Dos cafés dispuestos en la mesa invitan a Rodrigo y Ernesto a una distendida conversación pero, dado que son colegas médicos de la apasionante rama de la psiquiatría, aparte de amigos, la charla deriva en cambios y contrastes de opiniones sobre algunos de sus casos. -Ahora estoy sumido en el tratamiento de una familia de tres miembros, padre, madre e hijo, los tres padecen doble personalidad: el hijo es mecánico y por las noches dice que un impulso superior a su voluntad le obliga a vestirse de mujer. Ayer mismo me comentó que se había comprado unas medias de rejilla y que está loco por estrenarlas. Este individuo ha encontrado su vía de escape en una sala de fiestas, se ha hecho Drag Queen y reina en la noche, pero no porque sienta atracción por los hombres sino porque su parte femenina eclosiona hasta el extremo de la exageración, eso me cuenta. Se le va un pastón en atrezzo, no creas. Tiene un problema añadido, alguien lo está acosando y dice que se vengará de él el día que se le averíe el coche y lo lleve a su taller para repararlo. Por otro lado el padre, que es fontanero, se desdobla en la personalidad de un guardia civil, también con nocturnidad y tiene entre ceja y ceja a una mujer que, según me cuenta, es una alteradora del orden público. De hecho la está investigando y todas las noches la ve entrar en un dudoso local; él, paga religiosamente su entrada para no levantar sospechas y desde un rincón la observa. Alguna vez ha pensado si estará en manos de una banda mafiosa, pero descarta esa posibilidad puesto que en las actuaciones de la chica nota que disfruta con lo que hace. Se ha matriculado en un gimnasio porque necesita entrenamiento y fortaleza para cuando llegue el momento de su detención; por lo visto ella mide dos metros veinte frente al metro y medio de tubería del fontanero. Y la madre, pobre mujer, dice que es inspectora de sanidad y que cuando su marido e hijo llegan a casa, siente la imperiosa necesidad de tomarles muestras de aliento, ha comprado un alcoholímetro de estos que venden en las gasolineras y un microscopio donde repasa toda evidencia aspirada de la ropa de ellos. Ha llegado a la conclusión de que su hijo es un mujeriego, no hay noche que no venga con el cuello de la camisa marcado de maquillaje y purpurina y afirma, que su marido tiene contacto con armas de fuego, le encontró una bala del calibre catorce sin detonar y testada del año 65. Yo le digo que más que inspectora de sanidad lo que es, es una agente del C.S.I. ¡Uh! se me ha hecho muy tarde Ernesto, me marcho, que antes de incorporarme a la consulta debo pasar por el rastrillo a ver si encuentro de una puñetera vez el cromo que me falta de Heidi.
Dos amigos se encuentran por la calle de Las Ventas. ¡Tres años sin vernos las caras! dime amigo ¿qué te cuentas? La vida me trata bien, no me puedo quejar unas veces toca perder otras, toca ganar. Te invito a comer, dice Pedro, y así entre viandas, hablamos, me cuentas y yo te cuento y al mismo tiempo tragamos. Empieza Pedro a pedír jamón con queso manchego, una botella de Anxo Martín, dos cazuelitas de mero, langostinos por doquier, una pierna de cordero, pestiños bañados en miel y dos tocinos de cielo. Poco hablan los amigos, no le dan tiempo al bigote de articular palabra ante fantástico lote. Pide Pedro la factura y enrrollada la trajeron si se midiese en altura tendría dos metros y medio. Cuando ve el susodicho tal rollo se levanta muy tranquilo, como el que no quiere la cosa, y dando pasitos muy finos a la salida se emboca. El otro se levanta apurado: ¡eh, dijiste que me invitabas!, Y ya lo he hecho, he invitado ¡haz tu también algo y paga!.