viernes, 22 de marzo de 2013

Mas allá de la moda.

Junto a la casa consistorial se sitúa el bar de Joaquin, es un pequeño local que no ha sido reformado nunca, conserva la esencia y la sencillez de su inauguración. Los taburetes de aluminio, forrado su asiento con skay azul, ha dado muy buen resultado a lo largo del tiempo. Tras la barra metálica, vestida de azulejos hasta el suelo, un enorme espejo anunciando la marca de una conocida cerveza da profundidad al local.  La pizarra con las tapas del día, las fotografías de los equipos de fútbol y la de un honorable cliente que tuvo a bien regalársela con una dedicatoria y firmada, decoran las paredes.
Un canario recogidito dentro de la jaula que cuelga al lado de la ventana es la banda sonora que ambienta al Café de Oriente. En el techo, un ventilador de grandes aspas, gris, y unos tubos fluorescentes algo amarillentos por el paso de los años, terminan de configurar su personalidad.
Enfrente, cuatro mesas con sus respectivas cuatro sillas esperan el aperitivo o la partida de dominó.
Ramón, Paquito, Eugenio y Manolo son los afiliados de la mesa más próxima al rincón. Un taburete corto, por cada dos amigos, hace las veces de mesilla para los carajillos y el cenicero; la mesa central es el escenario del juego. Allí, removiendo fichas, dan paso al azar.
Manolo delimita su espacio privado con una infranqueable barrera de siete ladrillos vestidos de esmoquin frente a los ojos de  Ramón. Ramón ordena de mayor a menor sus fichas, Paquito apenas las levanta para echar un vistazo las vuelve a poner boca abajo, tiene una excelente memoria. Y Eugenio es el de los golpecitos, cuando le toca poner, ¡tiembla la tierra!.
Así, tres días a la semana, Manolo de setenta y cuatro años, jubilado; Paquito de treinta y nueve, bombero,Eugenio de cincuenta y dos, albañil y Ramón de sesenta, contable, gane quien gane, mantienen la amistad, la tradición y abierto el bar de Joaquin y Teresa. Dicen que el Café Oriente está pasado de moda, ¿ y lo que dentro se juega?.


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