jueves, 8 de agosto de 2013

Un beso.

Equivoqué el lugar dónde dejarte un beso,
lo colgué en el filo de una estrella
esperando que fueras a cogerlo.
Mas la estrella era tan fría allá en lo lejos,
que nunca llegarías a alcanzarlo
y recogí nuevamente el mismo beso
para, de nuevo, volver a equivocarlo.
Lo dejé en el agua, en su reflejo,
mas las aguas vienen, van, nunca están quietas,
y al acercarte a recogerlo entre tus dedos
una ola lo robó de entre tus yemas.
Ahora ya sé que solamente vale un beso
si lo acompaña el calor de una mirada,
cuando se entrega, con amor, desde una boca
a otra que sólo lo recibe enamorada.

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