miércoles, 27 de noviembre de 2013

Adolescencia

 
Comprimidos en su mochila
guarda sueños y libros
y sus adolescentes ojos limpios,
brillan en su cara de niña.
 
En esta revolución callada
emergen mil sensaciones,
que brotan en una cascada
de rebeldía y contradicciones.
 
La crisálida ya es mariposa
que quiere volar en su mundo,
pero es delicada y preciosa
y aún no ha marcado su rumbo.
 
Y en sueños de purpurina,
resplandecen sus quince años,
siendo mujer, aún es niña,
niña que roza otras manos.
 

lunes, 25 de noviembre de 2013

Querido inerte.

Cuán parecidos somos los dos; tú, ahí, eternamente esperando, no lo quieras disimular, a los dos nos han abandonado.
A ti te dieron la vida a golpe de cincel y martillo, a mí también, querido inerte, a mi también. Cada golpe que recibí me construyó, como a ti, me dio forma y carácter, me empujó a salir al mundo, y ya ves, insigne inerte, a los dos nos abandonó quien nos dio la vida.

Los dos descansamos sobre un pedestal, el tuyo de mármol frío para igualar tu temperatura; el mío de cartón, para regular la mía. A ti te acompañan las palomas, a mi un gorrión, mi perro, y no digamos la plaza que compartimos, expuestos los dos a las miradas, con un mismo fin, querido inerte, que no nos olviden.
Verdad es que, cuando nos mira la gente, piensa en nuestro pasado y que, posiblemente, si estamos aquí es porque lo merecemos. Yo lo noto más que tú, se distinguir la intención que hay en una mirada.
En fin, querido inerte - ahora habla en voz alta y, haciendo un esfuerzo, se levanta del suelo- me marcho, si hay algo que soporto peor que tú es el frío, la lluvia y el hambre.
Vamos Gorrión.

martes, 19 de noviembre de 2013

Romance de la incomprensión.

Y ahora pasa por mi lado
y tan siquiera me mira,
a veces, me vuelve la cara,
como a una desconocida.
 
Yo le di la primavera,
lo hice flor de una semilla,
lo alimenté con mis venas
y le recé de rodillas.
Dos veces treinta,los años,
que me ha gastado la vida,
a pares los desengaños
con alegrías vividas.
Nuestro hogar era un brasero
con llamitas encendías,
mi niño, era el lucero,
y mi marío el mesías
al que le hice juramento
de amarlo todos los días;
y lo quise, bien es cierto,
y el me quiso, a su manera,
sin campanas tocando a besos,
mas con lecho y mesa ofrecida.
Y así, niño de agua,
fueron pasando los años,
-el chico, como en la fragua,
se fue forjando hecho hierro
y nosotros, los amantes,
que nunca tocaron el cielo,
nos fuimos acostumbrando
a vivir sin un te quiero-
Y ahora, maldita la suerte
que se cruzó en mi camino,
me está llevando a la muerte
y a la vida que no he vivido.
Ese hombre que odias,
ese, con el que convivo,
al que nunca llamarás padre
y  te respeta como a un hijo,
le ha vuelto la vida a tu madre,
me ha hecho saber que yo existo.
Repróchame el abandono,
la frialdad que he tenido
al elegir de qué modo
quiero acabar mi camino;
pero soy la misma madre
que con dolor te ha parido,
la que te lleva en la sangre
aunque no estés en el nido.
Castígame con palabras
y con tu rencor de niño,
levanta un puente de silencio
que al tiempo caiga vencido,
planta un jardín de ortigas
que, al tocarlas, me recuerden
lo que escuecen tus heridas,
las que son mi media muerte,
pero no me vuelvas la cara
ni me entierres en tu olvido,
sí, tu madre está enamorada
y qué...
¡ tú sigues siendo mi hijo!
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


viernes, 15 de noviembre de 2013

Romance de la voz en la sangre.( Rafael de León )

Fue hacia la tercera luna
cuando lo sintió en los centros.
Estaba sobre la hierba,
tumbada de cara al cielo
—viendo la tarde morirse
sobre sus ojos abiertos—
cuando notó en la cintura
como un pájaro pequeño,
que aleteó por lo oscuro
de su vientre unos momentos,
y luego vino a pararse
sobre su talle, en silencio...
Fue hacia la tercera luna
cuando lo sintió en los centros...
Un ¡ay! de gozo y asombro
y otro de duda y recelo
salieron de su garganta.
Las palomas de su pecho
se erizaron de blancura,
y un temblor de alumbramiento
sacudió de sur a norte
todo el mapa de su cuerpo
e hizo crujir entre sombras
las ramas de su esqueleto...
En un brinco de gacela
se ha levantado del suelo
y ha echado a andar lentamente
por la vereda de cedros.
Parece tallada en tierra
la cara de Sacramento.
—Iré a ver a la Jacinta
lo mismo que otras lo hicieron...
Ella conoce las plantas
y sabrá darme el remedio...
—¿No te da pena matarme
antes de nacer...?
¡Qué miedo
le dio al escuchar la voz
que le salía al encuentro,
envuelta en hilos de sangre
cortando su propio aliento!
—¿Quién eres que así me hablas...?
—Ahora, nadie... casi un sueño;
mañana, si tú me dejas,
un hombre de cuerpo entero...
—¿Y qué voy a hacer, mi niño?
—Parirme como un almendro
en la mitad de la cama
con las entrañas ardiendo.
—¿Pero y mi honra?
—Tu honra
la limpiaré con mis besos:
las madres después del parto
quedan igual que un espejo...
—Pero me faltan seis meses,
seis plenilunios completos
frente a los ojos que miran
y las bocas de veneno.
—¿Y a ti qué te importa nadie?
Ponte delante del pueblo
y escúpele la belleza
de llevar un hijo dentro.
—¡Temo a las lenguas cobardes!
—Y en cambio no te da miedo
ir a buscar una planta
de sombra —flor de silencio—,
para derramar mi vida
por el primer sumidero
y que no quede del hijo
ni una fecha ni un recuerdo...
—¡Calla!
—No puedo callarme.
Una perra no haría eso:
me lamería los ojos
hasta que los fuera abriendo...
Pondría mi piel süave
lo mismo que el terciopelo
y luego ya, sin saliva,
con los dientes en acecho,
se tumbaría a mi lado
hecha un río dulce y tierno,
para que yo la dejara
hasta sin cal en los huesos.
—¡Por Dios!
—Por Él, yo te pido
que no me dejes sin cielo.
Corta sábanas de holanda;
borda pañales de céfiro;
aprende nanas azules
y planta naranjos nuevos...,
y cuando me hayas parido
como a un torito pequeño,
abre puertas y ventanas,
que me contemplen durmiendo
lo mismo que un patriarca
en el valle de tus pechos...
La voz se apagó en la sangre;
la cara de Sacramento
parece como de barro
de oscura que se le ha puesto,
y con sus manos sin pulso
se toca el vientre moreno...
¡Ay qué monte de alegría!
¡Qué rosal al descubierto!
¡Qué luna bajo la falda!
¡Qué lirio de tallo inquieto!
—¡Yo te juro, amor —mi niño—,
por mis vivos y mis muertos,
que te he de parir un día
sonámbula de contento,
aunque me escupan a una
todas las lenguas del pueblo!

martes, 5 de noviembre de 2013

Antítesis.

Si de una dulce mirada
brota un río de paz...,
si de una boca enamorada
el fuego que enciende un lar...,
si de unas manos amorosas
la fuerza de la bondad...
entonces, lo que siento, no puede ser malo...,
y lo debo olvidar.

Sensibilidad en estado puro.


Este bebé es el ejemplo más claro de lo que es sensibilidad.
Si su mamá no le da un beso y un achuchón...¡se lo doy yo!.