miércoles, 31 de julio de 2013

De puertas adentro.

Floreada luce la ermita en una tarde de agosto,
las campanas precipitan sus grandes cuerpos redondos,
y entre pétalos de rosas y de blancas margaritas,
salen de allí desposados, Manuel y Carmencita.

¡Vivan los novios! -exclama-  todo el que está presente
y una nube de arroz lanza, con buenos deseos, la gente.

Tras dos años de casados, de caricias en la piel,
un niño les ha regalado, la vida, por su querer.
Ojos negros, piel morena -igualito que Manuel-
suave como la crema, tan dulce como la miel.

La sonrisa es de su madre y ese hoyuelo en la barbilla,
y la gracia de su risa... ¡ eso no hay quién lo compare!.

Pero un aciago día, llega Manuel enojado
y empapado de bebida, a casa, de lado a lado.
Carmen le abre la puerta, tras lo cuatro golpes dados
y al abrirla, lo que encuentra, es a un Manuel cambiado.

Su mirada está perdida y sus gestos desconoce,
mas con la mano tendida, a su esposo recoge.
El primer golpe...en la cara, recibe Carmen dolida
y en su mejilla que sangra, una brecha se perfila.

Un silencio sepulcral se abrió entre la pareja,
como de acero, un puñal, se clavó en su alma de perla.
Así comenzó el calvario de esas noches sin final
¡dónde estará el remedio, para curar este mal!

¡Ay, si mi madre supiera, por lo que yo he de pasar!,
¡Y si mi padre me viera! lo que por mí iba a llorar...
recordando el día que me diera, a Manuel, en el altar.

El amor se puede terminar, pero jamás, convertirse en violento desprecio.
 Una mano alzada contra una mujer, rompe mucho más que una cara...
María José.

martes, 30 de julio de 2013

Un brillo en la oscuridad.

Su piel era tan delicada que no podía recibir los rayos del sol; esa sensibilidad le producía picores y molestias en los ojos. Incluso en los días nublados tenía que salir a la calle con protección, y esto le obligaba a permanecer, casi, en una constante penumbra.
-Mamá, ¿por qué me ha tocado ser así?. Soy diferente a todos mis amigos, ellos pueden salir a la calle a jugar y no les ocurre nada, y sin embargo, yo no puedo.
-En la vida, hay muchas cosas que no podemos elegir, hijo mío, nos vienen dadas por el azar, pero debemos aceptarlas de la mejor manera y aprender a vivir con ellas. No todos somos iguales, es cierto, pero cada uno de nosotros, seamos como seamos, somos igual de importantes y especiales.
Verás, voy a contarte una historia, -dijo su madre acomodándose en su regazo-.

Un día, en la sabana de África, se reunieron unos cuántos animales y discutían entre ellos por que cada uno decía ser el más importante.
Yo soy el más poderoso de la selva -decía el león-. Con un rugido mío todos se estremecen, soy el más temido.
El elefante, que estaba a su lado, le replicó: -Yo soy mejor que tú, tengo una memoria prodigiosa; jamás olvido una senda por la que haya caminado, así pasen muchos años.
¿Y eso de qué sirve? - decían las gacelas riendo- nosotras somos las más veloces, además de esbeltas, y cuando corremos, lo hacemos tan rápido que apenas tocamos el suelo.
-Si estáis hablando de quién es el mejor, no dudarlo más, soy yo- dijo el cocodrilo muy serio. -Yo domino mi territorio tanto dentro como fuera del agua...¿alguien duda de mí?
De repente, se escuchó una vocecita:
-También yo soy importante, tanto como vosotros.
Todos miraron a su alrededor para ver de dónde procedía aquella voz, pero no vieron a nadie.
-¡Heyyy...estoy aquí, en el árbol!
Miraron hacia arriba y pudieron ver un pequeño cuerpecito.
¿Y tú quién eres? -preguntó una gacela-
-Os estoy escuchando y yo también pienso que soy la más importante-
¡Tú!- dijeron al unísono- pero si eres tan pequeñaja que apenas se te ve. Y rieron.
-Bueno, si no me creéis os lo puedo demostrar. Volved cuando la bola amarilla caiga y el color se vaya.
Así lo hicieron, cuando llegó la noche todos se reunieron de nuevo bajo el árbol. Esperaban inquietos para ver qué iba a ocurrir, pero allí no aparecía nadie.
-Me parece que se ha reído de todos nosotros- dijo el elefante.
Pero sorprendentemente, en medio de la oscuridad, comenzaron a encenderse unas lucecitas muy brillantes que flotaban en el aire. Se movían entre todos ellos como si fueran estrellas que habían bajado del cielo. Eran ellas, ¡las luciérnagas!.
Todos los animales quedaron con la boca abierta, asombrados, jamás habían visto nada tan bonito.

¿Quién era mejor?. Nunca se supo, cada uno de ellos era valioso e importante, pero al mismo tiempo, diferente y especial.

El pequeño se quedó dormido con una caricia en la mejilla, y un beso en la frente.












 







Angel de Amor.

Yo quería decirte con palabras
lo que en latidos me pasaba,
 quería que vieras mis ojos
como te miraban.
Yo quería que sintieras el temblor
de mis manos cuando te escribían
y como mi mundo exterior
desaparecía.
Pero, cómo explicar lo inexplicable
si esto, no es cosa de palabras,
esto son cosas del Ángel
que me mandas.
 


domingo, 28 de julio de 2013

La espera.

Una mañana de primavera
de la más triste que vi salir,
tomaste rumbo para otra tierra
y desde el puerto te vi partir.
No llores niña, dijiste al verme
con el pañuelo decirte adiós,
que éste marino volver no puede
a consolarte por tu dolor.
Adiós adiós
mi corazón,
adiós marino, adiós estrella, adiós amor.
Adiós adiós
mi corazón,
cuida de él, viento, cuida de él, agua, cuida de él Dios.
Después de muchas noches sin verlo,
después de días sin su calor,
llegó el verano, llegó el invierno
y mi marino no regresó.
Anclada a tierra quedó mi suerte,
sin una carta, sin un rumor,
sin nadie nadie, que me recuerde,
que su barquito no naufragó.
Adiós adiós
mi corazón,
adiós marino, adiós estrella, adiós amor.
Adiós adiós
mi corazón,
cuida de él viento, cuida de él, agua, cuida de él, Dios.
Pero las olas son alas finas
que nunca olvidan el buen amor,
y lo protegen y lo encaminan
y lo devuelven al malecón.
Con el pañuelo aquél que un día
llorando perlas lo despedí,
hoy lo recibo, limpia mi pena,
porque la espera lo trajo a mí.
 
 
 
 

viernes, 26 de julio de 2013

Me gusta.

Me gusta mirar la flores cuando despiertan en primavera.
Me gusta cantarle al viento, por las mañanas, mis habaneras.
Me gusta la espuma blanca del mar que rompe contra las piedras.
Me gusta mirar tu ojos, rozar tu espalda de piel morena.
 
Ay niño ¡vente conmigo! 
vamos a cortar estrellas,
yo las colgaré en tu cuello
tu me rondarás con ellas.
Ay ¡vente conmigo niño!
más allá del Universo,
por el plateado camino
que dibujan nuestros versos.
 
Me gusta darte la mano cuando te sientes perdido.
Me gusta besar tus labios, cuando te encuentro dormido.
 
María José Q

miércoles, 24 de julio de 2013

Yo más.

Manuela y Paquita eran amigas desde la juventud; las dos se echaron novio casi al mismo tiempo, casualmente hermanos. Terminaron, pues, siendo queridas cuñadas.
Las dos eran especialmente presumidas y algo envidiosillas una de la otra, si una llevaba un vestido con un estampado de flores, la otra llevaba otro vestido estampado de flores más un collar de dos vueltas. Cuando una se quedó embarazada, la otra no tardó ni dos meses en concebír a Paquito, así que los primos parecían hermanos.
Fueron creciendo los hijos y una presumía de que el suyo trabajaba en el mejor hospital de la ciudad, mientras que la otra lo hacía de que el suyo era quien más coches vendía del concesionario.
Cuando los muchachos se casaron, una encargó una traca de veinte minutos para festejar la buena nueva a la salida de la iglesia; dos años más tarde, la otra encargó un castillo de fuegos artificiales para la boda de Manuel.
Ahora, ambas cuñadas ya están muy mayores y cuando se ven y una se queja de lo mucho que le duelen las rodillas, la otra le dice: huy, y a mí las rodillas y los riñones.

martes, 23 de julio de 2013

Campo de guerra.

Los campos están minados,
bajo la tierra se cuentan
por cientos, los agujeros;
dentro, raíces se enhebran
para abrirse luego al cielo.
 
Y la tierra suspira
bajo un sol que deja ciego.
 
Brotan lanzas espigadas,
puntean igual que dedos;
serán bastión de batallas,
triunfo de los guerreros.
¡Se están cambiando las balas
por ¡flores!, con un te quiero!
 
 
 
 

Mi campo de guerra es un campo minado de flores, tallos que lanceados se levantan en armas, las armas que sólo lleva el mejor ejército del Mundo: el Amor.
 


domingo, 21 de julio de 2013

El cocodrilo Verdellorón. (Cuento infantil)

Érase una vez un cocodrilo, un cocodrilo como todos los cocodrilos de andar por casa; ya sabéis, con ojos saltones, narizota redonda y cuatro dientes.
Sí, de momento sólo tenía cuatro, dos arriba y dos abajo, era todavía pequeño.

Se lamaba Verdellorón.
Verde por su color, y llorón, porque cuando estaba triste lloraba, como suele pasar, pero es que cuando estaba contento lloraba de la risa y cuando estornudaba se le saltaban las lagrimillas también.
Pero Verdellorón tenía un problema:
tenía miedo al agua.
Y como todos sabéis, los cocodrilos viven en los ríos; descansan en la orilla y se zambullen en el agua donde cazan para comer.
Sus papás y sus hermanos ya no sabían de qué manera convencerlo para que entrara en el agua, pero no había forma posible y sólo de pensarlo se ponía malito, tanto ,que hasta le dolía la barriga.
Un día, toda la familia ideó un plan para quitarle ese miedo y adaptarse como todos los demás a su medio.
Dijo la mamá:
-Mañana vamos a ir todos de paseo por la orilla del río. Caminaremos cuando haga más calor y escogeremos un camino muy largo así, cuando todos estemos cansados, sedientos y acalorados, no tendremos más remedio que meternos en el agua para refrescarnos y descansar flotando y Verdellorón no podrá negarse.
Así lo hicieron, caminaron y caminaron y caminaron ....
Verdellorón decía:
-¿pero cuándo podemos descansar, mami?
-Un poco más adelante descansaremos- respondió su madre.
Se quedó el último, pues al ser el más pequeño daba los pasos más cortos.
Al fin, todos fatigados se zambulleron en el agua, todos....menos él.
Desde el río le animaba toda la familia:
-¡Venga, entra en el agua!
-¡Vamos....hummm que rica y fresca está!
Pero él no hacía caso.
-Vamos hermanito, aquí jugaremos, ¡ven!
Pero no hubo manera alguna de convencerlo.
Todos se enfadaron un poco puesto que el plan no había funcionado.
Regresaban de nuevo a casa, cuando de repente, Verdellorón se dió cuenta de que se había distanciado del grupo y se asustó.
Llamaba a sus padres pero no lo escuchaban. De pronto oyó una voz que gritaba:
¡socorro! ¡socorro!
Miró a su alrededor y pudo ver que en el río había caído un pajarito desde un árbol y se estaba ahogando.
Verdellorón no sabía qué hacer, le daba mucha pena,  pero era tanto el miedo que le tenía al agua que no era capaz de nadar hasta él.
El pajarito aleteaba sin conseguír salír del agua y las fuerzas le fallaban.
Muy nervioso, metió una pata en el agua, pero de nuevo se echó para atrás.
Cogió una rama con la boca e intentó acercarla hasta el ave, pero no llegaba.
Finalmente tomó aire y dijo:
-Allá voy ¡aguanta, te salvaré.!
Y nadando como no se hubiera imaginado nunca, llegó hasta el pajarito, que rápido, se subió en su cabeza.
Y contentos los dos se dirigieron a la orilla.
El pajarito no sabía de qué manera agradecer que le hubiera salvado la vida, pero Verdellorón le dijo:
-Ya me has pagado el favor, amiguito, gracias a tí me he metido en el agua.....¡lo que nunca me hubiera imaginado!, las gracias te las doy yo a tí y seremos siempre amigos.
El pajarito en señal de gratitud le contestó:
-de aquí en adelante te ayudaré a lavarte los dientes. Cuando comas te quitaré la comidita que te quede y te acompañaré por el río subido en tu cabeza.
Y así fué cómo Verdellorón venció su miedo ,y por eso los pajaritos le limpian los dientes a los cocodrilos.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
¡Ah! una cosita:
Jamás intentéis tocar un cocodrilo, Verdellorón tenía cuatro dientes, pero los grandes tienen ¡muchíiiiiiisimos!.



Qué fue del Amor...

Yo debí quererte,
debí quererte cuando el río
era caudalosas aguas,
cuando el viento era bravío,
cuando las flores ascuas.
Yo debí quererte,
debí quererte en la mañana
clara y limpia y encendida,
cuando mi sangre era llama
y tú, hoguera prendida.
Ahora el curso del agua es lento,
y en lontananza una brisa,
en un requiebro de viento,
es lo que mi alma divisa.
Ahora, las flores de mis mejillas,
son pálidas azucenas,
las que fueron alegrías
son del color ajenas.
¿Por qué no nos quisimos
antes de caer la noche?
¿Por qué siempre pusimos
en nuestra boca un broche
que a las palabras callaba,
mientras que el corazón al trote
luchaba por desatarlas?
Yo debí quererte,
tú debiste amarme,
no debí perderte,
tú, nunca olvidarme.

 
 
 
 
 


sábado, 20 de julio de 2013

A veces..., siempre.

A veces soy ola crecida y rabiosa
que llega en volandas surgiendo del mar,
una onda lanzada, que se estrella en la roca,
y una vez rota, vuelve a callar.
A veces soy astro, lejano y perdido,
que desde el silencio sólo puede mirar
las manos que arañan, los labios mordidos,
las mentiras pardas y el mar frente al mar.
Pero siempre
puedo ver la  terneza
de las palomas zureando en el palomar,
la limpia y eterna pureza
del niño naciente que gime al llegar.
Y sé, que todos los ojos,
por tristes que sean,
no quieren llorar.
 
 


Quejido y canto.

¡Ah! de los astros que brillan,
¡Ah!, de las noches claras,
del vértice de las montañas,
de las caderas del agua.
A ellos, que están lejos,
¿por qué a ellos les cantas?
y a mí, que tanto te quiero
¡de tu verita me apartas!.


El Arte.

Hay ángeles que duermen en tus manos,
descansan al calor de tu ternura
y un día llega el arte a despertarlos
y piensas que es casualidad o ventura.
Pero el barro se hace forma por tu tacto,
en el lienzo, creces valles y montañas,
en la piedra, trocas frialdad por alas
y del roce de una cuerda haces adagios.
Esos son los ángeles dormidos
que despiertan cuando sabes encontrarlos,
y, con la ilusión de un niño,
mueven los hilos de tu alma y de tus manos.



Que el mundo siga su curso.

Que construyan las aves sus nidos
 en los árboles escogidos.
Que el sol bañe las venas,
 hasta evaporar las penas.
Que en las aristas del tiempo,
 cuelguen los buenos recuerdos.
Que todo sea más fácil,
para hacer un mundo grácil,
 por que yo,
ya sé luchar con las olas,
y vivir su amor a solas.
Ya comprendo la voz del viento,
 forma parte de mi aliento.
Ya no necesito un nido
 donde guardar lo querido,
ni que el sol me de en la cara
 para sentirme abrigada.
Sabiendo que nos queremos,
lo demás, me importa menos.

 
 

jueves, 18 de julio de 2013

Jardinera.

¿Por qué me empeño en la aventura
de amarle a toda costa, sin medida?

¿Acaso no es bastante la fortuna
gozar de su hermandad, su compañía?
Así tendría paz el alma mía
sólo regando ese jardín de confianza,
sabiendo que son flores de alegría,
cultivadas sin doblez, con esperanza.
Mas ésta jardinera no ha aprendido
a levantar una muralla de distancia,
y en cada gota de agua que ha vertido
su corazón ha ido detrás, maldita gracia.
Ahora no queda otra razón más que olvidarlo,
o abandonar ese jardín, ya para siempre,
aunque me empeñe en la tarea de arrancarlo
ya ha hecho raíz, ya ha florecido aún en diciembre.


La noche perfecta.

Está la noche encendida,
hay serenatas de estrellas,
la media luna mecida
sobre un mar de candilejas.
Parece que nos invitan
a su fiesta de planetas,
donde todo gira y gira,
donde todo rueda y rueda.
Y nosotros tan ausentes...
y nuestras almas tan cerca...
tantos besos prometidos
con abrazos, que no llegan.
Bésame pronto, que el tiempo,
está demasiado en espera,
hoy nos dice el Universo
que es la noche perfecta.

 
 
 
 
 


domingo, 14 de julio de 2013

El niño reo.

Nació un niño en la cárcel,
allí su primer balbuceo,
sin cometer dolo alguno
y este niño, ya es reo.
 
Está enjaulada su infancia,
preso, su biberón,
mientras los pájaros lanzan
libres, sus trinos al sol.
 
La inocencia de sus alas
extenderá, sin razón,
entre metros de alambrada
de un patio de dos por dos.
 
Allí, sus primeras palabras,
allí, sus dientes de arroz,
sabrá que el día es mañana
por un rayito de sol.
 
Sabrá de la noche oscura,
tan pronto sabrá del dolor...
¿quién lleva a una criatura
a una negra habitación?
 
Ha nacido un niño preso,
la inocencia está entre rejas...,
este mundo es inconexo,
 ¿qué le espera al niño fuera?.
 
 
 


jueves, 11 de julio de 2013

Pájaros prohibidos, Eduardo Galeano.



"Pájaros prohibidos" Eduardo Galeano.

Los presos de la dictadura uruguaya no pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.
Didaskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso por tener ideas ideológicas, recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años.
La hija trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen a la entrada de la cárcel.
Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles.
Los árboles no están prohibidos,  y el dibujo pasa.
Didaskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas:
-"¿Son naranjas? ¿Qué frutas son?"
Y la niña lo hace callar.
-Ssssssshhhhh, y en secreto le explica:
-"Bobo, ¿no ves que son ojos?
Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas".






miércoles, 3 de julio de 2013

Cariño, ¡que nos vamos de viaje!

A falta de media hora para el embarque, los pasajeros esperaban con las maletas de mano a subír en el avión.
Ana y Lorenzo se disponían a la aventura de su primer viaje aéreo. Los nervios de la mujer eran diferentes a los de él, cosa que se hacía presente en la sudoración de aquellas manos masculinas y un tic nervioso en su ojo derecho.

-Lorenzo, hijo mío, cálmate que nos vamos de relax, no a sufrír.
-Pues ya podíamos haber elegido el viaje en tren, tú con tu manía del avión..., a mí me gusta tener los pies sobre la tierra y si tardamos más da lo mismo, no tenemos prisa.
-Ay qué hombre, anda, relájate que a Canarias no llega el tren.
-Pues podíamos habernos ido a Benidorm, que no será porque allí no hay playas...
Fueron pues, entrando en el avión y ocupando los asientos designados, previa bienvenida de las amables azafatas que les ofrecieron caramelos.
-¿Prefieres el lado de la ventanilla?- preguntó Ana a su marido.
-No, no, mejor siéntate tú que disfrutarás más que yo de las nubes.
-¡Ay, si es que es más guapo!- y dándole un apretón en las mejillas le espetó un beso.
El Comandante se presentó a través de megafonía dando la bienvenida al pasaje e indicando la hora aproximada de la llegada a las Islas. Tenía acento francés y una voz joven.
-Espero que a éste hombre no le hayan dado el carnet hace dos días,- dijo Lorenzo.

-Qué cosas tienes...y además, si así fuera, a alguien le tocaría estar en sus primeros vuelos, digo yo.
Oiga, señorita -dijo el hombre al paso de la azafata- haga usted el favor de decirle al piloto que se corte un poco y no corra mucho. La azafata le devolvió una sonrisa grande y, poniéndole la mano en el hombro, le advirtió que allí no se corta más que el aire.
-Pues si que me deja usted tranquilo!...
El despegue fue muy suave, la carita de Ana era toda ilusión y Lorenzo, siguiendo las instrucciones de abrochare los cinturones, así lo hizo, incluso se apretó algo más el de sus pantalones, por si un caso.
Sin tan siquiera tiempo a sentirlo ya estaban tomando altura, Ana no quitaba la vista de la ventanilla; todo se iba haciendo cada vez más y más pequeño y al mismo tiempo, la tierra más y más grande en extensión, un truco de la altura, hasta que la perdió de vista para sumergirse en el azul del cielo.
A medida que pasaba el tiempo, a Lorenzo se le notaba más relajado; el tic desapareció y hasta se sumió en una ligera somnolencia. Ana lo miraba de reojo de vez en cuando y le acariciaba la mano. -Qué suerte haber dado con un hombre así-, pensaba para sus adentros, treinta y cinco años casados y estaría unida a él cincuenta más, ¡qué digo cincuenta!, ¡volvería a nacer sólo para encontrarlo de nuevo!.
-Qué suerte que nos haya tocado este viaje a Canarias, estoy loca por llegar allí y montar en camello, a Lorenzo le va a encantar...

                                                                     II

Excepto por la imaginación de Lorenzo, el viaje transcurrió sin novedad. Aquella ligera somnolencia acabó en sueño, sin embargo, agitado por las ligeras turbulencias en las que entró el avión, el subconsciente de éste hombre entró en acción.
Soñó que un ala del aparato se había desprendido y caían sobre el Atlántico, pero, gracias a su pericia como piloto, maniobró un perfecto amerizaje que salvó a todo el pasaje. Tres días después, habría de contarle a su mujer la maestría de tan imaginaria hazaña.

Cuando aterrizaron y desembarcaron, una banda de músicos los esperaban a pie de pista. Ana, cogida del brazo de su esposo, caminaba al compás de aquella melodía.
-¡Pero mira que recibimiento, ay que detallazo!. Minutos después, comprobaron que uno de los pasajeros, era el padre del director de aquella banda y el protagonista de tan notorio agasajo en el que todos los turistas participaron. Fue bonito.
-Ahora toca recoger las maletas, vamos corriendo no vaya a ser que se nos extravíen.
Se dirigieron a la cinta transportadora prestando mucha atención puesto que había infinidad de maletas iguales. Ana tuvo la precaución de marcar la suya con un pañuelo rojo anudado al asa, pero no consiguieron localizarla hasta dos vueltas después.
-Hale Lorenzo, vamos a tomar un taxi que nos lleve al hotel- Y se encaminaron a la salida.
Una pareja de policías rondaba por la terminal con un pastor alemán; evidentemente la seguridad tiene que garantizarse en un lugar con tanta afluencia de gente. Las dos parejas se cruzaron en el trayecto y, al pasar el perro junto a la maleta, comenzó a olisquearla. Los agentes les dieron el alto mientras el detective canino husmeaba, claramente nervioso, aquel bulto con ruedas.
-Lorenzo...
-Sshh calla, eso es que el perro tiene hambre.
-¿Cómo que el perro tiene hambre? ?qué es lo que tengo que imaginar?
Es por abrir mercado -le susurró - hemos de aprovechar la ocasión.
-¡Válgame este hombre!
Hagan ustedes el favor de acompañarnos, -dijo uno de los policías-
El público los observaba y el matrimonio, equipaje en mano, aceptó de buen grado aquella invitación. Les hicieron pasar a una sala en la que habían cuatro sillas, una mesa, un perchero y un cuarto de aseo sin puerta.
Colocada la maleta encima de la mesa se le pidió que la abriera.
El turista sacó una pequeña llave que abría el pequeño candado que la blindaba; descorrió la cremallera al mismo tiempo que apostillaba: -oigan, no vayan ustedes a pensar mal de nosotros...-
-Nosotros no pensamos, sólo actuamos- respondió el agente, más serio que un juez.
-A mi me da algo, Lorenzo, ¿cómo se te ocurre, criatura?.
Debajo de un par de pantalones, tres camisas, dos faldas, un neceser,...envuelto en film transparente,¡voilá!... apareció un jamón. Lo sujetó Lorenzo entre sus manos como el músico sostiene su violín, con orgullo. -Pata negra, pa-ta-ne-gra, señores.
-Verá agente, tenemos un negocio familiar de jamones, se venden muy bien en nuestra comarca, están buenísimos, además de una extensa variedad de embutidos de fabricación artesanal que, por no hacerles perder el tiempo, no detallaré, aunque es un despropósito no nombrarlos y bueno, como hemos dado el salto a Las Islas, he decidido traerme uno para promocionarlo, no se pueden perder cosa rica como ésta.
A su mujer se le reían los ojos.
-Sí Ana, cuando lleguemos al hotel pienso hablar con el chef y ofrecerle uno para que lo sirva a modo de degustación a los huéspedes y, acompañando al plato, una tarjeta de presentación...por si...A esto se le llama expansión mercantil. Aparte de todo, sepan que el perro tiene hambre y no es tonto jeje.
Aquella escena rayaba lo cómico y los agentes fueron invitados al hotel aquella misma noche, convocatoria que aprobaron de buen grado.

P.d.
Cuando publiqué la primera parte de este relato en monosílabo, invité a quien lo leyera a participar de alguna manera con sus ideas y Elda me comentó que esperaba que hubiera sucedido algo más, algo como que se le cayera un ala al avión, (después se reconoció macabra jaja), Antonio del Olmo aportó la idea de que Lorenzo hubiera sido piloto cuarenta años atrás y Marea Nueva hizo referencia a extraviar el equipaje. Así que, metí todas las sugerencias en una koctelera y el viaje continúa. 


lunes, 1 de julio de 2013

Quisiera.

Quisiera escribirte un poema hermoso,
uno, que tú, siempre puedas recordar
y si las estrellas decaen como posos,
con sólo leerlo, ¡vuelvan a girar!

Quisiera que el brillo de la luna llena,
la que nos convida ésta noche a soñar,
se hiciera peremne en letra y fonema
y que en cada coma, bailemos un vals.

Pero en la escritura, invoco a la rosa,
nombro a la paloma y al beso de miel,
permanecerán motivos, quedarán mis horas,

mas mis sentimientos, ¿cómo entregaré?
para que los sientas, como siento ahora,
si ellos, vida mía, no son de papel.