viernes, 15 de agosto de 2014

Las manos del abuelo


¿Quién sabe mirar las manos del abuelo,
los surcos, los callos, los dedos doblados,
su temblor y pulso pautado?
Es porque la vida pasó por sus manos,
de las caricias a la rabia y el llanto.
Son las mismas que un día acunaron
al recién nacido, las que el futuro levantaron
y sobre una piel, volaron;
las que dieron, tomaron, cambiaron,
protegieron, así son las manos del abuelo,
ya apenas tendrán fuerza,
la agotaron,
pero queda un poso en el hueco de esas manos
que no se ha evaporado;
ternura, diría yo,
ternura, pongamos.




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