sábado, 15 de diciembre de 2012

Dicha y virtud.

Me hallo ante un dilema, señor mío,
pues antes de veros, ya os amaba,
érais presencia de un delirio que porfío,
de un querer que sin serlo, yo cantaba.

Pedíale a una margarita mi destino,
robándole sus pétalos, confiada,
esperando una respuesta, un desatino,
de dudas, la flor no me sacaba.

Y ahora que os he visto ya comprendo
cuál es la dimensión de mi existencia;
he nacido para amaros, aún sabiendo,
no ser correspondida, mi sentencia.

Mas mi dicha, a la vez, es conoceros,
y si he de presumír lo haré sabiendo,
que mi única virtud, es la de amaros.




4 comentarios:

  1. La mejor margarita para estos casos es la presencia física de quien creemos amar.Allí está todo claro.
    Aunque a veces el amor no sea correspondido.

    Te dejo un abrazo Mª José.

    ResponderEliminar
  2. Es cierto, Jero, deshojar margaritas nunca ha funcionado, es mucho mejor entregar un ramo o una sóla de ellas, en la mano.
    Gracias por tu compañía, amigo.
    Te envío un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Cada día te superas, tu poesía es genial. ¡Qué te voy a decir? Me fascina.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias nuevamente por el apoyo de tu comentario, Era.
      Es un gusto tu compañía.
      Besos amiga.

      Eliminar