martes, 30 de julio de 2013

Un brillo en la oscuridad.

Su piel era tan delicada que no podía recibir los rayos del sol; esa sensibilidad le producía picores y molestias en los ojos. Incluso en los días nublados tenía que salir a la calle con protección, y esto le obligaba a permanecer, casi, en una constante penumbra.
-Mamá, ¿por qué me ha tocado ser así?. Soy diferente a todos mis amigos, ellos pueden salir a la calle a jugar y no les ocurre nada, y sin embargo, yo no puedo.
-En la vida, hay muchas cosas que no podemos elegir, hijo mío, nos vienen dadas por el azar, pero debemos aceptarlas de la mejor manera y aprender a vivir con ellas. No todos somos iguales, es cierto, pero cada uno de nosotros, seamos como seamos, somos igual de importantes y especiales.
Verás, voy a contarte una historia, -dijo su madre acomodándose en su regazo-.

Un día, en la sabana de África, se reunieron unos cuántos animales y discutían entre ellos por que cada uno decía ser el más importante.
Yo soy el más poderoso de la selva -decía el león-. Con un rugido mío todos se estremecen, soy el más temido.
El elefante, que estaba a su lado, le replicó: -Yo soy mejor que tú, tengo una memoria prodigiosa; jamás olvido una senda por la que haya caminado, así pasen muchos años.
¿Y eso de qué sirve? - decían las gacelas riendo- nosotras somos las más veloces, además de esbeltas, y cuando corremos, lo hacemos tan rápido que apenas tocamos el suelo.
-Si estáis hablando de quién es el mejor, no dudarlo más, soy yo- dijo el cocodrilo muy serio. -Yo domino mi territorio tanto dentro como fuera del agua...¿alguien duda de mí?
De repente, se escuchó una vocecita:
-También yo soy importante, tanto como vosotros.
Todos miraron a su alrededor para ver de dónde procedía aquella voz, pero no vieron a nadie.
-¡Heyyy...estoy aquí, en el árbol!
Miraron hacia arriba y pudieron ver un pequeño cuerpecito.
¿Y tú quién eres? -preguntó una gacela-
-Os estoy escuchando y yo también pienso que soy la más importante-
¡Tú!- dijeron al unísono- pero si eres tan pequeñaja que apenas se te ve. Y rieron.
-Bueno, si no me creéis os lo puedo demostrar. Volved cuando la bola amarilla caiga y el color se vaya.
Así lo hicieron, cuando llegó la noche todos se reunieron de nuevo bajo el árbol. Esperaban inquietos para ver qué iba a ocurrir, pero allí no aparecía nadie.
-Me parece que se ha reído de todos nosotros- dijo el elefante.
Pero sorprendentemente, en medio de la oscuridad, comenzaron a encenderse unas lucecitas muy brillantes que flotaban en el aire. Se movían entre todos ellos como si fueran estrellas que habían bajado del cielo. Eran ellas, ¡las luciérnagas!.
Todos los animales quedaron con la boca abierta, asombrados, jamás habían visto nada tan bonito.

¿Quién era mejor?. Nunca se supo, cada uno de ellos era valioso e importante, pero al mismo tiempo, diferente y especial.

El pequeño se quedó dormido con una caricia en la mejilla, y un beso en la frente.












 







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