domingo, 29 de diciembre de 2013

Sintonizando el dial.

Dos cafés dispuestos en la mesa invitan a Rodrigo y Ernesto a una distendida conversación pero, dado que son colegas médicos de la apasionante rama de la psiquiatría, aparte de amigos, la charla deriva en cambios y contrastes de opiniones sobre algunos de sus casos.
-Ahora estoy sumido en el tratamiento de una familia de tres miembros, padre, madre e hijo, los tres padecen doble personalidad: el hijo es mecánico y por las noches dice que un impulso superior a su voluntad le obliga a vestirse de mujer. Ayer mismo me comentó que se había comprado unas medias de rejilla y que está loco por estrenarlas. Este individuo ha encontrado su vía de escape en una sala de fiestas, se ha hecho Drag Queen y reina en la noche, pero no porque sienta atracción por los hombres sino porque su parte femenina eclosiona hasta el extremo de la exageración, eso me cuenta. Se le va un pastón en atrezzo, no creas. Tiene un problema añadido, alguien lo está acosando y dice que se vengará de él el día que se le averíe el coche y lo lleve a su taller para repararlo.
Por otro lado el padre, que es fontanero, se desdobla en la personalidad de un guardia civil, también con nocturnidad y tiene entre ceja y ceja a una mujer que, según me cuenta, es una alteradora del orden público. De hecho la está investigando y todas las noches la ve entrar en un dudoso local; él, paga religiosamente su entrada para no levantar sospechas y desde un rincón la observa. Alguna vez ha pensado si estará en manos de una banda mafiosa, pero descarta esa posibilidad puesto que en las actuaciones de la chica nota que disfruta con lo que hace. Se ha matriculado en un gimnasio porque necesita entrenamiento y fortaleza para cuando llegue el momento de su detención; por lo visto ella mide dos metros veinte frente al metro y medio de tubería del fontanero.
Y la madre, pobre mujer, dice que es inspectora de sanidad y que cuando su marido e hijo llegan a casa, siente la imperiosa necesidad de tomarles muestras de aliento, ha comprado un alcoholímetro de estos que venden en las gasolineras y un microscopio donde repasa toda evidencia aspirada de la ropa de ellos. Ha llegado a la conclusión de que su hijo es un mujeriego, no hay noche que no venga con el cuello de la camisa marcado de maquillaje y purpurina y  afirma, que su marido tiene contacto con armas de fuego, le encontró una bala del calibre catorce sin detonar y testada del año 65. Yo le digo que más que inspectora de sanidad lo que es, es una agente del C.S.I.
¡Uh! se me ha hecho muy tarde Ernesto, me marcho, que antes de incorporarme a la consulta debo pasar por el rastrillo a ver si encuentro de una puñetera vez el cromo que me falta de Heidi.

2 comentarios:

  1. ¡Vaya! Un relato sorprendente María José.
    Esto de la psiquiatría está lleno de sorpresas...jajajajja. Vaya personajes, incluido el propio psiquiatra.

    Me ha encantado pasar un buen rato leyéndolo.

    Abrazos y que el año nuevo te traiga mucha felicidad.

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  2. Me alegra mucho que así haya sido, Jero. Gracias por tu visita y buena salida y entrada de año.
    Abrazos querido amigo.

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