jueves, 8 de agosto de 2013

Carta sin dirección.



Abril de 20?? Era la abuela de esencia dócil, reservada y sentida; tímida por naturaleza. Aunque con el tiempo, dicen, tendemos a quitarnos las capas que pesan, las que van curvando los hombros poco a poco, en realidad las que sobran, ella nunca se desnudó completamente. Tal vez, la capa más profunda le abrigaba el alma.
No fue una persona de comportamiento irracional, sólo que, unas sonrisas repentinas se dibujaban en su cara sin venir a cuento. Otras veces parecía tratarse de un rayito de sol que se asomaba por sus pupilas.
Compartía esa alegría con los demás y cuando le preguntaba, ella siempre me contestaba:
Cuando me veas sonreír sin motivo, no pienses que estoy loca, sólo piensa que, además, te quiero doblemente. Y me plantaba un beso en la cara.
Recogiendo sus pertenencias de los cajones, encontré una carta, solamente una, doblada y custodiada entre las páginas de un libro. Violé su intimidad, la leí.

Es terriblemente injusto que tú y yo dependamos por completo de la electricidad. Primero, porque son tus palabras descargas de mil voltios que se encienden en mi mente, atraviesan mi garganta y prenden en mi corazón, aunque bien podría ser el mismo circuito cerrado en dirección opuesta, y tendría el mismo significado. Segundo, porque es la única mensajera con la que propagarnos el uno hasta el otro, a través de un interruptor, (fría distancia).
Sobra decir que anhelo un día de tu mano, un sencillo camino que se hiciera especial sólo por el hecho de recorrerlo juntos; un aire nuevo que respirar, por que en él, estaría impregnado tu aliento y, un sol nuevo, visto por los dos desde la misma perspectiva.
Sobra decir que te echo de menos.

Descubrí entonces, que la abuela compartió su alegría con nosotros, pero no su tristeza.

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