domingo, 3 de marzo de 2013

Palabras de un guante.

Yo soy seda del Oriente
que su padre le ofreció.

Congratulando el presente,
la muchacha suspiró.

En sus manos me prendía
cual si fuera yo una flor.
En sus manos confundía
con mi tacto su calor.
De sus dedos me hice dueño,
no podía estar mejor,
se cumplió por fin el sueño
que yo ansiaba con fervor.

Cuánto pétalo de rosas
en diez ninfas, como abril,
cuando suelta mariposas
leves y en vuelo sutíl.

Qué feliz era en su mano
siendo su segunda piel
pero mi sentir ufano
duró poco y tornó en hiel
pues por un signo galano
caí de mi andarivel.

Vino a elevarme del suelo
un caballero gentil
que sin espada y sin duelo
truncó mi dicha febril.

El cuerpo que yo guardaba
me esquivó de forma cruel
pues mi figura evitaba
el contacto de otra piel,

la de aquel hombre elegante
que a ella me quiso volver.
Yo solamente era un guante
pero ella, todo mi ser.
 
 
 
 
 
 
 
 



 


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