domingo, 31 de mayo de 2015

Recuerdo de lluvia

 
 
No tardaría mucho en llover, el cielo se puso oscuro de repente y el aire olía a lluvia, posiblemente ya lo estaría haciendo cerca de aquí y pronto descargaría en la sobremesa de aquel día. Encendimos la lámpara del comedor, la luz que entraba por la puerta de la calle era menuda, si acaso se encendía de vez en cuando por los relámpagos de momento acompañados por el silencio. Más tarde se iban escuchando los rumores de los truenos en la lejanía: ya está arrastrando los muebles San Pedro, palabra de abuela.
Mi hermano y yo sólo pensábamos que esa tarde nos íbamos a librar de ir al colegio, no era hacer novillos, era con permiso de mamá. De repente surgió la urgencia de ir al patio a recoger la ropa tendida antes de que se mojara y deprisa lo hicimos mi madre y yo. Un ¡ay! nos salía con cada relámpago.
Después comenzó a caer la lluvia esperada. Nos asomamos a la calle a través de los cristales, cuatro manos y dos naricillas los empañaban; el agua caía con fuerza y por ambos lados de la carretera comenzaron a bajar dos regueros de agua, dos pequeños ríos paralelos descendiendo a la vez calle abajo. Había burbujitas, pompas que hacían visible la velocidad del agua. En el centro de la carretera se veían las bailarinas, las gotas que estallaban en círculos graciosos, aquellas no corrían, sólo explotaban, hasta parecían llevar su blanco tutú. 
Era bonito ver llover, invitaba al refugio de la casa, así que aquella tarde sería tarde de juegos, de leer cuentos o tebeos o de hacer los deberes pendientes.
Que ni la lluvia ya es como antes...
Tal vez sí, tal vez la lluvia nunca cambia, es siempre la misma y los únicos que cambiamos hemos sido nosotros (...) pero eso no deja de formar parte de un ciclo natural.
 
 



jueves, 28 de mayo de 2015

Danza de estrellas




Trashuman las estrellas por la noche espejada,
hay ríos de melaza y acuden a beber,
en su fulgor titilan, se sienten embriagadas,
el mar les pide un baile, descienden hasta él.
Las olas distribuyen sus cuerpos vaporosos,
en ondas balancean sus aros de cristal,
la Luna vigilante controla la marea
y un tácito lucero convoca a lo fugaz:
Caen ráfagas de polvo, el sol con sus mil dedos
espolvorea el cielo con viento mineral;
purpúreo bastidor que tensa un alto lienzo
bordado a maravilla, principio sin final.
A veces las estrellas no vagan en la noche,
ni el mar está en silencio, ni el sol marcha a dormir.
A veces, por las noches, ocurren éstas cosas
que si no estás despierto no puedes descubrir.

 
 

domingo, 24 de mayo de 2015

Si vas a llorar

Si vas a llorar
elige la arena
no vayas al mar,
 
que la mar devuelve
en olas la pena.
La arena la envuelve.
 
Cara de amapola,
niña de ojos claros,
no elijas las olas,
 
que la sal del mar
nació de una lágrima
de agua mineral.
 
Elige la arena
si vas a llorar.
Y entierra la pena.
 
 


Sujeta

En ti se recuestan mis aves,
al posarse en tus brazos les das libertad.

Giran, son como alondras,
 su centro eres tú,
y despliegan sus alas de sombra y encuentran la luz.
Luego llega ese viento,
esa brisa,
 ese soplo de vida que tus ojos le dan
y entonces confían,
se sienten seguras y pueden volar.
Tu las llevas tan ligeramente,
 tan particular,
a ese mundo que ellas no conocen,
 ese que está fuera de lo inmaterial,
que es entonces que se sienten aves,
que ejercen el vuelo, que pueden trinar.

En tus brazos, mis aves se enredan,
quiero ser como ellas y hacia ti volar.



Un lío matemático.

Sí, un lío matemático, tonto, pero un lío.

Lo más simple y elemental es que uno más uno son dos, y eso si se formula la pregunta correctamente ya que si cambiamos el "más" por "y" el resultado varía de dos a once.
Más allá del planteamiento matemático para alumnos de cuatro años, vengo a referir del intríngulis que tiene cada cosa. Incluso contar con los dedos.
Comienzo a hacerlo desde el meñique de la mano izquierda: uno, dos, tres, cuatro, cinco; continúo con la mano derecha, y ya empezamos..., el pulgar es el seis habiendo cinco en cada mano...pero va, sigo...siete, ocho, nueve, diez. Ahora a la inversa: meñique derecho... diez, nueve, ocho, siete, seis...más cinco que me quedan de la otra mano= once.
Esto...es mejor no contar con los dedos, sí, además de que está feo las cuentas no salen.

viernes, 22 de mayo de 2015

En aras de la libertad

Llegaron al pueblo en un carromato tirado por dos mulas atravesando la vereda de cedros que daba la bienvenida. Un hombre recio y de amable semblante lo conducía, a su lado, aprendiendo posiblemente el mismo oficio, un chiquillo de doce años, que con un palito en la mano hacía como que azuzaba a los animales. En la parte de atrás del carro, cubierto éste de arpillera sobre un marco de madera, había toda clase de enseres: sartenes, cazos, tazas, cuchillos, coladores, una piedra de amolar, saquitos de poleo y otras hierbas digestivas y pegado al asiento donde sus espaldas hacían frontera con la tienda de atrás había un hueco libre donde ellos hacían noche.
Cuando se escuchó aquel tintineo metálico comenzaron a salir las mujeres de sus casas. Era la visita semanal a aquella villa y muchas de ellas iban a recoger los encargos de la semana anterior.
Un corro de niños acudió al encuentro, les gustaba curiosear aquella guarnición además de acariciar a las mulas que, dóciles, se prestaban a ello. El niño auriga se unió al grupo infantil y se las presentó, les dijo que la de color marrón se llamaba Flora y que la otra más morena era Lunar.
-Qué suerte tienes, siempre viajando de pueblo en pueblo, viendo cosas nuevas.
-Sí- respondió el niño sintiéndose importante. -Dice mi padre que nunca nos detenemos en un lugar fijo para siempre porque somos espíritus libres.
Mecachis, es verdad -contestó otro chiquillo del grupo- nosotros tenemos que ir a la escuela aunque llueva y todo, y los domingos, nos obligan a ir a misa aunque no entendamos lo que dice el cura; pero cuando yo sea mayor también voy a ser un espíritu libre. Al cabo de tres horas el conjunto ambulante se perdió en la lejanía ofrecida por los brazos del camino.
El niño, muy calladito, buceaba en su interior, imaginaba la prisión de aquellos que quedaron en el pueblo, luego miró atrás, a su habitación, miró a su padre y le preguntó: -Papá, ¿cuánto nos falta para dejar de ser libres?

miércoles, 20 de mayo de 2015

Jotica peleona (Jota de picadillo)

Le puse a ésta jota... (que digo yo que es una jota, lo mismo los aragoneses que entienden dicen que no, pero cuando la escribí la iba cantando a ese ritmo)... jotica peleona, y después, cuando la publiqué en el foro Monosílabo el amigo Miguel de Acevedo me dijo que es una jota de picadillo. Me gusta ese nombre y será porque en ellas se hacen picadillo hombres y mujeres jajajjaj. Dice así:

Como no tengo otra cosa
que hacer en esta mañana,
me peleo con mi esposa
y ver qué me echa a la cara.


 Ya no eres la de antes
ya no te pintas ni nada,
cuando te tengo delante
me pareces deslavada
Si ya no soy la de antes
es por que tú me has cambiado,
eras un mozo elegante
y ahora vas desaliñado.
Y ahora vas desaliñado
con las barbas de tres días,
por eso no me he arreglado
porque salir no me pidas.
Por la calle, de mi brazo,
ibas como en romería
yo el clavel que iba a tu lado
tu del manto, pedrería,
y si queja tiene alguna
la señora, de mis barbas,
tu tienes toda la culpa
de que me las deje largas,
de que me las deje largas
ya que antes me dabas besos
y ahora das muchas patadas.
Cómo quieres que te bese
si tu no me das motivos,
y es que a lo que te pareces
es a un pobre pastorcico.
Por las noches, si me acerco,
a darte algún calorcico,
se te escapan los borregos
que son todos tus ronquidos.
Ay mujer no te alborotes
ni te hagas tan mala sangre,
la culpa es de los botones
del camisón de tu madre,
del camisón de tu madre
que te dejó por herencia,
que de ese no hay quien te saque
y me entra el sueño de ovejas.

Ya te has quedado sin sopa,
la que estaba preparando,
que tienes muy mala sombra
y me has ido calentando.
No te enfades cosa fina
y hazme de sopa un puchero
que eres mi rosa divina
y es a ti a quien yo más quiero.


Y va una jota de otro género y bien cantada de despedida, Palomica Palomica.

Al final del arcoiris



Llovía, el cielo se cerró, gris, apretado todo él, tal vez triste, quizás enfadado, quién sabe la causa de su reacción.
Ya que la tarde vino dada así detuve el coche en el arcén y salí, porque me gusta el olor a tierra mojada, aspiré por unos momentos aquel aroma a vida y regresé al vehículo un tanto apresurada.

 Se encendía el cielo, respondía el trueno, el viento participaba en aquella orquesta sin director; aleatoriamente se hacían silencios.
Pasado el lamento de aquellas nubes una cóncava sonrisa fue apareciendo, a poquito, en el vacío que dejaron aquellos elementos, colores toda ella, me pareció como un caminito de esperanza. ¿Qué hay al final del arcoíris? me pregunté, ¿qué significado tiene el arcoíris? pensé. Mientras tanto todo lo que me rodeaba creo que ya lo sabía: el campo parecía mostrarse más verde, más azul el cielo, más blancas las nubes rezagadas, todo tenía un cromatismo más limpio. Y entonces lo entendí muy bien, al final del arcoíris sigue estando el mismo cielo, debajo de él la misma tierra, luego, la tormenta, era un problema que había quedado resuelto.
Así ocurre en la vida misma, a veces las lágrimas son una salida para disipar lo gris que nos aprieta, el sentimiento que ahoga y que, liberándolas, retornamos al color. Por lo tanto, llovamos cuanto sea necesario, encendámonos, estamos vivos, pero no alcemos nunca nuestro rayo contra otros ni seamos relámpago cegador en otros ojos, en cambio, mostremos la sonrisa unificadora del arcoíris que nos fue otorgado tras el primer llanto del nacer, tras la primera sonrisa al llegar y tras el primer beso de amor.
Arranqué el motor y me dirigí camino a casa, en los veinte kilómetros que me distaban para llegar tuve tiempo de reírme del enfado que tenía porque a medio camino había comenzado a llover.

lunes, 18 de mayo de 2015

Déjàvu

Había llegado el momento de su final, ya no era útil, su tiempo de actividad terminó y alguien tuvo la gentileza de darle una despedida digna conforme a su clase. No hubieron sonrisas ni lágrimas pero a ella le hubiera gustado un último viaje por la ciudad, volver una vez más a las calles que tanto la habían llevado de arriba para abajo, aunque ésta vez fuera sola.
La enterraron mal, le dejaron una mano o una oreja fuera, no sabría definir bien aquello que le sobresalía de la fosa común, demasiado llena por cierto, pero sea lo que fuere fue suficiente para que el viento la reviviera proféticamente con un levántate y anda. Le dio alas.
Levantó su ligero cuerpo y comenzó su tránsito por las calles del barrio. Un rosal, en la prisa de su carrera, le desgarró parte de su tejido, no le importó, continuó su sprint hasta darse de bruces contra la cara de un transeúnte que se la quitó de encima de malas maneras, mascullando palabras de asco. En su prisa cruzó entre el tráfico rodado de la avenida principal, semáforo en rojo, sorteando los coches hasta alcanzar la otra acera en donde perdió fuerza y cayó al suelo dando vueltas como una peonza; se arrastró como pudo unos metros y retornó de nuevo a su correteo. Patinaba sorteando elementos, la gente la sorteaba a ella, era fantástica aquella sensación.
Sabía que era libre del todo y que no iba a consentir que la usaran más, ni por supuesto volver a aquel departamento de las cosas sin vida. Pero toda acción necesita un stress vital y el viento cesó. Quedó entonces arrinconada, tirada.., unos ojos precisos la observaron, un uniforme con un arma letal para ella se acercó, presintió que su momento de gloria había acabado y así fue, el hombre arremetió contra ella con su escoba y la precipitó dentro del contenedor amarillo, ésta vez recién vaciado.
¿Puede una bolsa de plástico tener un déjà vu? tengo una que cuando la saco en los días de viento, dice haber volado. ¿Habrá cosa igual?

viernes, 15 de mayo de 2015

Amor indefinido

Me haces delirar con tu cariño,
a veces me levantas sobre olas,
agitas tempestades, me desbordas,
me impulsas y eliminas cualquier sombra.
Viene a ser ese cariño a veces tierno
como mano que me cubre y me deshiela
y me roza en un rincón indefinido
y me pone corazón cuando soy piedra.
¿Qué tienes en tus manos, qué hay en tu mirada?
¿Qué símbolo nos une qué ángel nos ampara?
¿Acaso nos besamos? ¿Acaso vi tu cara?
Dime de que cariño llevas vestida el alma.
Dime de que cariño me estás vistiendo el alma.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Paseando soledades

Boabdil pasea soledades por la Alhambra,
así dice en romancero viejo un trovador;
puede ser que en las estrellas vea unos ojos esmeralda,
puede ser que la gran Luna le atesora un buen amor.

Toda la naturaleza del jardín se siente inquieta,
pues presiente en alma mora el temblor de hermosa flor.
Puede ser que soledad, no es de necesidad tristeza.
Puede ser que en compañía esté más solo el corazón.

sábado, 9 de mayo de 2015

La Isla

Tengo una isla en el corazón
es mi refugio de las tormentas,
de cuando el sol es abrasador,
de cuando tiembla toda la tierra.
En esa isla hay una cueva,
no tiene adornos,
ni fuego, porque es austera,
allí me encierro como un cachorro,
blindado el mar
blindado el cielo,
ni un rayo par
de sol adentro.
Dirás que es la isla de los cobardes
de quien no afronta la adversidad,
allí me enojo, grito en silencio
y cargo luego la realidad.
Porque hay momentos en que te cansas
de oír gruñidos,
de caras largas,
de la migraña
en el corazón,
de esa anestesia
que corre en vena,
de automatismos
en la razón.
¿Que el mundo es grande?
Vaya faena,
si hay muchas calles con dirección
también el mundo es la rotonda
donde la inercia tiene el control.

Tengo una isla con una cueva,
al menos tengo una solución
y cuando salgo salgo tan llena...
de más paciencia que el Santo Job!