jueves, 27 de diciembre de 2012

La niña pescadora.

Una niña pescadora
con su red se fue a pescar
donde descansan las olas,
en la orillita del mar.

En la cabeza un pañuelo,
en el talle un delantal
y en la cara lleva rosas
con destellos de coral.

Echa la niña las redes
sobre las aguas de sal
y la corriente las mece
como en un juego naval.

Cuatro peces ha encontrado
cuando las viene a sacar
y una blanca caracola
que entre ellos fue a parar.

Acercándola a su oído
un rumor cree escuchar,
piensa que dentro hay sirenas
que no dejan de cantar.

Lleva la niña a su casa
ese regalo sin par
y su madre le reclama:
llévala, niña, a su mar,

que las sirenas son almas
y solo pueden estar
bajo las aguas azules;
no las podemos guardar.

Y la niñita, apenada,
la vuelve al agua a lanzar
donde lanzaba sus redes,
en la orillita del mar.

Veinte años han pasado
en su rostro y en su hogar
y la joven, aún pescando,
con papá se ha ido a embarcar.

La calma vira a tormenta,
el viento leva la mar.
La muchacha cae al agua.
De poco sirve nadar.

Hasta el lecho submarino
su cuerpo ha ido a parar
pero acudiendo a su encuentro
de ella empiezan a tirar

cinco sirenas preciosas
que no dejan de cantar.
Y nadando la devuelven
en la orillita del mar.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Dicha y virtud.

Me hallo ante un dilema, señor mío,
pues antes de veros, ya os amaba,
érais presencia de un delirio que porfío,
de un querer que sin serlo, yo cantaba.

Pedíale a una margarita mi destino,
robándole sus pétalos, confiada,
esperando una respuesta, un desatino,
de dudas, la flor no me sacaba.

Y ahora que os he visto ya comprendo
cuál es la dimensión de mi existencia;
he nacido para amaros, aún sabiendo,
no ser correspondida, mi sentencia.

Mas mi dicha, a la vez, es conoceros,
y si he de presumír lo haré sabiendo,
que mi única virtud, es la de amaros.