miércoles, 2 de octubre de 2013

Las decisiones del buen Pepín.

Pepín y Manolita, un matrimonio feliz doquiera se busque, llegadas las vacaciones del hombretón, habla con su mujer.

Pepín: Mi reina, hace mucho que no salimos a ver mundo, pues ya está bueno lo bueno, he decidido que te voy a llevar a que conozcas La Giralda de Sevilla.
Manolita: ¡Huy La Giralda!...¡no sabes la ilusión que me hace a mí!, ya era hora de que tomaras decisiones, hijo de mi alma, que siempre me dejas a mi con todo el peso de hacer o dejar de hacer.
Pepín: Pues ¡ea! ya estás preparando la maleta que para luego es tarde.

Ella, obediente, busca en el ropero la maleta que tiene guardada en el altillo envuelta en una sábana, la echa sobre la cama, la abre, y dubitativa dirige la mirada a su marido que la contempla desde la puerta de la habitación.

Manolita: Oye Pepillín, digo yo...que...mi madre...no la vamos a dejar aquí solita ¿no?.
Pepín: ¡Noo!, de eso nada, ¿cómo?, la vamos a llevar a la casa de tu hermano, al calorcito de la familia, no penes por eso mi reina.
Manolita: Ay Pepín...si es que...no es por mi hermano, pero su mujer...no la va a cuidar como lo hago yo, ni siquiera le va a hablar como yo, ella es muy chillona ya sabes las voces de soprano que se gasta.
Pepín: Sufres por sufrir, Manolita, si tu madre y su oído hace tiempo ya que perdieron la amistad. Anda, confía en tu cuñada que tu madre la va a entender mejor que a ti, mujer.
Manolita: No sé, no sé, yo no me quedo tranquila, mira si no cómo estaré de azorada -le dice mientras va doblando la ropa que va metiendo en la maleta-  que sin darme cuenta ya he metido dos blusas suyas en el equipaje.
Pepín: Pues las sacas, una equivocación la tiene cualquiera.
Manolita: Esto es una señal del destino Pepín, esto va a ser que se tiene que venir, hay que hacer caso a las señales mira si no la ocurrencia tuya de irnos de viaje, a santo de qué después de tantos años íbamos a viajar...,es otra señal del destino y verdad es que le vamos a hacer caso.

A Pepín poco a poco se le va calentando el genio, pero no dice nada, sólo resopla, bufa.
Buscando argumentos para hacerla desistir de su idea le pinta Sevilla con unas calles empinadas y cuesta arriba y con las aceras hechas de cantos rodados, incómodas de transitar.
A todo ello Manolita le responde que su madre tiene el oído extraviado, pero que las piernas muy obedientes.

Manolita: ¿Me estás dando a entender, Pepín de mi corazón, que si mi madre nos acompaña, en vez de ir de vacaciones vamos a ir de Vía Crucis? porque eso no te lo voy a consentir, sabes cuánto te quiere, los guisos que te prepara...¡mira! así se lo vamos a agradecer, ¿ves? es otra señal del destino.

Pepín, que lo que más grande tiene, aparte del estómago, es el corazón, contesta:

No se diga más, mujer, tu madre se viene.
Manolita: ¡Ay!  -un ay largo y alegre como unas castañuelas-  si yo llego a saber lo bueno que eres tomando decisiones...te las dejo todas a ti.
Y haciendo como que le abrocha un botón de la camisa y luego se la plancha con las manos, termina el arreglo con un beso cuyo chasquido en la mejilla resuena por toda la habitación.

El día siguiente es el día del viaje, Manolita ya le ha dejado dicho a su marido que sea él quién le de la noticia a su madre, ya que de él ha sido la decisión de llevarla con ellos a la capital Hispalense.
Pepín se dirige a la habitación de doña Carmen, que está sentada en una mecedora, con el bolso colgado del hombro y recién llegada de la peluquería.

Pepín: Carmencita, ¿ha visto alguna vez La Giralda?.
Doña Carmen: ¿Cómo dices, hijo? ¿si ya he guardado la falda?...sí, me llevo tres, con esas me arreglo para unos días. ¿Nos vamos ya?.










2 comentarios:

  1. Que lindo regresar y que estés aquí, miedo de perderlos, Duendecito, cuanto honor que el poema esté aquí, gracias linda. Me hacés sentir querida y eso yo siempre lo agradezco porque es para mi lo más valioso siempre.
    Este cuento tuyo es pura ternura, así deberían de ser las familias con el corazón grande como el de Pepín.

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    1. Gracias a ti siempre, Lyli, te aprecio mucho, tu ya lo sabes y aunque cada una está en una punta del planeta las letras nos acercan, me alegra mucho saber que cuento con tu amistad y que tú cuentas con la mía.
      Muchos besos y que Dios te guarde siempre, a ti y a tu familia.

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