Una niña pescadora
con su red se fue a pescar
donde descansan las olas,
en la orillita del mar.
En la cabeza un pañuelo,
en el talle un delantal
y en la cara lleva rosas
con destellos de coral.
Echa la niña las redes
sobre las aguas de sal
y la corriente las mece
como en un juego naval.
Cuatro peces ha encontrado
cuando las viene a sacar
y una blanca caracola
que entre ellos fue a parar.
Acercándola a su oído
un rumor cree escuchar,
piensa que dentro hay sirenas
que no dejan de cantar.
Lleva la niña a su casa
ese regalo sin par
y su madre le reclama:
llévala, niña, a su mar,
que las sirenas son almas
y solo pueden estar
bajo las aguas azules;
no las podemos guardar.
Y la niñita, apenada,
la vuelve al agua a lanzar
donde lanzaba sus redes,
en la orillita del mar.
Veinte años han pasado
en su rostro y en su hogar
y la joven, aún pescando,
con papá se ha ido a embarcar.
La calma vira a tormenta,
el viento leva la mar.
La muchacha cae al agua.
De poco sirve nadar.
Hasta el lecho submarino
su cuerpo ha ido a parar
pero acudiendo a su encuentro
de ella empiezan a tirar
cinco sirenas preciosas
que no dejan de cantar.
Y nadando la devuelven
en la orillita del mar.
con su red se fue a pescar
donde descansan las olas,
en la orillita del mar.
En la cabeza un pañuelo,
en el talle un delantal
y en la cara lleva rosas
con destellos de coral.
Echa la niña las redes
sobre las aguas de sal
y la corriente las mece
como en un juego naval.
Cuatro peces ha encontrado
cuando las viene a sacar
y una blanca caracola
que entre ellos fue a parar.
Acercándola a su oído
un rumor cree escuchar,
piensa que dentro hay sirenas
que no dejan de cantar.
Lleva la niña a su casa
ese regalo sin par
y su madre le reclama:
llévala, niña, a su mar,
que las sirenas son almas
y solo pueden estar
bajo las aguas azules;
no las podemos guardar.
Y la niñita, apenada,
la vuelve al agua a lanzar
donde lanzaba sus redes,
en la orillita del mar.
Veinte años han pasado
en su rostro y en su hogar
y la joven, aún pescando,
con papá se ha ido a embarcar.
La calma vira a tormenta,
el viento leva la mar.
La muchacha cae al agua.
De poco sirve nadar.
Hasta el lecho submarino
su cuerpo ha ido a parar
pero acudiendo a su encuentro
de ella empiezan a tirar
cinco sirenas preciosas
que no dejan de cantar.
Y nadando la devuelven
en la orillita del mar.