martes, 26 de abril de 2016

Galimatías

Ya llevaban tiempo observando tanto la rutina como el horario de los empleados. Éstos eran tres: el director de la sucursal, un hombre bajo y regordete, de frente amplia que le llegaba hasta media cabeza en donde comenzaba el reinado de unos cabellos ruinosos totalmente en contraposición con los de sus cejas que parecían aquellas el albergue de los pelos que habían emigrado a primera línea de frente. Cojeaba un poco de la pierna derecha pero era de paso rápido; generalmente iba vestido con traje de corte italiano cuyo color de tela lo determinaba la estación del año.
El segundo empleado era el interventor, en éste caso fémina; una mujer alta como una torre, de caderas generosas que trataba de ocultar con prendas anchas. Su rostro era agradable aunque pocas veces sonreía, tenía las facciones dulces con dos hoyuelos en las mejillas que celebraban las ocasionales sonrisas apareciendo como dos lunitas de la noche de San Juan. No gustaba mucho de maquillaje, tampoco le hacía falta, el verde miel de sus ojos era más que suficiente adorno en aquel rostro de rubor natural.
Por último estaba el cajero, un hombre rubio de ojos redondos enmarcados en unas redondas lentes. Llevaba colgado al cuello una medalla del Barça de oro de 18 quilates que lucía con orgullo, incluso llevando corbata la dejaba caer por fuera, como despreocupadamente, pero bien sabían los clientes forofos del Madrid que no era por casualidad. Si tenía que moverse de un lado a otro dentro de su habitáculo lo hacía en su silla de oficina que tenía ruedas; se arrastraba sobre ella empujándose con los pies e impulsándose con el cuerpo, si era menester, se agarraba a cualquier mueble para llegar al objetivo. 
Atracar un banco no es tarea fácil, y menos que salga bien, pero Tico y Taco no tenían nada que perder...ya.
Entraron vestidos de nazarenos, vesta hasta los pies, guantes, alforjas interiores que, si antes iban llenas de caramelos habrían de salir llenas de billetes; capa de raso y capirote en la cabeza libre del plástico cónico que hace de armazón de la tela que lo cubre. Los únicos, pues, que quedaban a la vista eran sus cuatro ojos, dos por barba, asomados a los pequeños ventanucos de la tela.
Para disimular cogieron turno de la máquina expendedora de la entrada.
Los cinco clientes que hacían cola giraron simultáneamente sus cabezas ante tamaña aparición. Una señora de ochenta y pico años se persignó y le cogió la mano a uno de ellos para besársela. Tico miraba a Taco. Taco le dió con el codo a Tico y éste, ante el besamanos de la señora hizo una genuflexión. Otro de los clientes, un inglés españolizado, sacó su móvil del bolsillo y marcó una tecla, acto seguido apareció su mujer con una cámara de fotos en la mano, en la otra un Yorsay acomodado en su antebrazo que metió dentro del bolso que llevaba colgado para tener más margen de maniobra con la cámara. Comenzó a disparar apuntado a los Tico´S.
El inglés rompió filas por colocarse junto a ellos para la foto, el de la medalla, que estaba dentro de la vitrina, salió con su silla ergonómica y hasta el hombre de los cupones que en aquel momento entraba en la sucursal se unió a la foto.
En menos de un minuto director e interventora se comunicaron por llamada interna, salieron para ver qué ocurría sumándose al evento con la suerte de que la mujer llevaba en su bolso un palo selfie lo que dio lugar a que todos, en excéntrico conjunto, quedaran inmortalizados ese día.
En realidad nada salió como se esperaba, ni el día en sí, para más decir, puesto que ya llevaban anunciando por la televisión desde hace tiempo que ese día era el del fin del Mundo.

sábado, 23 de abril de 2016

El comodín del silencio

Uno de los requisitos que le pidieron para ejercer aquel trabajo era la discreción y que lo que allí escuchara, allí quedara. Aceptó sin ninguna contrariedad, vamos, con lo que le había costado encontrar aquel empleo...cuanto menos, aquella norma de la casa le pareció una menudencia.

Servía las mesas con mucha corrección, amabilidad y prestancia pero el hecho de que no pudiera comentar ni con los compañeros los disparates que la gente habla no quita que los escuchara.
Aquella mañana se sentaron a la mesa dos hombres vestidos elegantemente, pidieron para el almuerzo dos copas de vino que regarían un par de entrecots en el paladar y natillas de postre.

Entre el ir y venir de la mesa a la cocina, de la cocina a la barra evidentemente el oído no se duerme por lo que sin poder evitarlo escuchaba fraccionadamente la conversación.

-Ayer me llegaron los caballos, tres pura sangre de raza árabe.
-Tengo que verlos.
-Vente el domingo a la finca y pasas allí el día. Tráete a Irina ahora que tu mujer está de viaje- una sonrisa maliciosa firmó sus palabras,
-Oye ¿cómo te lo montas para que nadie sospeche? eres un bribón.
-Lo mismo que tú, a ver, ¿cómo has encontrado esa perla del Báltico? ¿no ha sido...entre bambalinas? Pues yo igual sólo que, a ti, te van más los bienes carnales y a mi los terrenales.
Soltaron ambos una carcajada al unísono.

El camarero regresó a la barra, a la espera de que algún cliente requiriera ser atendido; apoyando el codo sobre el mostrador guiñó un ojo al barman que en ese momento secaba las copas con un paño impoluto y aquel, levantando un poco la barbilla, le hizo la presentación:
-Son el alcalde y el concejal de cultura de la provincia vecina, vienen muy a menudo a comer y el jefe muy contento que está con el dinero que se dejan.

El camarero guardó su pacto de silencio pero sopesando muy pensativo, al final se dijo para sí, -- Uff..no...que me ha costado mucho encontrar empleo.





jueves, 21 de abril de 2016

Recordando a un Noble Hidalgo

Que me perdone Cervantes
por traer a Don Quijote
a éstas tierras de Levante.

Este poema lo escribí hace tiempo pero valga como mi pequeño homenaje a tan insigne escritor e inigualable en la literatura no sólo española sino universal.




Pasó grande caballero,

una vez, por estas tierras,

iba con fiel escudero

y a vos os cuento en leyenda.

Entró con paso templado

por donde se abre la puerta

de esta tierra salinera

que, si acaso tuviera huerta,

¡y si molinos hubieran!

no son más que blanca yerba

y velas en mar abierta.

Pidió aquí noble señor,

en la noche, cama y vianda;

para hidalgo y servidor

dieron sábanas de Holanda.

Y soñó el gran soñador

con su amada Dulcinea

creyendo escuchar su voz

arrullada en la marea.

Levantóse el buen Quijote

siguiendo el perfume a brea

y detrás, buen Sancho, a trote,

lo secundó hasta la arena.

-¡Sancho!, ¿no oís vos esas voces

que cantan? ¡es Dulcinea!

¿O es la mar que en ésta noche

está muriendo de pena?

-¡Presto marcho ya en pos della!

¡vive Dios que no habrá nadie

que causarle un daño atreva!

Si es la mar, que con el aire,

está juntando sus fuerzas

 ¡yo soy caballero amante

y no habrá quién me detenga!

Cuando las olas cubrían

más allá de su cintura,
se apagó la melodía
y se encendió su cordura.









-¡Mi señor, volved a tierra,

no es la voz de su doncella!

son romanzas de sirenas

cautivando a los marinos

¡que esta es tierra de Habaneras!

Con prístino rayo de alba

partieron los cabalgantes

hacia tierras de La Mancha,

dejando atrás el Levante.



domingo, 10 de abril de 2016

Hubiera sido bonito

Tenía que haber nacido
al ladito de tu casa,
para ver como crecías,
como extendías las alas.

Hubiera habido un encuentro
al verte cada mañana
desde la casa al colegio,
desde el colegio a la plaza.

Hubiera sido la niña
que te escribiera esas cartas
que luego nunca se entregan
porque de amor van selladas.

 Te hubiera cortado estrellas
te hubiera sembrado besos
y despeinado mi trenza
por que la hilaras con versos.

Hubiera sido bonito
haber compartido calle,
juegos, libros y detalles,
adolescencia y abrigo.







sábado, 9 de abril de 2016

La boca -Poema de Miguel Hernández-

Boca que arrastra mi boca. 
Boca que me has arrastrado: 
boca que vienes de lejos 
a iluminarme de rayos. 

Alba que das a mis noches 

un resplandor rojo y blanco. 
Boca poblada de bocas: 
pájaro lleno de pájaros. 

Canción que vuelve las alas 

hacia arriba y hacia abajo. 
Muerte reducida a besos, 
a sed de morir despacio, 
das a la grama sangrante 
dos tremendos aletazos. 

El labio de arriba, el cielo 

y la tierra el otro labio. 

Beso que rueda en la sombra: 

beso que viene rodando 
desde el primer cementerio 
hasta los últimos astros. 

Beso que va a un porvenir 

de muchachas y muchachos, 
que no dejarán desiertos 
ni las calles, ni los campos. 

¡Cuánta boca ya enterrada, 

sin boca, desenterramos! 

Bebo en tu boca por ellos, 

brindo en tu boca por tantos 
que cayeron sobre el vino 
de los amorosos vasos. 
Hoy son recuerdos, recuerdos, 
besos distantes y amargos. 

Boca que desenterraste 

el amanecer más claro 
con tu lengua. Tres palabras, 
tres fuegos has heredado: 
vida, muerte, amor. Ahí quedan 
escritas sobre tus labios.



En otra piel

Marco Alejandro Tomás Rodriguez Alvarez, mucho nombre me puso mi madre.
No debió tener las ideas claras la buena mujer, me da que pensarlo porque, irónicamente, nunca tuve padre conocido.
Me criaron entre ella, mi abuela, y una tía que no estaba muy en sus cabales. Recuerdo lo sumamente religiosa que era mi abuela, tanto, que con siete años me hizo monaguillo de Don Tadeo. Aprendí todas las oraciones en latín, lo que amplió, gracias al cielo, mi cultura.
Me tropecé con la guerra como tantos otros compañeros de escuela y salimos de una instrucción para meternos en otra cambiando los carboncillos por pistolas.
Y ahí comenzó la andadura de mi ser por aquella España de oscuros vientos.
Antes de nada diré que, años arriba años abajo, coincidí en tiempo con Miguel Hernández, por lo que, cuando me pidieron que recitara uno de sus poemas en el centenario de su nacimiento, no pude, debido a que en mi avanzada edad los recuerdos llegan tan vívidos que hasta vuelvo a sentir el aliento en mi cara del último suspiro de mi compañero Elías en una fría mañana de un pueblecito de Ávila.
Todo lo que cuenta en sus poemas, Vientos del Pueblo fue el elegido, lo he vivido en carnes propias; he comido mucha cebolla, nos peleábamos por los ratones y he dormido una noche en un pajar al lado de un muerto y si  tengo que agradecer a mi madre algo es que me hubiera puesto tantos nombres porque con ello, me dio la oportunidad de ir suprimiéndolos según se terciara, para pasar lo más posible inadvertido por aquel mundo de miseria.
Me escapé de la muerte como un niño escapa de las olas en la orilla, corriendo, porque me ha perseguido el hambre, el frío, la viruela y un tiro que llevo en el hombro.
Me enamoré de una prostituta, nadie sabe lo que había detrás de aquellos labios de carmín, de aquellos brazos calurosos y de aquellos ojos tristes. Yo lo vi, porque estaba tan necesitado de amor como ella. Pero ella siempre supo lo que era, yo también, sólo que teníamos distintos conceptos de la misma verdad y no quiso seguir conmigo, me aventuró un futuro mejor y me dejó. No sé si aún vivirá, pero siendo el caso que sí, sabrá que nunca la he olvidado.
Cuando la guerra acabó regresé a mi casa, en un castizo barrio de Madrid, pero mi abuela ya no estaba, ni la casa pude recibir como herencia porque me dieron por desertor y gracias a un salvoconducto que una buena persona me proporcionó pude salir del país y dejarme caer en otra parte de Europa.
Viví muchos años con el miedo en los talones porque si malas son las guerras también lo son los rencores, y como digo yo, cuando uno se presta voluntario a hacer algo y ese algo es malo tarde o temprano debe pagar por ello, pero, ¿alguien nos preguntó? no, eran dos opciones, o vas al frente o al paseíllo. Elegí lo primero pero actué a mi manera y sé que tuve de frente una estrella, en latín o en castellano.
Así que ahora veo en las noticias las cosas que pasan, las guerras y no, no hemos cambiado mucho, se sigue comiendo cebolla y ratones en cualquier parte del mundo.





viernes, 8 de abril de 2016

Maternidad

La Mujer
lleva en su cesto de las flores
la más blanca,
la que no han tocado dedos
ni ha sido jamás cortada.
Ahí la cultiva, fragante,
envuelta en agua ondulada,
delicadamente cautiva
maternalmente guardada.
En tanto, la Luna le avanza,
tres trimestres gloriosos,
nueve meses de esperanza,
tiempo en que abrir los ojos
su florecilla temprana.
La Mujer lleva a la Rosa,
lleva al Jacinto,
lleva al Clavel,
lleva un Nenúfar en su cestillo
al que, la Luz, troca pétalo en piel.

viernes, 1 de abril de 2016

De agua y fuego

Canto de amor en la boca,
vacíos lleva los brazos
y el corazón se le ahorca
con un pétalo de nardo.

Alguien dijo que eran flores para los enamorados.

Otra noche que rompe aguas
y pare el cielo otra luna
Su corazón, siempre en ascuas
dudas, llanto, calentura.

Ventea niña ese fuego
que apenas da p´a calor
y que haga llama por dentro
que cauterice ese amor.

Pero ella, nunca maldice
ni a su propio su dolor
y pone en agua ese nardo
porque alguien dijo que es flor de amor.