viernes, 22 de mayo de 2015

En aras de la libertad

Llegaron al pueblo en un carromato tirado por dos mulas atravesando la vereda de cedros que daba la bienvenida. Un hombre recio y de amable semblante lo conducía, a su lado, aprendiendo posiblemente el mismo oficio, un chiquillo de doce años, que con un palito en la mano hacía como que azuzaba a los animales. En la parte de atrás del carro, cubierto éste de arpillera sobre un marco de madera, había toda clase de enseres: sartenes, cazos, tazas, cuchillos, coladores, una piedra de amolar, saquitos de poleo y otras hierbas digestivas y pegado al asiento donde sus espaldas hacían frontera con la tienda de atrás había un hueco libre donde ellos hacían noche.
Cuando se escuchó aquel tintineo metálico comenzaron a salir las mujeres de sus casas. Era la visita semanal a aquella villa y muchas de ellas iban a recoger los encargos de la semana anterior.
Un corro de niños acudió al encuentro, les gustaba curiosear aquella guarnición además de acariciar a las mulas que, dóciles, se prestaban a ello. El niño auriga se unió al grupo infantil y se las presentó, les dijo que la de color marrón se llamaba Flora y que la otra más morena era Lunar.
-Qué suerte tienes, siempre viajando de pueblo en pueblo, viendo cosas nuevas.
-Sí- respondió el niño sintiéndose importante. -Dice mi padre que nunca nos detenemos en un lugar fijo para siempre porque somos espíritus libres.
Mecachis, es verdad -contestó otro chiquillo del grupo- nosotros tenemos que ir a la escuela aunque llueva y todo, y los domingos, nos obligan a ir a misa aunque no entendamos lo que dice el cura; pero cuando yo sea mayor también voy a ser un espíritu libre. Al cabo de tres horas el conjunto ambulante se perdió en la lejanía ofrecida por los brazos del camino.
El niño, muy calladito, buceaba en su interior, imaginaba la prisión de aquellos que quedaron en el pueblo, luego miró atrás, a su habitación, miró a su padre y le preguntó: -Papá, ¿cuánto nos falta para dejar de ser libres?

3 comentarios:

  1. Precioso relato.Es verdad.La libertad radica en el deseo de cada uno,no en el de quien,quizá por necesidad,nos la imponga.
    La frase final del niño lo dice todo.

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  2. Precioso relato.Es verdad.La libertad radica en el deseo de cada uno,no en el de quien,quizá por necesidad,nos la imponga.
    La frase final del niño lo dice todo.

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  3. Pienso que la libertad es muy subjetiva, y también creo que la libertad siempre tiene un margen de dependencia. No existe la libertad como un todo absoluto.
    Me alegra, nuevamente, que te haya gustado.
    He perdido la cuenta del abrazo, pero igualmente recíbelo.
    Gracias.

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