martes, 27 de febrero de 2018

Sombresa -sombra y sorpresa-

El día amaneció gris, plomizo, como una fruta inmadura que carece de color pero tratándose de que  estábamos en fechas navideñas, y eso es en diciembre, podría decirse que era lo correcto, frío, humedad, escarcha; las lucecitas encendidas en los escaparates acogían muy bien la entrada al establecimiento.
Caminaba por las Ramblas intercalando el paso de la gente, cada cual con su prisa y distracción. El murmullo de las personas y el sonido del tráfico ponían la nota de agitación en aquel ambiente tristón y a lo lejos, una cabeza enfundada en un gorro y dos manos agitándose me marcaron la línea recta, era Bea.
Nos abrazamos como si no  hubiera mañana y nos habíamos visto ayer, con su amplia sonrisa pronunció mi nombre, ella es así de alegre, mucho tienes que conocerla para saber si algo no va bien en cambio a mi se me nota de lejos.
Habíamos quedado para conocer a Javier, un chico que, a su vez, conoció en una página de contactos y quería que la acompañara, después, si la cosa iba bien, es decir, si en la presentación física le transmitía buena vibra ya se las arreglaba ella sola pero si no era así yo era la excusa perfecta para quitarse el marrón de encima con el cuento de que la necesitaba, o lo que es lo mismo, yo era el comodín de la jugada. Quedó en que el gorro aquel que llevaba sería el tótem que él divisaría y punto de encuentro y localización  porque evidentemente no se veía a nadie más con un gorro de lana verde fosforito y una borla rosa que de grande se le caía por los lados tal que una bola de helado que se derrite. El chico apareció cinco minutos después.
Chupa de cuero marrón, vaqueros Lewis que parecían hechos a propósito para él, jersey de lana, guantes, bufanda, y ese perfume narcotizante... Un bombonazo.
En las presentaciones nos dimos dos besos los tres, charlamos unos minutos sobre el frío del día para romper el hielo y en un pispas mi amiga se deshizo de mi con mucha cortesía. Era lo acordado ya sé pero, joder Bea, si no lo quieres para mí, musité en voz baja.
Volví sobre mis pasos y me fui directa al Carrefour que había en un centro comercial que me pillaba de paso, necesitaba dos tonterías y ya que estaba por allí aprovechaba. Después, a las doce y media tenía cita con el dentista, luego a casa y a esperar la llamada de Bea.
No me llamó.
Por la tarde volví al súper, se me había olvidado cogerle pienso a Bartola, una galápago que tengo y al entrar vi a lo lejos el gorro de Bea, estaba en la cafetería, pensé acercarme para por lo menos decirle que se descubriera la cabeza que ya no era necesario dar la nota pero después lo pensé mejor y seguramente estarían ambos dos todavía en el proceso de conocerse y no eran plan quedar como la amiga plasta, así que pasé de largo.
Iba directa a la sección de comida de animales cuando, frente a los murales del frío, donde están los productos refrigerados me tropecé con una espalda enfundada en una cazadora de cuero marrón, podía haber sido otro, pero el olor seductor de su perfume me aseguró que era él, detuve el paso y a punto estuve de ponerle un dedo en el hombro y decirle, ¡hola Javier! con mi mejor sonrisa pero me contuve, sin embargo me intrigó que no estuviera con Bea en la cafetería ¿qué hacía él allí solo? ¿acaso iba a llevarle un yogur? de repente vi que se guardaba una caja de quesitos en el bolsillo. ¡Uau! me dije ¡no doy crédito!
Me faltó tiempo para mandarle un wasap a Bea.
Bea, ¿qué tal Javier?
Bien, muy bien,
¿Está contigo ahora?
No, estamos en el centro comercial y ha entrado un momento a comprar clinex, estoy en la cafetería.
Ya, contesté.
¿Ya qué?
Que no te lo creas tía, que yo también estoy en el súper y acabo de ver como se mete una caja de quesitos en el bolsillo. Bea ¿quién roba quesitos? ¿no te parece inquietante?
Estás tonta, ¿cómo va a ser eso?
Que sí, que lo acabo de ver.
Insisto, estás tonta, no tiene necesidad de eso, es ingeniero agrónomo y está en activo.
Pues será todo lo ingeniero agrónomo que quieras pero te repito que ese tipo lleva quesitos en el bolsillo, o sea, que no tiene intención de pagar dos euros, que se lleva la vaca puesta.
Tú misma,  acabo de descubrirte la primera sombra de Javi, deberías estar atenta con las otras 49.
Me dio rabia no haberle hecho una foto.





domingo, 25 de febrero de 2018

Sin imposiciones

A mi no me digas quién tengo que ser,
a mí déjame reír de lo que yo quiera
déjame que llore con lo que me arruga,
deja que perdone, y que me resienta,
y  que me equivoque y empiece de nuevo.
No me guardes turno porque igual no vengo,
no me guardes mesa, donde sea me siento,
no me planifiques, no estoy en el grupo
pero no te olvido, llámame y me apuro.
A veces parece que soy solitaria,
que vivo excluida por derecho y gana
pero soy de amar, sin gritos, callada,
amo con el alma y con la mirada
pero si en los brazos me ponen dos alas
y sé que en el nido ya no dejo nada
entonces mi vuelo arranca glorioso
sin límite y freno, audaz y juicioso.

martes, 13 de febrero de 2018

En memoria de Ramón, mi querido abuelo.

Absorta de la realidad me hundo
en un lugar donde no existe el tiempo
y me hago tan pequeña en un segundo
que quepo entre los brazos de mi abuelo.

Sincero aunque tal vez parco en cariños
cuidaba de nosotros con esmero,
tres gorriones, mi hermano, yo y mi primo,
y él un Águila Imperial con tres polluelos.

Aquellas tardes de merienda y juego
quedaron para siempre en mi memoria.
Le hacíamos rabiar, también recuerdo.

Ya forma parte de una tierna historia.
Siempre nos perdonaba aquel revuelo
y en voz baja decía, son mi Gloria.