lunes, 14 de octubre de 2013

Déjame que te cuente.

Tengo pena, madre,
madre, tengo pena
de la flor que se marchita
en la mano del amante.
Del calor que nunca llega
de unos labios a escucharse,
del beso que se propaga,
en un vacío cortante.
Tengo pena, madre,
madre, tengo pena
del hombre que muere joven,
del viejo pidiendo muerte,
de la flor que nace blanca
y en amarga almendra revierte.
Y tengo pena, madre,
que el amor, siendo tan noble,
el que a toda mano acoge,
se abandone, como a un perro
malherido, a su suerte.
 
 


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