domingo, 27 de abril de 2014

Y qué bonito es que existas.

Quise construir mi ideal, que trajinera, y para ello me subí a la montaña y recogí el agua fresca que brotaba de un manantial. Anduve recogiendo semillas de personalidad, algodón de un algodonar, ramitas de olivo, todo lo que para mí son símbolos. Después me fui al océano, de allí me llevé caracolas, caballitos y estrellas de mar, hasta cargué con un rayo de sol. De la noche sustraje calma, un cuadrante de silencio y hasta un planeta travieso. Ya, teniendo todos los ingredientes, mi imaginación se puso a trabajar y levantó un hombre bueno, firme y responsable, cariñoso, sincero, consecuente y tierno, ¡pero ah de mis inventos!, -que listura María-, resulta que ese hombre no lo he inventado, ya existía, sólo que, aún no lo había encontrado.
 Que bonito es que existas.

viernes, 25 de abril de 2014

El último beso `^Romance^

Cuando dijiste, sí, quiero,
aquella mañana clara
mi mundo se estremeció
quebrándome la esperanza.
Mi sonrisa era una muestra
de la palabra derrota,
me enterraste el corazón
dándole la vida al de otra.
Ya me había imaginado
un trigal sin amapolas,
sólo los dos, tú la espiga,
yo la tierra que te adora,
un hogar, cama, una cuna
un palomar con palomas,
y por las noches la luna
encendiendo nuestras bocas.
Yo me hubiera hecho un vestido
a medida de tus manos,
con un escote de rosas
y en su cintura dos nardos
para que muy lentamente
tu me lo fueras quitando.
En esta noche de bodas
los dos os iréis besando
como besabas mi boca
bajo el olivo callado.
¿Recuerdas cuantos deseos
en sus ramitas colgábamos?
Cuánto amor lanzado al viento,
¿por qué él lo ofreció a los páramos?
Yacen muy fríos los besos
que allí nos íbamos dando.
Hoy os bendice el incienso,
y las flores y los salmos,
y al repicar las campanas
dentro de mi todo es llanto.
En vuestro altar pido al cielo
este amor me sea olvidado
y remonte pronto el vuelo
mi sentimiento dañado,
y por ti, porque aún te quiero,
sé felizmente casado.


martes, 22 de abril de 2014

El camello cojo -Gloria Fuertes-


El camello se pinchó
Con un cardo en el camino
Y el mecánico Melchor
Le dio vino.

Baltasar fue a repostar
Más allá del quinto pino....
E intranquilo el gran Melchor
Consultaba su "Longinos".

-¡No llegamos,
no llegamos
y el Santo Parto ha venido!

-son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido-.

El camello cojeando
Más medio muerto que vivo
Va espeluchando su felpa
Entre los troncos de olivos.

Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
-Vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.

A la entrada de Belén
Al camello le dio hipo.
¡Ay, qué tristeza tan grande
con su belfo y en su hipo!

Se iba cayendo la mirra
a lo largo del camino,
Baltasar lleva los cofres,
Melchor empujaba al bicho.

Y a las tantas ya del alba
-ya cantaban pajarillos-
los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un hombre
a un Niño recién nacido.

-No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero, repitió el Niño.

A pie vuelven los tres reyes
cabizbajos y afligidos
mientras el camello echado,
le hace cosquillas al Niño.

lunes, 21 de abril de 2014

Sin barreras

De los tres signos que descubro en la mañana
toditos ellos me traen al pensamiento
tu voz callada, la que escucho si me hablas,
por más camino que separe nuestras casas.
De la alborada el primer rayo son tus ojos,
que se abren a la par que mis pestañas
y llega el aire donde azahares se levantan,
después tu mar, acercándose a mi playa.
Ya los tres juntos se me agitan en el pecho
despertando tu dulce nombre entre mis labios,
yo lo pronuncio, y así se te llevo todo el día
caminando entre el hacer, y mi melancolía.



jueves, 17 de abril de 2014

El tiempo es el ganador.

El tiempo va marcando su inexorable huella,
el paso se hace corto y la ilusión pequeña,
el cáliz de los sueños comulga con la espera
y callan las palabras, mientras el labio tiembla.

El tiempo posiciona la flor sobre el almendro,
el agua sobre el cauce, la estrella en firmamento,
el ancla sobre el fondo, el polvo sobre el viento
y todo se recoge, incluso el sentimiento.

El tiempo va marcando, lo va marcando todo,
el cuerpo, los cabellos, las manos y los ojos,
mas va dejando huellas, como este amor tan loco,
que doy por bien hallado si me quisiste un poco.

sábado, 12 de abril de 2014

De un billete a esta parte.


Ahorré dinero como un cuentagotas, centavo a centavo hasta que me dio para el billete de avión y para apañármelas al menos durante unas semanas en aquel país, después la me las arreglaría, de momento mi idea era irme de aquí.

Llegué al país y entré por la puerta grande, por la que decía llegadas, con mis cuatro cosas en la maleta de mano y mi visado de turista en el bolsillo del pantalón.

Lo primero que me impresionó fue la cantidad de gente, el tráfico, los altos edificios, la prisa de los transeúntes, luego, cuando me iba fijando más en los pequeños detalles, era la belleza un tanto pálida de las mujeres, lo arreglados que iban los hombres, yo me miraba los zapatos, estaban limpios, y lo más estupendo de todo, era que hablábamos el mismo idioma, por supuesto que eso me facilitaría mucho las cosas.

En la capital no anduve más de dos semanas, encontré habitación en una pensión muy bien apañada acorde con lo que costaba la noche. Tenía las sábanas limpias, un cuarto de aseo en el pasillo, y si quería, aunque no entraba en el precio acordado, podía desayunar en un pequeño bar que había en la planta baja, por dos euros daban café con leche y tostadas o un par de madalenas. Solo un domingo bajé.

Entre tanto, aprendí a desplazarme en metro, lo que a pié alcanzaba no daba para mis propósitos que eran encontrar un trabajo. Estuve casi a punto de colocarme en una panadería, en el obrador, pero el dueño al final se echó para atrás. Así pues me sumergí en la locura subterránea de vagones y estaciones, de las cuales me costaba menos ir que volver a la pensión. Me cansé de estar allí y el bolsillo empezó a pasarlo peor que yo en cuanto a la delgadez monetaria.

Cogí un autobús y me largué a la costa.

Allí me impresionó el olor del mar, incluso antes de que la vista se alegrara de aquel azul intenso ya lo hacía mi pituitaria, Para mi, que soy hombre de secano, aquella brisa un tanto salada y empalagosa me hacía pensar que en esta latitud las cosas me iban a ir mejor. Que tanta sal daría sed y no hay mejor remedio para eso que un bar a la orilla de la playa, ya me vi de camarero.

El autobús se detuvo en la estación sobre la una y media del medio día. Bajé sin nadie que me esperara, a qué cuento iba a ser. Pero de lejos vi un chico que me recordó mucho a mi hermano y me entró la nostalgia.

Me compré un bocadillo de queso para ahuyentarla y una cerveza para disolverla, funcionó.

La cartera temblaba ya aquellas alturas, mes y medio entre una cosa y otra y de laborar, de momento, naranjas de la china. La pensión tuve que sustituirla por una caja de cartón. Sus medidas se adaptaban perfectamente a mi ser, no soy grande, es una ventaja, no soy fornido, otra.

Y la suerte me tocó dos veces, dos días nada más habitando aquel chalet y encontré trabajo. De camarero, toma, en lo que yo quería.

Era en un bar de poca monta, mucho a orilla de la playa y todo lo que quieras, pero el jefe tenía un pico de mala uva, vamos que si se pincha con él se envenena. Un día, no sé ni como ni porqué, me vio meterme en mi chalet a dormir, y al día siguiente me lo soltó. Le dije que estaba esperando la paga y que ya tenía apalabrada una habitación en un hostal.

Esa noche no dormí en el chalet, abrí un coche que estaba aparcado seis o siete días sin tocar delante de mi propiedad y me acomodé en el asiento de atrás, por fin un colchón. Pero sucedió que a media noche moscas, un tipo abrió la cerradura de delante, se sentó e intentó arrancarlo y una tipa se presentó dando voces, yo estaba entre dos sueños y me dieron un susto de muerte. La mujer llegó a la calle mucho antes que los pantalones, camisas y zapatos que lanzó desde el cuarto piso por la ventana. Una vez allí, la mujer le dijo de todo menos bonito, cogió una garrafa de gasolina, roció el coche y sacó un mechero. El hombre salió del coche, yo salí del coche. Al momento, polis, bomberos y mucha gente

se presentaron in situ. Yo me largué con viento fresco a otra parte.

Al día siguiente mi jefe comentó lo del suceso nocturno, que si un ladrón, que si una moza valiente, mentiras, era un suceso de cuernos y asunto resuelto, pero no lo dije.

El jefe tenía fiebre ese día, me adelantó unos billetes del sueldo para el hostal, los cogí, los conté, y pensé: con suerte, me da para la habitación sin tele.

El de la barra me propuso compartir piso con él, era un tipo calmoso, le costaba trabajo hablar, y andaba que parecía a cámara lenta, lo tenía contratado por ser su sobrino, a buenas lo iba a tener allí si no era por compromiso. Pensé que al menos no me daría la lata ni sustos nocturnos así que acepté. Pero me salió gato por liebre, no daba sustos ni te ponía de los nervios por parlanchín ni esas cosas, pero era demasiado flojo y la casa andaba patas arriba de trastos y enredos, me dio grima , tanto más prefería la austeridad de mi chalet. No permanecí en aquel antro más que una semana.

Cambié de piso, de trabajo, de amigos y hasta de playa.

Me fui al centro.

Mi visado caducó, ya era ilegal, pero yo me sentía igual, sin encontrar el lugar dónde poner el huevo, con el bolsillo flojo, el estómago rechistando y la nostalgia picándome el pecho.

Por las noches me acuerdo de mi madre, allí quedó, resuelta en lágrimas cuando despegué, es entonces que una niebla se me cruza por delante y me da por pensar en volver, luego se desvanece y me digo que es pronto aún, que con treinta años todavía puedo dar más de sí, coñe, que no he atravesado miles de kilómetros, escapado de la pira, ni he sido un regalo de navidad sin papel decorativo para que tres meses y medio después volver con las orejas gachas. Esto promete, y así me voy dando ánimos. Con eso y con qué no tengo pasta para regresar, y a nado, va a ser que no me apetece, sigo en mis trece de echar para adelante.

Hoy he leído un anuncio en una revista de tirada gratuita, dice que se necesita peón de albañil, voy a probar a ver que pasa.

Nada, nos presentamos 60 tipos para una pala, un legón y una hormigonera, demasiadas manos para tan pocas herramientas. Me he vuelto por donde he venido, pero, lo que son las cosas, me he tropezado con una antigua clienta del bar de la playa y me ha dicho que hace tiempo que no me ve por allí, si es que ya no trabajo en el bar. Le dije que estoy en el paro, y me ha dado una dirección para que vaya, que de seguro tengo un puesto de jardinero. Los ojos me hacían chirivitas.

Ahora estoy de jardinero en una urbanización de jubilados ingleses, les cuido el césped, podo los rosales, quito la hojas caídas de la piscina, se trata de cinco casitas adosadas unas otras, tomo el té de las cinco y les enseño a ratos a hablar español, me los llevo de cervezas de cuando en cuando, ellos me invitan a sus barbacoas bajas en grasa.

Los fines de semana echo unas horas en el bar de la playa, el sobrino del jefe se despidió porque dice que su tío lo explotaba ahora estoy bien, he alquilado un estudio y hasta tengo novia, es una chica de mi país que lleva viviendo aquí doce años, es la que me ha ayudado a resolver el trajín de los papeles, permisos de residencia y hasta estoy pensando en jurar bandera para tener doble nacionalidad.

Mi madre me manda en Navidad paquetes con calcetines y calzoncillos, y yo le envío cada vez que puedo algo de dinero, cuando, céntimo a céntimo, como un cuentagotas reúna dinero suficiente para el billete de avión, me marcho a mi país a hacerle una visita y comérmela a besos.

Después volveré, voy a ser papá.



miércoles, 9 de abril de 2014

Así empezó todo.

Yo me crié en un pueblo de la sierra. Tuve la suerte de que mi casa no está ni muy arriba ni muy abajo, sino justo en el lugar en dónde las piernas se agobian y piden descanso. No me imagino a mi madre tirando del carricoche conmigo dentro cuesta arriba y abajo, eso si que debía ser un verdadero peligro. Lo primero en lo que se fijaron al escoger aquel vagón es que tuviera unos buenos frenos, mi padre me lo ha recordado muchas veces. Lo mejor, era la vista panorámica de todo el valle, siempre he pensado que estábamos a un paso menos del cielo, lo malo, que nunca pude disfrutar de los charcos, allí el agua corría, no se estancaba, eso, y la de balones que perdíamos, cualquiera tenía ganas de ir a recogerlos. Aquellas decisiones a dedo conllevaron múltiples y variadas riñas entre los chavales miembros de la pandilla, así se disolvió aquel equipo que, hoy día, si hubiésemos sido menos vagos y más sacrificados, lo mismo estaríamos fichados por el Real Madrid, quién sabe, éramos buenos.
Tonino tenía un chute fabuloso, pero era comodón como él sólo, ahí comenzó la semilla de la discordia, siempre mandaba a Fernando a por los balones perdidos y claro, un día se dio cuenta del aprovechamiento que nos traíamos con él y nos abandonó, se pasó al bando de las gradas. Hoy es ciclista profesional, de esos que corren en los Tour, ves, si aún nos los tiene que agradecer y todo, menudas cachas le salieron con tanta ida y venida.
Los domingos por la mañana nos subíamos al tupido pinar que corona la sierra, allí éramos exploradores de nidos. Nos empinábamos a los árboles a ver los huevos, pero sin tocarlos, mi abuelo nos sentenció con aquello de que cuando los tocas, o al pajarillo propio cuando se deshace del cascarón, la madre lo aborrece y no lo incuba y termina muriendo de hambre o de frío, así que aquello era una investigación  exclusivamente ocular. Lo que sí cogíamos eran lagartijas, escarabajos, piedras raras, y una vez hasta nos infectamos con la procesionaria que son unos gusanos que caminan en fila india, en procesión uno detrás de otro y tienen unos pelillos que se te clavan en la piel y te la inflaman, que te dejan como un pan de pueblo con tomate vamos. Aquel día saturamos las urgencias del centro médico, salimos los cinco con una dosis de Urbasón en sangre que picaba como cien avispas.
Luego pasó lo que tiene que pasar: el tiempo.
Julio y Agustín que son hermanos terminaron siendo policías, Agus municipal y el menor guarda forestal, le ofrecieron una plaza en Jaén, concretamente en Cazorla y allí anda, cuando tenemos ocasión vamos a visitarlo, aquello revienta de lo verde que es. Fernando ya he dicho que es ciclista profesional, "el piernas" le llamamos. Tonino se bajó al valle, a las tierras del abuelo que pasaron al padre y ahora las lleva él, como está mandado; exporta naranjas y limones, patatas y hasta cría pollos y pavos que luego vende, es un fenómeno. Y yo, tanta piedra y tanto monte me han llevado bajo tierra, soy espeleólogo y me encargo, junto con un equipo humano de órdago, de que los que se pierden en las cuevas o por los montes de Dios, se queden sólo a un pasito de haber encontrado el lugar del que irás y no volverás, mis amigos me llaman "el linterna".
Y así es como empezó todo.

lunes, 7 de abril de 2014

Qué poco parece.

 
Qué poco parece lo que nos damos:
Besos mudos,
abrazos huérfanos,
-cariños varios-
Pero es que yo no necesito mucho:
setenta latidos por minuto
con catorce respiraciones,
y quererte con ese impulso.


martes, 1 de abril de 2014

Fuegos cruzados.









Hubo algo en tu mirada,
es metralla.
Que penetró en mi corazón,
lance a cañón.
Diste al blanco en la diana,
ahí es nada.
Y así empieza la batalla de este amor.

He cargado con exceso,
este beso.
Que te lanzo sin temor,
ni reflexión.
Y es tan fuerte este disparo,
asegurado.
Que un abrazo, ha de ser tu rendición.

Aún estás en pie de guerra,
me demuestras.
No te rindes, bravucón,
sin ton ni son.
Contraatacas con caricias,
mis delicias.
Y tus dedos desarman mi armazón.

Esta guerra es silenciosa,
misteriosa..
Tú me amas y yo muero por amarte,
esto es arte.
Y los dos, cual dos cruzados
enfrentados,
¡Hoy lucimos nuestro Amor como estandarte!.