sábado, 2 de febrero de 2013

Armando.

Una lágrima clara
aún asoma...
negra brotó aquel día
en que la luna,
plisó tu agua
y a mi alma, toda.
 
Lloraba la fragua
tus manos de fuego,
el laúd marcaba
álgidos trastes
y es que el cielo redondo,
bajó a llamarte.
 
¿Quién gozará hoy tu risa,
con quién hablarás tu pena,
para que una sea grande
y se haga la otra pequeña.?
No te verán mis ojos,
pero tu hija te sueña.
 
No entiendo de olvido,
ni aún hablando de pena,
que olvidar, puede el necio,
puede el alma buena,
¿pero yo?
¡que llevo guardada tu sangre en mis venas!.
 
Dedicado a mi padre con todo el amor que me quedó por darle.

2 comentarios:

  1. Un poema precioso María José,con ese sentimiento tan profundo que nos sale directo del alma cuando hablamos de nuestros seres más queridos.
    No,nunca se puede olvidar a un padre.

    Un abrazo.

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  2. Hola Jero, muchas gracias por acompañarme con tu presencia y palabras.
    Nunca podremos, ni queremos, ni debemos olvidar a los seres queridos que ya no están a nuestro lado, menos todavía a quién nos llevó de su mano.
    Un abrazo, amigo.

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