sábado, 22 de febrero de 2014

Por culpa de Tizona.

Clara por fin dio la buena noticia en el geriátrico donde trabajaba:
-¡Ya tengo el carnet de conducir!
Paloma, Mercedes, Francisca y Manolo, sus abuelos más amigos le aplaudieron al unísono.
-¡Que bien!, ya nos puedes estar dando una vuelta con el coche...
Cuando la joven acabó su turno quedaron los cinco en inaugurar la L con un paseo en car, que de paso, les llevara a merendar a una chocolatería.
Las tres damas, con sus bolsos colgados en el antebrazo, la esperaban junto con el caballero en el zaguán de la entrada. Manolo evidentemente no llevaba bolso, pero llevaba a Tizona, así llamaba a su bastón.
Se acomodaron los cinco en aquel coche de cuatro puertas, las mujeres detrás y el hombre de copiloto; Clara les indicó que se abrocharan los cinturones, ajustó los espejos retrovisores y no sin antes poner el Cd de Juanito Valderrama que Mercedes le ofreció, emprendió la marcha.
-Lleva cuidado Clara, que aquí dentro van muchos años, hija- solicitó Francisca.
Ella le sonrió a través del espejo y continuó su trayecto hacia las carreteras que bordeaban la costa.
Aquel era un tramo largo y recto y ella circulaba a 40 km/h; Manolo la miraba de reojo,
-Chiquilla...písale un poco reina, que mira cuánta carretera tenemos por delante.
-No puedo, las señales indican 20 y ya me estoy pasando, vamos a 40...
-¡Ah! ¡pero yo sí!- dijo con una sonrisa maliciosa y entonces cogió a Tizona la cual, de un golpecito obediente y certero apartó el pie de Clara del pedal, siendo aquel taco de goma antideslizante quien apretó el acelerador poniendo el vehículo de 40 a 90 km en cinco segundos.
-¡Uhhhh! ¡chiiiico!- decían las señoras de atrás -¡el cuello, leches!, ¡atiende el tirón que me ha dado!
¡Manolo!
Je je je je....reía el kamikace.
Clara daba pataditas a Tizona, Manolo buscaba la diana del pedal,  las señoras hacían de coro con un ¡loco, loco! mientras el Juanito cantaba y, un radar, les esperaba a cincuenta metros para hacerles la foto.
No hubo chocolate, hubieron tilas.
Dos semanas más tarde, Clara recibió una notificación de tráfico: una multa de 300 euros más la retirada de los correspondientes puntos.
Ellos, su grupo de abuelos queridos, la veían preocupada, pero ella no quería decirles nada del por qué de la cosa pero, María, la corre-ve-y-dile de su compañera, cantó de pe a pa lo que le pasaba.
Así que, enterados ya de los efectos adversos de aquel impulso de Mayoyo, comparecieron bajo ignorancia de la muchacha en el juzgado que le fue asignado. El caballero declaró que era él quién  conducía y que se emocionó, ni más ni menos; presentó su permiso de conducir, vigente desde los años cuarenta y con todos sus puntos correspondientes de buen conductor y  pagó gustosamente aquellos euros.
Hoy día los paseos continúan pero Tizona, já,¡esa no sube más al coche!.

 




2 comentarios:

  1. Un temerario este Manolo, que no ve el peligro-.
    Al final la cosa no terminó tan mal como se veía venir...:)

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. ¿Es que se veía venir mal? jajajajj, ay éste Manolico, qué fiera...
    Muchas gracias por tu lectura Jero, si ha sido de tu agrado me alegra mucho.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar