Juan Mendiño.


No me llames poeta.

No me llames poeta,
sólo soy una mujer, que a veces,
sangra por los dedos las heridas del corazón.
No, no me llames poeta porque cante al amor,
son los besos que caen de mis labios
dejando en papel  huellas de ilusión.
No lo hagas porque en un anciano vea
a un niño en un hombre mayor,
ni porque vea en el niño un volcán de vida en erupción
y en sus ojos, brillos de luna y sol.
En las aves libertad,
fuerza contenida en el mar,
en la lluvia, campos bebiendo,
o en las montañas, dedos acariciando el cielo,
no lo hagas por que...
cuando me falte la palabra, ¿quién seré?,
cuando me olvide el amor,
o el desencanto me venza
con ello, morirá la poeta.
Y aún viviré yo.
Ahora, déjame volver al amor,
pero no me llames poeta,
 mi poesía..., eres tú.





martes, 13 de noviembre de 2012

Caricias.

 
Hoy os mando una caricia,
entre un beso y una flor,
es mensajera la brisa
y ha de entregárosla el sol.
 
Recogédla en vuestras manos,
sin ninguna condición,
mi corazón, no en vano,
sabe cuál es la razón.
 
Mi caballero galante,
no es difícil querer a vos,
más, teniendo la luna delante
¡cuán lejos estamos los dos!.
 
 
 


miércoles, 24 de octubre de 2012

Momentos cotidianos, especiales.

A estas alturas de noviembre el sol se ha vuelto perezoso. Agotado tras el intenso verano, no se despierta hasta bien pasadas las ocho de la mañana, en cambio, aquel pequeño, como tantos otros, se apresuraría a guardar su pijama bajo la almohada;. es tiempo de colegio.
En la parada del autobús pude verlo, con su abriguito azul, su mochila con ruedas, donde probablemente, junto con los lapiceros y el cuaderno de sus primeras letras y cuentas, guardaría el bocadillo para el recreo. Iba peinado con la raya a un lado y olía a fresca colonia, que cuidadosamente, su madre la habría puesto.
Hacía frío en la calle, la humedad de la noche había cubierto la calzada con una alfombra brillante de lluvia silenciosa. Las farolas que alumbraban la noche, aún aguardaban al sol para el cambio de
guardia.
Aquella mañana me costó levantarme más de lo habitual, se estaba tan bien arrebujada entre las cálidas  sábanas de franela, que era un despropósito abandonarlas. Lo hice de mala gana..., otro día de trabajo. Salí a la calle con paso forzado, enfundada en mi abrigo azul y con las llaves del coche en la mano, intentando recordar dónde lo dejé aparcado la noche anterior y  fue entonces, cuando ví al pequeño abrigado de mi mismo azul. Pensé toda la mañana en él, merecía el sueño mucho más que yo, y en cambio, allí estaba, con sus manos amparadas en los guantes, la bufanda abrigándole el cuello y su carita llena de ilusión esperando el autobús.

jueves, 18 de octubre de 2012

Mi Bandido.

Era mi perro Bandido pobre en miedos. Se codeaba con las más altas razas dentadas y con las más bajas nerviosas, de ahí nació una pandilla canina compuesta por tres miembros, contándole a él.
Todas las mañanas que salía el sol, un dúo de ladridos tocaba diana en el zaguán de mi casa. Él, desde el patio, respondía a aquellos sonidos guturales con otro largo, al tiempo que alargaba las uñas rascando la puerta. Pedía así libertad, libertad que todas las mañanas le era concedida.
Salía en volandas, cual Pegaso enano, cruzaba la casa esquivando los muebles con una destreza digna de un lince. Llegaba a la puerta de la calle, frontera que lo detenía, y allí, lo dejaba estar unos minutos; me hacía gracia ver los saltitos que daba hasta asomarse por la ventana, que se abría, de la mitad de la puerta hacia arriba. Seguro que de no haber sido perro hubiese sido saltamontes.
En la calle lo esperaban sus amigos, un pastor alemán vestido con un abrigo marrón y negro, rubio entre las orejas y en la cola, y el otro, un perro que defino como pequeño y de indefinida raza. Este segundo era inquieto y llevaba una gabardina negra, tenía la cara muy pensativa y unos dientes dispuestos a ejecutar ese mal pensamiento, lo delataba su mandíbula inferior, asomada en todo momento por la boca. Tal vez, era una sonrisa disuasoria...
El caso es que aquel trío se llevaba estupendamente bien y calle arriba, los veía perderse a saber quién sabe dónde.
Supe por una vecina, que una de sus rutas era el mercado ambulante de los viernes. Los encontró por allí, entre los puestos de flores y verduras, de pan y salazones, a los tres, en fila india entre el tumulto de la gente.
Cuando regresaba a casa el grupo había aumentado en tres o cuatro miembros, sí, era muy sociable. Allí se disolvían y cada cuál, tomaba su rumbo.
Bandido pidió su nombre. Era blanco como una nube, salpicado aleatoriamente de manchas negras, dos de las cuales, fueron a caer justo encima de sus ojos y orejas. De ahí que, como llegó al mundo puesto de antifaz, así le llamara. Sus ojitos eran de charol, pequeños como botones y vivarachos como una lengua que en lugar de hablar, pestañea.
Nunca se enfadaba, no gruñía a desconocidos; como defensa no hubiese sido la mejor, pero como compañero fiel, no tenía par. Ahora, eso sí, su nombre, más que hacer honor a su pinta, lo hacía a sus fechorías.
Un día lo llevé a la peluquería canina, allí quedó entre temblores nerviosos y manos extrañas. Quedé en recogerlo pasada una hora y me marché. Dos calles más abajo..., Bandido a mi lado...¡qué bandido!..., se escapó puesto de bozal y a medio pelar.
Tardé una eternidad en poderlo coger, y eso con la ayuda de una señora que me conocía y se apiadó de la burla que se traía conmigo. Yo lo llamaba y él, obediente, venía, pero una vez iba a echarle el guante, escapaba a la acera de enfrente y desde allí me retaba.
La peluquera se excusó cuando fuí a devolverle al cliente..., yo lo imaginaba, lo imaginaba...
En otra ocasión fue Lola, la floristera, la que vino a pedirme cuentas.
Dijo que mi Bandi había tenido relaciones amorosas con su perrita..., yo, qué puedo hacer- le dije- ¡nada!, -dijo ella-, pero ya sabes que compartiremos camada, vete preparando.
 Milagrosamente sólo nació un perrito, que quedó con la madre.
Tantas cosas contaría de Bandi  como tantas otras no puedo contar porque él nunca me las contó.
 Diecisiete años dan para mucho en un perro. El, ya no está,(...).  Como última fechoría se llevó su alegre compañía.
 Nunca tendré un perro igual.


María José.

sábado, 13 de octubre de 2012

A veces..., siempre.

A veces soy ola, crecida y rabiosa,
que llega en volandas surgiendo del mar,
una onda lanzada que se estrella en la roca,
y una vez rota, vuelve a callar.
A veces soy astro, lejano y perdido,
que desde el silencio sólo puede mirar
las manos que arañan, los labios mordidos,
las mentiras pardas y el mar frente al mar.
Pero siempre, puedo ver la terneza
de las palomas zureando en el palomar,
la limpia y eterna pureza
del niño naciente, que gime al llegar.
Y sé que todos los ojos
por tristes que sean,
 no quieren llorar.




viernes, 12 de octubre de 2012

Cosas de hombres buenos.

Marchó Fermín al monte a buscar leña. Llevaba  apoyado en el hombro el machado y su perro, Cuco, un pointer color canela, lo acompañaba.
Las brumas del amanecer ya se habían disipado y el frescor que emanaba de la tierra húmeda, parecía lavarle la cara a los árboles, que se mostraban de un intenso verde y el musgo, de un brillante color.
El era un hombre recio, más que de cuerpo, de espíritu. El campo y aquellos fríos lo habían curtido y los avatares de la vida, le habían dado la última capa de imprimación a su carácter.
Subió la empinada cuesta que le conducía al lugar dónde las hayas más secas, podrían servirle de alimento para la hoguera. Desde aquella altura se divisaba la parte trasera de su casa donde, recogidas entre las blancas vallas, pastaban sus cinco vacas lecheras  como reinas de un jardín.
Cuco adelantó su paso., husmeaba por todos lados volviendo la vista de vez en cuando hacia su dueño.
Escuchó Fermín un silbido lejano, -`por ahí anda Amancio-, pensó, y le contestó con otro similar. No se necesitaban muchas voces en aquel lugar, ni entre ellos, su código morse lo tenían muy bien aprendido porque, nunca mejor que en aquel lugar, las palabras se las lleva el viento.
Diez minutos más tarde, los dos amigos se encontraron en el mismo punto.
  Con tu perro no hay forma de pasar inadvertido,- dijo Amancio-,  he sabido que estabas aquí por él, ¡pues no será que me ha detectado!..., buen perro este tuyo.
Amancio llevaba una escopeta en la mano, iba en busca de alguna liebre que echar a la cazuela, así que, los dos juntos, continuaron el camino.
¡Mira, por allí se ve una!- le avisó Fermín. Amancio, sigilosamente, se fue acercando apuntando con el arma y se escondió tras un arbusto; cuando la tuvo a tiro, disparó.
Mala suerte, por que se escapó como alma que lleva el diablo, sin embargo, lo que encontró entre aquellas hojas espinadas fue una ardilla. Debió caerse del árbol, apenas tenía pelillos en la cola, andaba más destartalada que el plumero de una limpiadora compulsiva. La recogió de entre la broza, aquel cuerpecito temblaba como un flan.
Esta se la llevo a mi nieta, -dijo Amancio- al mismo tiempo que la introducía en el zurrón que llevaba colgado al hombro. Seguro que en dos días la repone, aquella chica, no he visto más que le gusten los animales. Cada vez que tengo que matar un pollo, no te puedes imaginar el drama..., no sé a quién le habrá salido, por que comer, hemos de comer, ¡qué chiquilla!. Hoy le voy a dar una alegría.
Al cabo de un rato, cada uno  de ellos tomó un camino diferente, no sin antes acordar en verse por la tarde para tomar un café.
 
Los ojos de Alicia no cabían en su cara, ni su sonrisa tampoco, cuando vió la ardilla que le trajo el abuelo.
-¡Mira enfermera!, aquí te traigo un paciente que necesita tus cuidados.
La niña la cogió entre sus manos, apropiadas al tamaño de la ardilla y le buscó una jaula donde ponerla. Le colocó una tacita con agua y otra con avellanas, cubrió el fondo de la jaula con un jersey viejo, para que no tuviera frío, y la colocó junto a la ventana para que le diera la luz y se alegrara.
Cada diez minutos pasaba revisión.
- No debes tocarla mucho, Alicia.
- No abuelo, sólo la estoy mirando, pero cuando se ponga buena y pueda tocarla, le voy a peinar la cola para que se vaya bien guapa al bosque.

Por la tarde, se encontraron los dos amigos. Fermín se acercó a la casa de Amancio y allí estuvieron tomando café y hablando de sus cosas. Le preguntó por la reacción de la chiquilla con la ardilla y Amancio le dijo:
- Allí la tiene, adorándola, mira ven y verás el albergue que le ha preparado.
La niña no estaba en aquellos momentos, había ido con su madre al pueblo.
Fermín se acercó a verla y se dió cuenta de que la ardilla había muerto. Se miraron los dos, coincidiendo en pensamiento,
- Venga, vámonos a ver de qué manera arreglamos esto.
Los dos amigos, marcharon de nuevo al monte con el animalito dentro de una bolsa. La dejaron al pie de un árbol y se dispusieron a buscar otra; aquello era como encontrar una aguja en un pajar.
- Estate atento porque yo, por más que miro, no veo y cuando veo, no la puedo coger.
Así que, allí andaban los dos como un par de furtivos de ardillas.
-¡ Válgame el señor, Amancio!, ¿no sería mejor ponerle un pollico?, tengo siete que acaban de nacer.
- ¿Tú te crees que mi nieta es tonta?, ¡anda, mira bien que...!.
-¡Ahí se ve una!, - y se subió con un trapo en la mano que le echó por encima a la ardilla.
Trapo, ardilla y Amancio, se hizo todo uno al caer al suelo.
- Ay, ay -masculló-,¿ la he cogido?, ay...
- Sí, está aquí pero, ¿cómo estás tu?
- Creo que me he roto un dedo, ya lo veremos luego, ahora vámonos antes de que lleguen ellas.

 Colocaron la ardilla en la jaula.
 Vamos al médico que tiene que mirarte ese dedo, -le aconsejó Fermín-.
Ahora, cuando venga la niña vamos, deben de estar a punto de llegar.
Escucharon abrirse la puerta. -Ahí están.
Alicia, evidentemente, lo primero que hizo al llegar fue ir corriendo a la habitación a ver a la enferma.
Alicia, enséñale la ardilla a Fermín, que quiere verla, -dijo su abuelo-
La niña llegó con la jaula en sus manos y sus exclamaciones de alegría, borraron por completo el dolor de aquellas falanges rotas.












martes, 9 de octubre de 2012

¿ Que por un garbanzo no se pierde un cocido?.

¿ Que por un garbanzo no se pierde un cocido?
Puse la olla a hervír con los ingredientes correspondientes para el cocido, o sea se, los muslos de pollo, las patatas, las verduras, un trozo de ternera, el chorizo y la morcilla y a continuación, los garbanzos.
Todo estaba en su lugar en aquel estado de ebullición, pero un garbanzo me la jugó.

Algo debía tener, (estoy segura que fue él), porque ya su extraño color me dió algo que pensar; pero una que es algo distraída, lo perdió de vista en el momento de la ofrenda al recipiente.
Al destapar la olla, tras un extraño sonido, comprobé que el pollo coceaba a la zanahoria, el puerro muy cortés, intentó defenderla, pero salió despedido por la embestida del apio. Debe ser que apio y pollo ya eran amigos desde la granja.
El chorizo se sobresaltó al recibír un empujón de la patata y creyendo que había sido la morcilla...la estranguló con su hilo.
Mientras tanto el resto de garbanzos como siempre, jaleando.
La ternera estaba sobrecogida por aquella turbulenta situación y su cuerpo se estremeció tanto, que quedó más dura que una piedra.

Tanta presión se concentró en aquel lugar, que la tapadera salió despedida y, cual lava de un volcán, se hizo el caos en mi cocina.

¡Ay Señor! y aún dicen que por un garbanzo no se pierde un cocido...

viernes, 5 de octubre de 2012

Recordando a un noble hidalgo.

Que me perdone Cervantes
por traer a Don Quijote
a estas tierras de Levante.

Pasó gran caballero,
una vez, por estas tierras,
andaba con fiel escudero,
a vos, os cuento en leyenda.
Entró con paso templado
por donde se abre la puerta
de esta tierra salinera que,
si acaso tiene huerta,
si acaso molinos tuviera,
no son más que blanca yerba
y el Levante en mar abierta.
Pidió el noble señor,
en la noche, cama y vianda;
para hidalgo y servidor
dieron sábanas de Holanda.
Y soñó el gran soñador
con su amada Dulcinea,
creyó haber oído su voz
en el arrullo de la marea.
Levantóse noble Quijote
siguiendo el perfume a brea,
y detrás, buen Sancho, a trote,
lo siguió hasta la arena.
-¡Sancho!, ¿no oís esas voces
que cantan?, ¡es Dulcinea!,
¿O será la mar que, en la noche,
está muriendo de pena?
¡He de ir en pos della,
vive Dios que no habrá nadie,
que a causarle daño atreva!;
si es la mar, que con el aire,
están juntando sus fuerzas,
¡soy caballero amante!
y no habrá quién me detenga.
Cuando las olas cubrían
más allá de su cintura,
se apagó la melodía,
y se encendió su cordura.
-¡Mi señor, volved a tierra,
regresad pronto a la arena!,
no es la voz de su doncella,
son romanzas de sirena
cautivando a los marinos,
en noches de luna llena.

Con prístino rayo de alba,
partieron los dos cabalgantes
hacia tierras de La Mancha,
dejando atrás el Levante.


María José.







jueves, 4 de octubre de 2012

Poema para un adios.

Si faltas tú, yo, ¿qué haré?,
¿a quién mis rimas de amor
cantaré?
 
Si la sed consume mi ser
y tu dulce agua no hallo,
¿adónde iré a beber?.
 
No te vayas, amigo,
no se pierda tu río en el mar,
si tu me faltas,
¿adónde te iré a buscar?.
 
 

domingo, 30 de septiembre de 2012

El calor de un beso.

Brilla el sol, pero en mi corazón hay frío,
es un hueco conquistado por la ausencia,
una rosa adormecida, sin esencia,
es un árbol, con un nido vacío.
Y este nudo que atraviesa mi garganta
sólo puede ser soltado por tu boca,
por el beso que me ofreces en la copa,
de tus labios, que en mi boca se decanta.

viernes, 28 de septiembre de 2012

El puerto de mi nostalgia.

Me empujan vientos de nostalgia hacia tu puerto,
ellos me invitan a adentrarme en tu bahía,
mis velas blancas, ajustándose a ellos, viran,
y esta barquita toma el rumbo de tu encuentro.
Pero, olas grandes, sotavento, me refrenan,
hay tormentas que detienen mi partida
y en el mar de su deseo pierde el rumbo,
esta barca, que navega a la deriva.



martes, 25 de septiembre de 2012

Una de fiestas patronales (III parte)

Ya por la noche, nos instalamos en un hotel que se ajustaba bien a nuestro presupuesto. Bueno, en realidad, ajustamos nuestro presupuesto a él, porque la habitación doble costaba cuarenta y cinco euros. Pensamos que era un derroche gastar tanto dinero en sueño así que, decidimos coger solo una.  La historia era cómo entrar los seis sin que el recepcionista nos pillara, y ahí salió el ingenio de las chicas:
Nos registramos Miguel y yo. Pepe, David, Martina y Ana entraron como comensales al restaurante incorporado. Para ello, no hacía falta ser huésped del hotel, era la entrada libre para todos.
Nosotros les avisamos por teléfono en qué habitación estábamos y ellos, después de tomarse una coca cola, subieron.
Juntamos las dos camas, ya cabíamos cuatro apretaditos, (pero no más que en el Corsa), y con las colchonetas de la playa que trajimos del coche, junto con unas mantas que encontramos en el armario, se arregló el asunto.
Si no fuera porque David tenía magulladuras por el porrazo de la corrida, le hubiésemos dejado dormír en la cama, pero, me acordé que mi madre, una vez que estaba condolida de un lugar parecido, se sentaba en un flotador. Así que le recomendé la cama de aire, sería más beneficiosa para él.
Muy temprano, salimos. Eran las siete de la mañana y nos fuimos a la Diana. La Diana es un pasacalles que sale al rayar el alba con banda de música incorporada, el alma de la fiesta (junto con nuestros petardos); así que ¡a desayunar pólvora!.
Anduvimos despertando con alegría a todo parroquiano y a eso de las nueve y media, desembocamos en la plaza de la iglesia. Allí ¡otra alegría!, había churros con chocolate para todos, agasajo por parte del ayuntamiento local, ¡qué majos!. También había previsto un concurso de paellas, cosa que no nos íbamos a perder, pero eso sería más tarde; ahora tocaba visitar a la tía abuela de Ana.
Esta señora vivía en una casa antiquísima, era tan antigua, que el camino que llevaba a ella ni siquiera estaba asfaltado y como nos pillaba algo lejos, estaba en las afueras del pueblo, decidimos ir en coche. Atravesamos un camino entre huertos, olía..., pues a eso, a campo vivo. Quiero decír que en el campo también viven los animales, concretamente, estas eran vacas, el olor a metano, según Pepe que estudia química, las delataba antes de ser vistas.
El chaval estaba de antojo, le dió por enguizcarnos para que parásemos a coger naranjas. Con la excusa de que había tantas..., quién se iba a dar cuenta de unas pocas menos. Miguel le dijo que eso se hace de noche, no a plena luz del día, pero nada, al final nos detuvimos en una curva y con la promesa de que tardaba dos minutos, echó a correr. Mientras tanto, los compinches esperábamos con el motor encendido y en primera, esperando en la parrilla de salida el tres, dos, uno... (si al final, vale más comprarlas en el súper que pasar estos nervios).
Mucho tardaba, quince minutos, algo debía haber pasado.
Bajamos David, Miguel y yo en su busca. Nos metimos entre los naranjos llamándolo, primero con voz bajita, pero después a vozarrones. Pero nada, sin rastro de Pepe.
En esto, escuchamos ladrar a unos perros y cuando miramos en su dirección, vimos a un hombre que se acercaba con cuatro pastores alemanes, dos a cada lado, y una bolsa (supusimos que de naranjas) en la mano. Nos dijo que fuéramos a la balsa, que allí estaba lo que buscábamos.
Y allí estaba Pepe, nadando cuál ánade...,¡vaya estampa!.
-No tuve otra escapatoria, era esto o morír en las mandíbulas de esa jauría- , decía con una voz que reverberaba por toda la huerta.
Le ayudamos a salír del agua, el hombre de los perros también, y la chicas.ya impacientes (normal,  había pasado más de una hora) vinieron a ver qué ocurría
-¡Ana!..., ¡tío!...
Me recordó al encuentro con mi madre en la comisaría.


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domingo, 23 de septiembre de 2012

Una de fiestas patronales ( II parte )

Al final, no fue tanto como esperábamos, sí , bueno, el susto no nos lo quitó nadie, aquella tarde en la comisaría no fue plato de buen gusto. Nos multaron, me multaron, porque supuestamente, era el responsable de llevar a Miguel en el maletero.
Los petardos ni los tocaron, así que, cuando salimos de aquel lugar nos dispusimos a continuar nuestro plan de fiesta patronal.
Si nos dábamos prisa aún llegábamos a la suelta de la vaquilla.
Volvimos nuevamente al coche para irnos a Callosa, excepto Miguel, a él lo acercó su padre más tarde, cuando acabó su servicio.
Las calles de este municipio son muy empinadas, ese pueblo crece en la falda y ladera de una sierra. Frente a él se abre un esplendoroso valle lleno de huertas de naranjos, limoneros, almendros...,así que, cuesta arriba, con la mitad de las calles cortadas al tráfico y en primera, a buscar aparcamiento.
Todo estaba ocupado,  las plazas reservadas para minusválidos ocupadas, que por cierto, allí me enteré de que mi primo Jaime, el fultbolista, tenía alguna minusvalía porque su coche allí estaba, in situ, en una de ellas. Vimos una libre, pero no quisimos aparcar en ella, somos petarderos, pero respetuosos.
Al fin ¡un milagro!, San Roque escuchó nuestras súplicas, y las del motor también, ya estaba el termostato a más de ochenta grados. ¡Aparcamos!.
La banda de música se escuchaba por allí y los cohetes dejaban señales de humo de por dónde iba, así que, todos para allá: David, Martina, Ana, Pepe ,el Opel Corsa del 89, que mi padre me dió como herencia anticipada cuando me saqué el carnet de conducír y yo, propiamente Gustavo, somos el equipo festero. Bueno, falta Miguel, que llegará con el Volswaguen del 2010 que conduce su padre.
Hechas las presentaciones, continuamos con nuestra búsqueda y captura de la banda de música.
Un olorcillo a morcillas asadas y choricejos nos distrajo del humo de los cohetes, y cambiamos un rastro por otro; nos fuimos primero a repostar a la cocina móvil de "bocatas a un euro".
Las chicas decían no tener hambre, pero contradictoriamente, hasta se zamparon un gofre de chocolate de postre... ¿hay quién las entienda?.
Bueno, con la "faltriquera" llena, a buscar la banda, pero ésta ya se había recogido.
No importa, ¡nos esperaba la vaquilla!.
Aquello si que era una plaza bien hecha, ni los romanos, hombre. Era una especie de anfiteatro con gradas y todo y en el centro del redondel, una tarima cuadrada y el burladero, cosa que no habíamos visto nunca, ¡era de metacrilato!, o sea, que te veías venír al torito bravo y el torito te veía con tu miedo, creo que eso le ofuscaba porque no hacía, sino embestír aquella tapadera como diciendo:¡venga, valiente!.
David se lanzó el primero al ruedo. Llevaba un sombrero mejicano que su madre le había traído de un viaje, le dijimos que no se lo pusiera, que aquello le restaba velocidad en la carrera, pero nada, no nos hizo caso. Pepe y yo nos subimos en la tarima, parecíamos gogós, y más cuando ¡apareció la banda de música!. Qué pasodobles más bien marcados.
Cuando el toro, (bueno, la vaquilla...pero era casi toro), miró al fondo sur, nosotros bajamos de allí para ir en su busca. Pepe y yo íbamos provistos de dos banderas españolas que nos servían de capote y, estará mal que lo diga, pero, qué arte tenemos,Señor, y lo bien que corremos...
En uno de aquellos intentos de Veronica,el becerro nos miró mal y aunque tenía los cuernos afeitados, nos dió tal embestida, que a mí me enganchó el pantalón por donde la espalda pierde su  nombre. Echamos a correr a la tarima, David al burladero,  pero el sombrero mejicano que le regaló su madre no cabía allí y se dió tal trompazo al entrar que cayó de espaldas en la arena del redondel, (como diría la Pantoja).
Mientras tanto yo, con el salwar roto, corría hacia el podium como un descosido, cosa que me sirvió de poco porque no me alcanzaba la pierna a subír. Menos mal que Pepe me pescó desde arriba, yo que creía ser el más rápido...
Las chicas jaleaban desde la grada y Miguel, que ya había llegado, no paraba de hacernos fotos.
Lo pasamos bien.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Una de fiestas patronales.

Estaba todo listo, íbamos a pasar unos días en el pueblo vecino, a veinte kilómetros del nuestro y prometían ser, esos días, de diversión en las fiestas patronales.
Nos embarcamos en el coche, junto con las mochilas, los cinco amigos. Bueno, en realidad éramos seis elementos, pero uno de ellos no contaba como pasajero en el trayecto.
A cinco minutos de haber salido nos hace el alto la guardia civil. Era una posibilidad entre mil, pero no nos engañemos, te puede tocar.Nuestras cabezas se pusieron rápidamente a interaccionar con las posibles preguntas, buscando posibles respuestas; hay que ver, con los cortitos que a veces somos, cómo nos ponemos en guardia rápida-mente...
-Buenas tardes- dijo el agente, documentación y permiso de conducír, por favor.
Saqué de la guantera los papeles del coche y me identifiqué como individuo numerado que soy.
Los leyó detenidamente y echó un vistazo a mis amigos que iban detrás.
Segunda pregunta:- ¿Llevan algún tipo de estupefacientes o explosivos?.
-No, agente, no llevamos estupefacientes, somos autosuficientes para divertinos y a la respuesta de los explosivos...(¿qué decír)..., llevábamos una caja de petardos de todas clases: tracas, cochetes (de corto alcance), carretillas, mariposas, bengalas, truenos (los más grandes, medio metro de mecha), pero eso ¿se consideraría explosivo?, eran para la fiesta.
Si decíamos que sí, igual nos los confiscaban y si decíamos que no,  ¿estaríamos mintiendo a la autoridad?.
Dijimos que sólo material pirotécnico, en modo usuario.
-Abra el maletero- dijo a continuación.
Ahora sí que la íbamos a líar. Dentro estaba el sexto elemento. Conste en acta que lo hicimos obligados, perfectamente cabía entre Pepe y Martina, pero por no incumplír las normas nos vimos obligados a so-meterlo en tercera clase.
El otro,(total, ya para qué), cuando se abrió la puerta, ya estaba con la caja de petardos en la mano ,creo que para desviar de él la mirada del agente, (como si este Miguel fuera transparente!), Buenas, papá ,acertó a decír, como el que no quiere la cosa.
-Pero, ¿esto qué significa?- dijo el guardia y a la vez Padre suyo.
Nunca vimos un miguelillo tan amarillo...,
-Acompañarme a la comisaría-, fueron las cuatro palabras que cerraron aquel episodio en la cuneta de la N-xxx.
Miguel fue invitado a subír en el coche patrulla y nosotros, en comitiva, los seguimos.
Allí nos hicieron pasar a una dependencia donde se ponen denuncias y justamente, (no había otro día), mi madre allí estaba.
Mamá!...¡hijo!...,tal que Marco cuando encontró a su madre en los Apeninos o los Andes. -¡qué haces aquí?- pregunta elevada a la quinta potencia-.
-Me han llamado para identificar los objetos que me robaron, ya sabes, el portátil, la cartera, el reloj...
¿ y vosotros?.
-Creo que nos han detenido por ilegales, secuestro y banda armada.


viernes, 21 de septiembre de 2012

Entre tu y yo.

Yo te tuve, te tuve entre mis brazos y en tus labios
dejaba besos con temblor de mariposas,
te he tenido en cada instante de mis días,
y te guardo en el ángulo felíz de mi memoria.
Te dibujo de la forma en que te siento
recorriendo de tu mano, el camino más pequeño,
no hay espacio entre los dos que nos desuna,
tu mano firme, me moldea a tu deseo.
Cuando te busco, en el rincón de mi memoria,
siempre te encuentro, no te has ido, estas conmigo,
y a veces te hablo, tu me escuchas, yo te entiendo,
entre tu y yo qué puede haber si no es un cielo.


lunes, 17 de septiembre de 2012

Dulce locura.




¡Ay que me tienes loquita!,
loquita por tus pestañas,
por esa sonrisa en tu cara,
¡la más bonita de España!.
Mozo de porte galante,
¡me estás quitando el sentido!,
y tú ahí estás, tan campante,
sin saber lo que ha ocurrido.
Yo te lo voy a decír,
por mí, no quede el hablarlo,
y lo que haya de venír,
que venga, ¡ pero rodando!:
Me palpita el corazón,
y aunque quiero sujetarlo,
es un caballo trotón
difícil de echarle el lazo;
y es que tus ojos me matan,
tengo sed si veo tu boca,
tus dos manos me desatan,
tus palabras me provocan.
Y no hay más alternativa,
cuando te tengo delante,
que mostrarme muy altiva,
o en tus brazos derrumbarme.
O me doy la media vuelta
en ese preciso instante
y echo la aldaba a la puerta,
y no salgo ni a la calle,
o te asalto con un beso
cuando te tenga delante,
y así, te llevarás preso,
mi corazón delirante.


viernes, 14 de septiembre de 2012

Hay amores.

Hay amores que huelen a pan


recién hecho, como la mañana,
tan grandes que es imposible pensar
que su pequeñez sea tan amplia.
Hay amores que cortan la respiración,
imborrables, por ser el primero,
que hacen temblar el corazón,
amor de aprendíz, amor verdadero.
Hay amores de fuego en las venas,
de tormentas en la noche,
tan fuertes, que rompen cadenas,
de pasión volcada en derroche.
Hay amores serenos, pactados,
amigos caminantes de la vida,
de mundos encontrados,
fielmente estrella y guía.
Hay amores que crecen lentos,
porque el aire lleva semillas,
y cuando sopla fuerte el viento
en el corazón germinan.
Y hay amores que no pesan, de papel,
de tinta y pluma y verso,
dime entonces, tú lo has de saber,
¿será así, tal vez, el nuestro?.



 
 

lunes, 10 de septiembre de 2012

La urraca y el drogodependiente.

Caminaba por la calle una mañana y a lo lejos, un destello llamó mi atención. Era...como una figura metálica, desprendía reflejos pero no estaba quieta, cosa que llamó más aún mi curiosidad. No debía tratarse de un objeto inanimado, pues se movía.
Me acerqué invadida por la intriga y de repente, una persona se giró hacia mí preguntándome ¿está cerca de aquí la parada del autobús C?.
¡Aquella era la fuente del brillo!.
Lo admito, yo parecería una urraca, (dícese de un ave a la que le atrae todo objeto brillante),

 pero él...¡un drogo-de-pendiente!.


viernes, 7 de septiembre de 2012

Carta de un recién nacido.



Hola, no traigo carta de recomendación. Para mí, todo es tan nuevo como para  tí, pero no te asustes conmigo, ni tan siquiera tengo dientes.
No entiendo nada, pero no me preocupa, sólo ¿ me podéis cuidar?, no tengo fuerzas para hacerlo yo solito todavía y, ¡ tengo un hambre que da calambre!. Cuando me tome la leche tan rica que me tienes preparada, me iré haciendo fuerte. También tenéis que ponerme un nombre, podéis elegír el que más os guste y lo conservaré para siempre; ese será el segundo regalo que me hacéis.
Tengo tanto sueño que me va a costar estar  atento a tu mirada, pero, te conozco, conozco tu voz y algún que otro secretillo. Sé que un día te caíste al bajar la acera, pero no quisiste decírselo a nadie, yo tampoco lo diré. Te guardaré el secreto, sé que te preocupó más el susto que me llevé que el moratón que te hiciste en la rodilla.
Aquí hace frío, por eso me tiembla un poco la barbilla y por eso lloro, ¡se estaba tan calentito dentro de la nube!. Por si no lo sabes, estaba dentro de una nube llena de agua  pero, no se lo que habré tocado, que en un momento desapareció y tuve que salír a empujones de allí. Lo pasé un poco mal y tú también, lo sé, por eso quería salír cuanto antes.
Me han dicho que aquí afuera, me espera un mundo de color de rosa o azul, de besitos y mimos, de paseos en carrichoche y baños de agua calentita, ¡con lo que me gusta!.
No prometo estar siempre callado,  por que si tengo hambre,...¿cómo os lo voy a decír? y si necesito de vuestro calor y caricias para dormirme, o me duele la barriga,...¿cómo os lo voy a decír?, por eso, cuando esté más despierto, tenéis que enseñarme a hablar como vosotros y así me entenderéis mejor.
Prometo quereros siempre, sólo quiero que vosotros también lo hagáis, estoy en vuestras manos y aprenderé de vosotros todo, tenéis que ayudarme a ponerme de pié en la vida.
Estoy felíz de haber llegado a vuestros brazos, papás, y aunque no se lo que significa todavía,..¡.os quiero mucho!


Firma y rúbrica:
estas manos.



domingo, 2 de septiembre de 2012

Viajes de ayer y de hoy.



La esposa, el marido, la abuela,
el perro, el canario y tres nietos,
viajan de Madrid a Orihuela,
embutidos en el seiscientos.
A la velocidad de la luz,
-dividida esa cifra entre mil...-
sin airbag, en asientos de escay,
y en cada sentido un carríl.
¡Y llegaban!.
Eran viajes de detalles,
de disfrutar los paisajes,
y meterse por las calles
de los pueblos que cruzasen.
La radio, si es que llevaba,
era de dos botones:
uno, al volumen le daba,
el otro, buscaba emisiones.
¡Y llegaban!.
El maletero delante,
el motor iba detrás,
una paellera el volante,
¡qué bien se podía agarrar!.
Lo malo de este trayecto,
-por poner algún defecto-
es que tardaban un día,
en aquel viaje perfecto
de visitar a la tía.
Hoy, en cambio, los coches,
de gasoil o gasolina,
son un completo derroche,
discotecas ambulantes
con manual de cabina.
Cuatro airbags los rodean,
hay un chino que habla dentro,
y cuando tomas asiento,
-¡qué sensato, qué talento!-,
te recuerda: ¿llevas puesto
el cinturón y las luces,
el espejo? ¿y la maleta?,
¡llevas abierta la puerta!
a cien metros un cruce,
a la derecha una curva,
un radar se deduce...
Y vas tan ensimismado
con tanta tecnología,
que recorres Andalucía
en cero, coma, dos días
¿y qué paisaje has mirado?.




sábado, 1 de septiembre de 2012

Tres, dos, uno...acción.

Contento me tienes, Gertrudis,
un roto en los patalones,
un siete en los calcetines,
y faltan cuatro botones
en la camisa, ¡jolines!.
Me llevas hecho un mendigo
y así, saldré en los pasquines,
¡yo, siempre tirando a divo,
preciso como un longines!.
Esas telenovelas,
te están sorbiendo el cerebro,
no encuentro ya la manera
que me dediques más tiempo.

Mira, amor, lo que te digo,
si el pantalón no he cosido,
es porque me he dado cuenta
que, cuando cruzas la puerta,
no te vas a la oficina;
pero sí con la vecina.
Hay que ver qué poca idea
que tienes en la cabeza:
cambias el coche de acera
para que no me de cuenta.
Ahí tienes hilo y dedal,
o que te cosa tu diva,
ahí tienes el delantal,
o te guise la comida
y la llave del portal,
la dejas en la encimera
¡que no veo telenovelas!,

Ahora te voy a contar,
para tu información,
lo que miro con atención:
Una cámara digital
coloqué yo, en la escalera,
que enfoca justo a la puerta
de la vecina Manuela.
Y estoy tan entretenida
con tus idas y venidas,
que no necesito más muestra,
ni culebrón ni mentira.
Ya estás cogiendo la puerta,
con prestancia y apremio,
¡ah!... y te llevas un Oscar
¡
porque mereces el premio!.

lunes, 20 de agosto de 2012

El último Vikingo.



En la profundidad del acantilado rugían las olas con aspereza y el viento, no hacía, sino propagar su notoriedad sobre los altos páramos, únicos testigos de aquella voz.
El aire era frío, como el alma de una roca, y la noche, por no desentonar de aquel estado, dejó a la luna sombría.
Carecía el cielo de planetas. Pareciese que hubieran bajado al mar, levando con su peso el nivel del agua, convulsionando su serenidad, haciéndole hervír. En aquel estado de incontenible paciencia, de desbordada intranquilidad, de íntima oscuridad...
Navegaba el último Drakkar rompiendo la noche. Las antorchas encendidas, eran  bocanadas de fuego de aquel dragón, el cual, no necesitaba estrellas, no necesitaba bandera, sólo mar abierto, viento y destino.
Viajaba en aquella nave Thor. Esta deidad,  había quedado como último guerrero y, provisto de su implacable martillo, fue quien hizo caer aquella noche a todos los astros colgados del cielo.
Estaba enfurecido, buscaba a Iôunn, diosa de la inmortalidad, necesitaba de sus manzanas portadoras de la vida eterna. El pueblo vikingo había ido mermando poco a poco, los hombres, cada vez más viejos, perdieron sus fuerzas con el paso de los años y el ímpetu guerrero ya no cabía en sus deteriorados cuerpos. En la sangre de los jóvenes, ya no bullía aquella flama de conquista, ya no sentían viva la llama de la victoria..., y por ello, buscaba ansiosamente aquellas manzanas, debía, ¡tenía! que recuperar a sus hombres
Pero Iôunn, recibió el mensaje de Gefjun, arúspide diva, advirtiéndole del fin de aquél propósito.
Ambas diosas, tras ver el rumbo de sus largas vidas, la historia y fruto de las hazañas de sus hombres, acordaron que ya era tiempo de sosiego, de concordia, de  gratitud por la larga vida de aquel pueblo, del perdón de cuanta injusticia se hubiese cometido y de complacencia por cuanta vida se hubo respetado.  Ya era momento de que la tierra, fuese para la paz y también, de que los dioses descansaran.
Enviaron entonces a Vili, conocido por darle emoción e inteligencia a la humanidad, para razonar con Thor y hacerle comprender que, los hombres, tienen principio y fin, que la historia, no es más que una sucesión de hechos y acontecimientos sin derecho a perpetuidad.
Levantando su martillo, Thor gritó: ¡Entonces, que reine la paz!, y golpeó con todas sus fuerzas el navío, que, partiéndose en dos, cayó al fondo del mar.
Se cuenta que él, no ha podido descansar aún, por que los hombres, siguen haciendo que suene su martillo y que  desate los  truenos que se escuchan fuertes en cada guerra, en el corazón de todo aquel que sesga una vida humana y en cada tormenta que rompe la paz.



María José. 20 de  agosto de  2012.

martes, 14 de agosto de 2012

A Elda, Lilyam, Eratalia, César y Fabiana.

Tengo cinco faroles,
que alumbran mi casa nueva,
mas que faroles ¡son soles!
y brillan cual luna llena.

Lyliam, César, Eratalia,
Fabiana y también Elda,
que son ¡ poetas con gracia !,
a los que admiro de veras.

Agradezco vuestra estancia,
en esta casa, la vuestra,
y con cariño y prestancia,
ésta aprendíz de poeta,
¡ su gratitud os demuestra !.


Un abrazo muy muy fuerte.


sábado, 11 de agosto de 2012

Despierta y levanta.

Por esas mujeres calladas,
que aguantan sin tregua el temor
de la mano, sucia y cobarde,
de ese maltratador,

 que, vistiéndose de valiente,
roba con gritos y miedo
la alegría de esa mujer,
a la que un día, prometió el cielo.

De esos celos malignos,
con ese desprecio interior,
el hombre, se vuelve bestia,
pierde su nombre y honor.

A la nada reduce,
la violencia a la persona,
mientras callada, herida y rota,
deja a la amada esposa.

Amada por él en un tiempo,
pero amada, hoy en día,
por los hijos que ella tuvo,
con ese hombre de alma fría.

No es mejor la que aguanta,
¡mucho menos por temor!
¡respira hondo y levanta,
libérate del maltratador!.



Al que la mano levanta,
le pido una reflexión:
déjala volar, si no la amas,
mas ¡no le causes dolor!.






viernes, 10 de agosto de 2012

El hijo soldado.

Está despuntando el alba,
me va descubriendo el día,
por este camino que se alarga
y me va a llevar con la madre mía.

Su rostro me despidió con pena,
más dolor que pena, diría,
porque un hijo  se le va a la guerra
y volver...ni yo mismo sabía.

Recuerdo su cara bendita
bañada en lágrimas que me herían,
más que una bala dolían,
más que doler,mordían.

Fuí duro para marchar
tan duro, que la dejé llorando,
y no pude volver atrás
¡no pude consolar su llanto!.

Aguijones de sangre y veneno
con rabia de muerte,he sufrido,
en esta locura sin freno
cubriendo al amigo caído.

No vengo, madre, vencido,
que en mi cuerpo aún queda sangre;
no vengo victorioso, madre,
que el corazón traigo encogido.

Yo quiero ver a mi madre,
este camino me lleva a su vera
y su carita de triste semblante,
se volverá color de azucena.

miércoles, 8 de agosto de 2012

La ventana del tiempo. ( Relato).

Desde el cómodo sillón en el que se sienta, puede ver los árboles, escuchar el piar de las aves anunciando el día y contemplar un trozo de cielo.
Era o fué Miguel, un hombre de campo. Trabajador incansable, nunca se paró a contar las horas que la tierra le pedía. Antes del amanecer ya estaba en pié, con la formalidad de quien no se hace esperar.
Tras el desayuno, que normalmente consistía en una taza de café, - que en realidad era achicoria-, un pedazo de pan con tocino y un vasito con dos dedos de vino, marchaba con el zurrón ya preparado la noche anterior.
Tres hijos le dió Salvadora, su esposa, a la que amaba profundamente.
Era Miguel hombre de poco mimo, no era cariñoso con las palabras, pero los gestos de su corazón hablaban por él. Era también persona siempre presta a cualquier ayuda solicitada.
Salvadora, era una mujer menuda, pero inversamente proporcional a su estatura, era su fortaleza. No se achicaba ante las incomodidades y problemas que se presentaban dentro de aquellos austeros tiempos. Por las mañanas, lo mismo que Miguel, temprano estaba en pie; pasaba primero a recoger los huevos de la puesta y dar de comer a las gallinas, limpiar las conejeras y preparar la ropa de los chicos que, en bicicleta, iban a la escuela muy bien repeinados.
Luego , a lavar la ropa, almidonando sábanas que quedaban blancas como la cal y tiesas como la tiza. Las tardes las empleaba en zurcír calcetines y coser los sietes que traían los mozuelos en los pantalones.
Arrendó Miguel, junto con su cuñado, unas tierras en las que plantaron melones. Ocurría que, curiosa y misteriosamente, menguaba la cantidad de estos frutos redondos a la par que menguaba la luna, así que, no les quedó más remedio que levantar una barraca en medio del melonar.
La construyeron con albardín, e hicieron de ella su garita de vigilancia. Allí pasaban el verano, custodiando sus melones.
Miguel era muy hábil haciendo canastos de mimbre y esparteñas . En cuestiones culinarias, era mañoso él, hacía unas gachasmigas que, si encanto daba de verlo, más daba comerlas.
Tenía el mismo arte tocando la guitarra y cantando joticas, que Salvadora bailándolas y rezando Rosarios.
Esa era la sencilla y trabajadora vida de una pareja que vivió en un tiempo dónde, sin comodidades , sin lujos y sabiendo lo que cuesta cada cosa, era felíz.
Ahora Miguel, ya sin su Salvadora, cómodamente está sentado en el confortable sillón de la hermosa casa de su hijo, pero , ya no es lo mismo.
                                                               
             n. de la a.
Este relato, contiene un noventa y cinco por ciento de realidad, un cinco por ciento de imaginación, y un cien por ciento de amor hacia mis bisabuelos.                                                                                    

martes, 7 de agosto de 2012

Poema a dos voces.


Caballero de triste mirada
¿qué buscáis aquí cada tarde?
os vengo observando callada,
tal vez pudiera ayudarle.

Vengo buscando una rosa.
del jardín la más perfumada,
es sencilla y hermosa
y de profunda mirada.
Tiene dorado el cabello,
sus ojos ,reflejo del cielo,
de rostro cálido y bello
y voz de porcelana.

Esa dama que nombra,
usted,gentíl caballero,
puede encontrarla a la sombra
del tupido jazminero.
Allí cada tarde escribe.
cartas de amor a un marino,
soñando que por ella aún vive,
ignorando cuál es su destino.

Ese marino que dice,
anduvo vagando en el mundo,
desde que partió ,ya no vive,
sin ella, nunca encontró el rumbo.
Y ahora¡ mi estrella me alumbra!
sabiendo que aún me recuerda,
mi vida envuelta en penumbra...
¡se ha iluminado con ella!.
                                                                                                                                María José.