sábado, 26 de octubre de 2013

A través de ellos. (Relato)

El padre de Alfonso era guardia, fue destinado a otra ciudad en un nuevo destacamento. Eran sus primeros diez años de profesión y todavía no tenía plaza fija en un determinado lugar; iba a merced de las órdenes de sus superiores. Su equipaje era, aparte de los uniformes que vestían su graduación, su mujer y  sus dos hijos.
Uno de ellos, Alfonso, contaba con catorce años en aquella época, la niña , Aurora, era menor, ella tenía nueve años. Así que cada vez que llegaban a una ciudad nueva, tocaba buscar vivienda puesto que no les gustaba vivir en el cuartel. Siempre encontraban un piso acogedor donde vivír y acto seguido la matriculación de los niños en la escuela y de alguna manera, a empezar de nuevo.

El carácter de Alfonso era seguro, a pesar de una ligera timidez que desaparecía en cuanto congeniaba con sus nuevos amigos. Era un chico educado, casi a la antigua usanza en cuanto a los modales con sus homónimos.
Lola era de su misma edad, se conocieron en el colegio y si en algo le ganaba a Alfonso era en timidez, un rasgo de su personalidad que la acompañaría siempre.
Los catorce, quince años, es una edad en la que muchas cosas se despiertan y nacen, y esa es la edad propicia para que el amor haga acto de presencia. Eso fue lo que ocurrió entre aquellos dos colegiales, pero no fue un amor abierto, declarado, fue más bien como un juego de señales, de miradas e indirectas, un te quiero, pero no me atrevo. Tontamente y entre amigos se decían cosas como que un día nos casaremos y tendremos tres o cuatro hijos, bajo la complicidad de las sonrisas, pero dentro de sus ojitos, tanto uno como la otra proyectaban aquella vida.
El padre de Alfonso, tras un año en aquella ciudad, recibió la orden de un nuevo destino.
Se marcharon , y todo desapareció entre Alfonso y Lola, no quedó más que el pensamiento lleno y éste se fue disipando conforme avanzó el tiempo. No pudo ser de otra manera.

Cuarenta años después se volvieron a reencontrar por éstas cosas del destino y el destino, precisamente, les ha dado aquello que querían: un hijo... el nieto que comparten a través de la hija de Alfonso y el hijo de Lola.
Cuando el Universo se propone algo, lo consigue, él busca y encuentra todos los medios para lograrlo.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Si quieres que te olvide.

Me pides que te olvide
y sabes bien que lo haré,

pero primero...
el cielo debe ser verde,
las aves, volar del revés,
la blanca nieve, amarilla,
y los árboles, tener pies.
Las manos, deben ser alas
y los mares, de papel,
las rocas, de blanda espuma
y la sal, que sepa a miel.
Que al mediodía, la luna,
brille más fuerte que el sol
y en el hielo de un iceberg,
se despierte una flor.
Y cuando todo se cumpla,
sabrás que ya te olvidé.


Tres canciones para Sofía.

Nació en el seno de una familia humilde, tanto, que era monoparental. Su madre se hizo amiga de la soledad en el mismo momento en que dió la noticia de su embarazo al hombre que fue su pareja. Ella, Adela, hizo de tripas corazón para llevar a buen término su embarazo. Apenas cumplidos los veintidos años supo que la felicidad es un decorado y la suerte, el tramoyista que cambia el fondo del escenario en cualquier momento. Pero aquella soledad, no fue razón de peso para dejar de amar al ser que poquito a poco iba creciendo en su seno.
Sofía nació hermosa y sonrosada como una rosa de Alejandría. Quiso su madre llamarla así por la alusión de su nombre a la sabiduría.- Esta niña llevará aprendida la lección de su madre, le ensañaré a luchar por sí misma y por lo que ama, pese a que los andamios sobre los que pueda apoyarse algún día sean débiles.


Primera canción para Sofía:

Viene mi niña a la vida
con dos rosas en la cara,
trae el rubor en las mejillas
de la flor más delicada.
Un lunar en la rodilla
sobre piel de porcelana,
es la octava maravilla
en mi preciosa niña amada.

Sofía creció siendo una niña felíz. Adela la sacó adelante con una extraña madurez hoy en día en la juventud. Sacrificó la etapa de diversión que cronológicamente le correspondía por derecho, pero con tanto gusto, que la palabra sacrificio no casaba en absoluto con la responsabilidad para con su niña.
El tiempo pasó. Adela, cuando cumplió los treinta años, conoció a un chico, Andrés, y volvió a prender la llama del amor en su vida. Sus miedos, o tal vez su decepción, se fue disipando en el tiempo y el carácter de ese chico avaló toda la confianza en el tramoyista de la felicidad.
Por aquel entonces Sofía tenía siete años y un día, sin más ni más, jugando en el parque bajo la mirada supervisora de su madre, un hombre se presentó delante de la niña. En un principio Adela pensó que sería el padre de alguno de aquellos niños que jugaban, pero de repente le dió un vuelco el corazón. Aquel hombre era Hugo, el padre biológico de la niña.
-¿Qué vienes a hacer aquí?- dijo Adela acercándose rápidamente a su niña.
Ha pasado tanto tiempo...-dijo él-, pero nunca te he olvidado. He sabido de tí y de la niña a través de personas conocidas de los dos..., pero nunca me he atrevido a dar el paso de hablar contigo.
-Nada tienes que hablar conmigo, yo no te conozco, así que vete de nuestro lado o llamo a la policía.
-Tienes que escucharme, te lo suplico, no tiene perdón lo que hice, lo sé y me ha pesado siempre pero... es cuestión de vida o muerte.
Adela cogió a la niña en brazos y se marchó.
Habló con Andres de lo sucedido aquella tarde en el parque, y decidieron ir a consultar con un abogado si Hugo tendría algún derecho sobre su hija, a la que no había visto ni en su primera ecografía. Tenía miedo, realmente estaba asustada más que nunca en su vida. El abogado les dijo que él podía pedír una prueba de paternidad para reconocer a su hija, y en ese caso, tendría derechos y obligaciones sobre ella.

Segunda canción para Sofía:

Mi pajarillo solito en el nido
de su mamá quieren quitarlo,
pero mis alas, que son tu abrigo,
son de algodón y de titanio.
Siempre estarás cogida a mi mano
sin tus deditos, mi bien, me pierdo,
y esta canción de tono amargo
no escucharás, se irá en el viento.

Hugo no volvió a dar señales de vida hasta pasados tres meses de aquel encuentro. Esta vez fue a esperar a Adela a las puertas del lugar donde ella trabajaba, una tintorería. Frente a ésta había una cafetería y le pidió que, por favor, lo acompañara allí para hablar. Ella se negó en rotundo y él se echó a llorar como un niño chico.
Aquello le sorprendió tanto que su blindaje cayó de repente, no entendía ese amor tan conmovedor y repentino...accedió a escucharlo.
Tomaron asiento en una mesa alejada de las miradas y allí le expuso lo grave de su situación:
No quiero haceros daño a ninguna de las dos, ya te hice bastante en su momento comportándome como un cobarde sin escrúpulos. Fui un inmaduro que no supo hacer frente como tú a las reponsabilidades de mis actos y eso no tiene perdón porque, aparte de dejarte a tí en esa situación, también dejé a mi propia hija a su suerte. Ahora vuelvo nuevamente como un cobarde asustado y necesitado, egoísta.
Me casé hace cinco años, tengo un niño de dos años y está enfermo. Necesita un transplante y Sofía es una posible donante para él. Sé que merezco todos los calificativos que quieras ponerme pero, ya no piensa en mí, piensa en que ahora, si esa posibilidad existe y me la niegas, también estas abandonando a un ser inocente a su suerte, que sin ser nada tuyo, es hermano de Sofía. Jamás mi intención es quitarte a la niña, ella ni me conoce, pero esto puede ser un final, o el principio de una nueva oportunidad para todos. Piénsalo Adela, la niña no correrá ningún riesgo grave para su salud y a cambio, puede darle la vida a su hermano. El tiempo apremia, sólo te pido que tengas el corazón que yo no tuve en su momento.
Le dejó una tarjeta con su teléfono y direción y se marchó con el paso de quien lleva una pesada carga sobre los hombros.
Adela habló largo y tendido con Andres sobre lo sucedido, pasaron días de incertidumbre, dudas, sentimientos encontrados..., pero su hija se llama Sofía y ella la sacó de dudas.
Mami, tienes que cortarme el pelo como Andres, -le dijo una mañana-
Pero si Andres no tiene pelo,- le contestó a la niña echándose a reír.
Ya lo sé, pero es que Eduardo, un niño de mi clase, ha estado malito y le han tenido que cortar el pelo porque le dolía la cabeza. Ahora que ha vuelto al cole me ha dicho que se siente un poco mal porque todos lo miran raro y para que no lo vean raro yo también me lo quiero cortar.
Sofía, ¿tu ayudarías a un niño que está muy malito,... pero de otra manera?. Tendrían que operarte y pasarías unos días en el hospital, pero el otro niño se curaría.
Yo sí, -dijo Sofía-, si yo estuviera enferma, ¿tu no quisieras que me ayudaran a mí?
¿Dónde hay que apuntarse mami?
El niño de Hugo fue operado, Sofía era compatible, tuvo que someterse a dos intervenciones que le valieron por un hermano, un segundo padre y madre y el acertado nombre que en letras de oro lleva en el pecho, con permiso de mamá.

Tercera canción para Sofía:

Nació una niña sin padre,
con madre que vale por dos,
con inocente coraje
y un juguete en el corazón.
Es el juego de la vida
que con fuerza y con amor
en bondad se mutiplica,
cuando existe el perdón.

lunes, 21 de octubre de 2013

El ruiseñor y la flor.

Hubo una vez una flor
que tener alas, quería,

sus pétalos, de dos en dos,
con gran esfuerzo movía.
Pero ese leve temblor
al aire no la subía,
en cambio, agitaba su olor
y al cielo lo suspendía.
Su aroma llamó a un ruiseñor,
vientos nuevos le traía,
sintió que él era el cantor
de la más bella melodía.
Bendíceme con tus alas,
tuyos son mis colores.
Ave y flor perfumada,
son nuestros dos corazones.

domingo, 20 de octubre de 2013

Teorema de un sentimiento.

"El amor, ejerce un empuje hacia arriba
proporcional a la soledad desalojada".
Así lo siento yo cuando me miras;
así lo siento yo, cuando me hablas.
 

Pequeña poesía.

Eres el néctar que endulza mi boca,
la fruta madura que invita al bocado,
la ola que llega con fuerza a la roca
proyectando amor en un largo abrazo.

Eres la calma de un campo de trigo,
arco del cielo y arquero de enigmas,
en mis noches frías, refugio y abrigo,
llanura de sol, tierra prometida.

Eres la respuesta de las mil preguntas
que quedaron mudas en mi biografía;
eres tantas cosas, que aún estando juntas,
quedaría pequeña cualquier poesía.
 



viernes, 18 de octubre de 2013

Tengo.

Tengo una mañana de otoño
vestida de primavera
y un amor que crece lento
y denso, como la hiedra.
 
Tengo el sonido del mar
de fondo, que me susurra,
y unas alas que me elevan
atravesando toda penumbra.
 
Tengo el olor de la noche,
de jazmín y hierbabuena,
impregnado entre las sábanas
en las que mi alma te sueña.
 
Un ramito de violetas
y una cinta de terciopelo,
para que cuando tú vengas,
anudarte junto a mi pecho
 
y quedar los dos ligados
bajo el color de las lilas.
Tienes mi amor en tus manos,
¿tendré yo el tuyo algún día!
 
 
 


lunes, 14 de octubre de 2013

Déjame que te cuente.

Tengo pena, madre,
madre, tengo pena
de la flor que se marchita
en la mano del amante.
Del calor que nunca llega
de unos labios a escucharse,
del beso que se propaga,
en un vacío cortante.
Tengo pena, madre,
madre, tengo pena
del hombre que muere joven,
del viejo pidiendo muerte,
de la flor que nace blanca
y en amarga almendra revierte.
Y tengo pena, madre,
que el amor, siendo tan noble,
el que a toda mano acoge,
se abandone, como a un perro
malherido, a su suerte.
 
 


Vendrán golondrinas.

Vendrán golondrinas
por verdes paisajes,
de tímidos campos,
cruzando mil valles.
Llegarán en el vuelo
de tus horas rosadas
y vendrán a cubrirte
de alegría, la cara.
En tu boca harán nido,
en tu pecho, con calma,
trenzarán finos hilos
de la noche hasta el alba;
y el amor nacerá,
como nace el buen trigo,
el que crece en tu alma
y en sus ojos de niño.
 
 

jueves, 10 de octubre de 2013

Procuro olvidarte.

No puedo guardar la esencia
de la flor más perfumada,
ni la luz que a mi pupila
en claroscuros dilata.
Ni el sonido de las palabras,
ni la voz de una guitarra,
venga cantando alegre
o llore penas amargas.
 
No quiero guardar el recuerdo
de tu imagen en mi memoria,
ni aquellas palabras tuyas
que me supieron a gloria.
Ya ves que extraños deseos
confluyen a su albedrío;
lo que quiero guardar, no puedo,
lo que quiero olvidar..., ya es mío.

 
 
 
 


miércoles, 2 de octubre de 2013

Las decisiones del buen Pepín.

Pepín y Manolita, un matrimonio feliz doquiera se busque, llegadas las vacaciones del hombretón, habla con su mujer.

Pepín: Mi reina, hace mucho que no salimos a ver mundo, pues ya está bueno lo bueno, he decidido que te voy a llevar a que conozcas La Giralda de Sevilla.
Manolita: ¡Huy La Giralda!...¡no sabes la ilusión que me hace a mí!, ya era hora de que tomaras decisiones, hijo de mi alma, que siempre me dejas a mi con todo el peso de hacer o dejar de hacer.
Pepín: Pues ¡ea! ya estás preparando la maleta que para luego es tarde.

Ella, obediente, busca en el ropero la maleta que tiene guardada en el altillo envuelta en una sábana, la echa sobre la cama, la abre, y dubitativa dirige la mirada a su marido que la contempla desde la puerta de la habitación.

Manolita: Oye Pepillín, digo yo...que...mi madre...no la vamos a dejar aquí solita ¿no?.
Pepín: ¡Noo!, de eso nada, ¿cómo?, la vamos a llevar a la casa de tu hermano, al calorcito de la familia, no penes por eso mi reina.
Manolita: Ay Pepín...si es que...no es por mi hermano, pero su mujer...no la va a cuidar como lo hago yo, ni siquiera le va a hablar como yo, ella es muy chillona ya sabes las voces de soprano que se gasta.
Pepín: Sufres por sufrir, Manolita, si tu madre y su oído hace tiempo ya que perdieron la amistad. Anda, confía en tu cuñada que tu madre la va a entender mejor que a ti, mujer.
Manolita: No sé, no sé, yo no me quedo tranquila, mira si no cómo estaré de azorada -le dice mientras va doblando la ropa que va metiendo en la maleta-  que sin darme cuenta ya he metido dos blusas suyas en el equipaje.
Pepín: Pues las sacas, una equivocación la tiene cualquiera.
Manolita: Esto es una señal del destino Pepín, esto va a ser que se tiene que venir, hay que hacer caso a las señales mira si no la ocurrencia tuya de irnos de viaje, a santo de qué después de tantos años íbamos a viajar...,es otra señal del destino y verdad es que le vamos a hacer caso.

A Pepín poco a poco se le va calentando el genio, pero no dice nada, sólo resopla, bufa.
Buscando argumentos para hacerla desistir de su idea le pinta Sevilla con unas calles empinadas y cuesta arriba y con las aceras hechas de cantos rodados, incómodas de transitar.
A todo ello Manolita le responde que su madre tiene el oído extraviado, pero que las piernas muy obedientes.

Manolita: ¿Me estás dando a entender, Pepín de mi corazón, que si mi madre nos acompaña, en vez de ir de vacaciones vamos a ir de Vía Crucis? porque eso no te lo voy a consentir, sabes cuánto te quiere, los guisos que te prepara...¡mira! así se lo vamos a agradecer, ¿ves? es otra señal del destino.

Pepín, que lo que más grande tiene, aparte del estómago, es el corazón, contesta:

No se diga más, mujer, tu madre se viene.
Manolita: ¡Ay!  -un ay largo y alegre como unas castañuelas-  si yo llego a saber lo bueno que eres tomando decisiones...te las dejo todas a ti.
Y haciendo como que le abrocha un botón de la camisa y luego se la plancha con las manos, termina el arreglo con un beso cuyo chasquido en la mejilla resuena por toda la habitación.

El día siguiente es el día del viaje, Manolita ya le ha dejado dicho a su marido que sea él quién le de la noticia a su madre, ya que de él ha sido la decisión de llevarla con ellos a la capital Hispalense.
Pepín se dirige a la habitación de doña Carmen, que está sentada en una mecedora, con el bolso colgado del hombro y recién llegada de la peluquería.

Pepín: Carmencita, ¿ha visto alguna vez La Giralda?.
Doña Carmen: ¿Cómo dices, hijo? ¿si ya he guardado la falda?...sí, me llevo tres, con esas me arreglo para unos días. ¿Nos vamos ya?.










martes, 1 de octubre de 2013

Inaccesible amor.

 
España se me hizo tan grande,
cuánta tierra por medio había,
galopando en corcel, de noche,
sus crines peinaba el día.
Valles anclados, sin nombre,
montañas de cumbre umbría,
bosques de encaje, y guijarros,
de piedra en la serranía.
 
Para encontrar tu mirada
nada me detenía.
 
En las noches buscaba aposento
bajo los robles armados,
y el primer rayo del alba
era tu nombre en mis labios.
Bebía en copa de río,
lavabanme rayos de luna,
mi alimento era el rocío
mis sábanas hilos de bruma.
 
Para encontrar tu mirada
fuerza e ilusión eran una.
 
Y adelante, siempre adelante,
siempre en busca, en pos de un sueño,
de un camino inacabado
a inacabado sendero.
Mas, ¿dónde ha desta tierra fin?
¡cuán errantes dama y montura,
cabalgan aún bajo la luna,
hasta el último confín!