y me orienta hasta el corazón que tiene,
ellas le describen, le delatan,
al tiempo que a mí me comprometen.
En su frente se sitúan, paralelas,
dos sendas labradas por el tiempo,
tal vez algún pesar lograra hacerlas
y allí voy a dejarle el primer beso.
La sonrisa deja huella en sus mejillas
¡serpentinas ondulantes de colores!
tan tenues y ligeras que hasta brillan
dándole carácter a su tez de hombre.
Y a la vera de sus ojos..., ¡se abre el cielo!,
allí es donde reposan las estrellas
y al salir de su mirada ese reflejo
le dejaron en su piel bellas estelas.
Perpendicularmente a sus ojos,
paralelamente a su boca,
y en la curvatura de sus labios...
de menta y limón un beso dejo.
María José Q. P.