sábado, 19 de marzo de 2016

La tercera persona



Luis y Mercedes acabaron su relación definitivamente. Hacía tiempo que aquel barco navegaba escorado, la línea de flotación se hundía cada vez más  y además de ello perdieron las coordenadas que un día llevaron el uno al otro.
No pasa nada, todo tiene solución y como personas sensatas dentro del pequeño caos que significa deshacer lo decidieron muy meditadamente. Cada uno, después de disuelta su relación, no con pocos trámites burocráticos, hizo su vida.
Pero había una tercera persona, Quique, un niño de siete años, avispado e inquieto, amante de sus padres, feliz y orgulloso de ellos, de cada uno de ellos, de mamá por lo atenta que era con todo: con su comida favorita, con la ropa que elegía para él, con la atención y la paciencia que demostraba cada vez que se sentaba junto a él para repasar los deberes de la escuela.
Con papá no era menos observador de sus atenciones: lo llevaba a pescar a chambel en el pequeño barco de un amigo, le leía cuentos por las noches antes de dormir y lo más chulo es que también se los inventaba y sabía que a hurtadillas siempre le llevaba un vaso de agua que dejaba en la mesita de noche por si tenía sed a medio sueño. Le encantaba, además, que lo llevara a hombros por la calle.
Tenía los padres ideales, perfectos y encima muchas veces  los había visto darse besos.
Quique respiraba a todo pulmón, lo tenía todo.
Cuando sus padres se separaron él lloró mucho, no comprendía nada, los veía malos, muy malos a los dos, egoístas, muy egoístas, ¿acaso habían pensado en él, en lo que él quería? El carácter le cambió, volviéndose tímido, inseguro, estaba asustado, mucho más cuando le dijeron que debía pasar unos días con mamá y otros con papá pero en otra casa.
Sólo tenía una idea en la cabeza, que le habían enseñado a tenerlo todo para después quitárselo. no era justo, su amor hacia ellos era su amor hacia ellos y a lo que ellos dos juntos, como padres, le aportaban.
Nada fue lo mismo a partir de entonces, con el tiempo su madre conoció a un hombre y su padre a una mujer, cada uno de ellos tuvo otros hijos y a ellos sí, a ellos sí le dieron un padre y una madre juntos.
Papá le daba los besos que debían haber sido para él a sus otros hijos  y mamá le permitió a su niña tener a su lado un padre.
Quién sabe de esa soledad, del hueco, que queda en el corazón del niño que sin ser huérfano se acerca a sentirse así.

2 comentarios:

  1. Difícil decisión que siempre trae consecuencias...
    Esas terceras personitas sufren la falta del que se marcha, luego la legada de nuevas personas a ocupar lugares que ya tenían dueño según su pensamiento. Es para debatir sin embargo Duendecito. En este caso fue por diferencias mínimas o muy, muy personales de pareja. La mayoría de los matrimonios se destroza antes del divorcio y llega un momento que es de beneficio para el niño que se alejen. Muy delicada tu forma de verlo a través de los ojos del niño. Un abrazote hermosa.

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  2. Yo creo que los niños que pasan por el trance de la separación de sus padres sufren, sobre todo cuando están la edad de que se dan cuenta ya de las cosas pero no tienen capacidad de razonar. Hay situaciones en las parejas en las que se necesita esa opción para continuar en la vida, pero a pesar de las diferencias entre uno y otro cónyuge, creo que es importante, a no ser que peligre la integridad física y emocional del niño, intentar por todos los medios que las dos figuras sigan abrigando al niño haciéndole el menor daño posible, que no deje de sentirse querido, aunque tenga que ser por turnos, esa, forzosamente, será su tarea a aprender.
    Gracias amiga por este momento de pequeña reflexión.
    Fuerte abrazo guapa.

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