sábado, 30 de junio de 2018

De Melones -Capítulo XI- de Maria José

La música amansa a las fieras...pero no a todas.


A media noche moscas, cuando la pareja duerme muy abrazadita, un pensamiento invade la mente de Julia y ni corta ni perezosa se levanta a hurtadillas de la cama, se va al cuarto de baño y decide lo que decide: poner a prueba a Enrique porque eso de que a ella le atacara aquella aparición y a él casi le hubiera puesto ojitos no le convencía, puede ser que ahí hubiera algo más. Para ello se unta toda la cara con pasta de dientes, se peina el cabello hacia atrás, coge el bote de la gomina extra fuerte de Enrique y se embadurna toda la cabeza; luego toma una barra de carmín rojo explosivo xx y se dibuja dos chorretones en la comisura de la boca figurando sangre y se coloca dos palillos de pinchos morunos que sujeta a sus dientes con el Corega Forte de su madre que dejó olvidado dentro de su mochila.
Agarra la cortina de baño y se la enrolla por el cuerpo, pero se preocupa bastante bien de dejar el canalillo de sus pectorales a la vista no sin antes haberse metido dos pares de calcetines en cada copa del sujetador.
En cada uno de los dedos de sus manos se pone una pinza de la ropa y con todo aquello se acerca sigilosamente a Enrique que sigue dormido como un querubín.
Cuando está a la altura de su cara comienza a mesarle el cabello con las pinzas de la ropa para que despierte, él hace ruiditos pero no abre los ojos y empieza a susurrarle: Quiquín, Quiquiiín...
Enrique abre un ojo, lo cierra, lo vuelve a abrir -sí, aquella cosa sigue ahí- y dice en su entresueño:
Julia ¿hay bicarbonato en casa? me ha sentado mal la digestión de la pizza.
Noo- responde la aparición- noo haay, ni sales de frutaas tampoocoo -con voz de ultratumba-
Cuando reacciona de verdad y ve lo que tiene delante agarra de un tirón la almohada de viscoelástica y empieza a darle con ella al "bicho- Julia" que tiene delante. La viscoelástica es tan dura que le dobla hacia arriba los ensartes de los pinchos morunos y le salta cuatro pinzas de una mano, la cortina se le cae, la pisa y se tropieza dándose un cabezazo con la mesita de noche y a consecuencia de ello la lamparita se vuelca cayendo encima de su cabeza más con el efecto húmedo de la gomina le da un calambrazo que hace que se ponga a hablar en latín. Verdaderamente un desastre.
Enrique enciende la luz del techo y ve el revoltijo aquél, Julia parece...yo que sé, un águila destrozada...se echa las manos a la cabeza ¿qué puedo hacer? piensa, piensa, rápido, se dice, y llama al Ponte Bien. En unos minutos está una UVI móvil en la puerta del edificio.
¿Pero qué clase de vacaciones son éstas? ¿Por qué no elegiríamos habernos ido de acampada a... a... a... Los Picos de Europa o al Monasterio de Piedra?
¡Ay mi Julia que la he matao!
¡Ay mi Enrique no me dejes sola!


¡👀! yo no tengo la culpa, es lo que salió auu jajjajaj.

viernes, 29 de junio de 2018

De Melones -Capítulo X- de Oncina

E-340, E345, E173, E140, aromatizantes, conservantes, lácteos, acidulante, trazas de especias subacuáticas, orégano por un tubo, plástico para envolver, semillas varias, un poco de chacal del norte de África, diente de tiburón molido, salsa de tomate deshidratada y rehidratada, hachedoso, hachedosi, hachetreso, tocado y hundido.

- Pues nada, Cari. En la pizza no hay nada extraño, lo de siempre.
- Puff, Enrique, analicemos los hechos con calma, ¿Qué ha pasado aquí?
- No sé, pero seguro que no es lo que parece...
- Esa excusa ya la tienes gastada, cuidado.
- Somos doctores, seguro que hay una explicación racional.
- Y dale, podólogo hijo, podólogo. Ya me lo decía mi madre... este ni tiene MIR ni nada.
- Ya estamos con tu madre.
- No saques a mi madre a colación , ¡eh! Vamos a lo importante, hay una muerta viviente que te enseña el pechamen sin recato ninguno.
- Mujer, lo del recato yo creo que es lo de menos. Julia, que casi te mata de un empujón, tenía colmillos y trepaba por las paredes.
¿Qué hiciste? Porque algo habrás hecho.
- ¿Yo...? Nada... Le tiré del susto la pizza, pero ya ves, ni lleva ajo ni nada.
- Eso fue, a mí no me atacó y a ti sí.
- Eso, encima defiéndela... Eres como todos, ves unos melones y ya te da igual todo: que tengas novia, que sea un bicho, que fueras a su entierro ayer, desde luego... no sigo porque me pongo a llorar. Te voy a poner las maletas en la calle y te vas a buscarla a ver si quedas contento.
- Pero...
- Voy a comprobar que todo esté bien cerrado y nos vamos a dormir, creo que estoy muy nerviosa y te veo más tonto de lo normal.
- Sí, mejor, Julia. Ya verás como mañana se arregla todo.

Se dan un beso de reconciliación y duermen muy juntos porque tienen un poco de miedito.

Fuera una vampiresa con amor por la samba es feliz bajo la luna, la música amansa a las fieras.

miércoles, 27 de junio de 2018

De Melones -Capítulo IX- de Maria José

Mira Enrique, eso puedes hacer mañana para comer- dice Julia mientras observa detenidamente a Carlos Arguiñano en el programa de cocina que están viendo en la tele- por cierto, esta pizza no está nada mal para ser congelada eh, tiene bastante chicha y no pica, que es muy importante, ya sabes que con el picante no puedo desde que me pasó lo que me pasó cuando chica.
Ya sé -dice Enrique- aquello de cuando estabas ayudando a tu madre a separar los pimientos que picaban de los que no y te restregaste los ojos sin haberte lavado las manos y se te pusieron como los de una brotola.
Calla y no me lo recuerdes.
Se escucha un sonido, un murmullo, un...algo así como arañazos en el suelo del balcón.
Enrique ¿oyes?
Sí, será el gato de la vecina.
Ahora sale Eva en la tele, la hermana de Arguiñano, haciendo natillas.
Enrique, en el balcón hay algo, asómate a ver.
Estáte en lo que tienes que estar y cena que ahí fuera no hay nada.
De repente miran los dos la cristalera de la puerta que los separa de la terraza y...
¡Un bicho! ¡Juliaaa!
Julia añade, te lo he dicho, hay algo.
La chica se levanta con su trozo de pizza en la mano, abre la puerta corredera y sale al balcón pero no ve nada hasta que...levanta la mirada y en el techo, como si fuera una rana gigante que hace ventosa con sus cuatro patas encuentra una monstruosidad que ni parece carne ni pescao, no sabe lo que es...y le entra la histeria. Coge el trozo de pizza que lleva en la mano y se lo lanza con fuerza, los champiñones se le incrustan a aquella cosa en la naríz, el jamón york va directo a sus ojos, la masa, tradicional sin borde relleno de queso, con su forma semicircular va dando vueltas hasta que le arremete en el costillar pero, como un boomerang vuelve a Julia y le da un trastazo en la frente que la tira de espaldas -ahora, por fin, le da la gana al huevón de Enrique de levantarse de la mesa y acercarse a ver qué está pasando. Julia está espachurrada por el suelo, y la Vampira ya está en pie llena de queso y tomate que resbala por su cuerpo dándole un aspecto aún más terrorífico, arrastra los colmillos por el suelo, se dirige a Enrique pausadamente aunque se detiene unos minutos ante el cuerpo de Julia que está tirado en el suelo para soplarle el orégano que le ha entrado de los ojos y le muestra el escote a Enrique ¿Quién soy, Quiquín?
Noooooo. 
En esto que el programa de cocina termina y en la tele saltan los anuncios con la buena fortuna de que suena música de samba y a Jenyfer Van der Karol se le retraen los colmillos, sus uñas, que hasta ese momento parecían batutas, van menguando de tamaño y se convierte de nuevo en una atractiva jovenzuela que, muy tranquilamente, atraviesa el apartamento hasta llegar a la puerta de entrada que en éste caso usa como de salida y se va tan campante.
La pareja alucina en colores y se van a la cocina a mirar la caja de la pizza a ver qué cojones de ingredientes llevaba aquello.
Ignoran que aquella aparición va mucho más allá de asuntos culinarios.

De Melones -Capítulo VIII- de Oncina

Sabía lo que era sin que se lo contasen, sabía de su hambre sin que el estómago rugiese, sabía de su fuerza sin moverse, sabía a... melón y albaricoque ¡qué dulzaco!, como el cóctel del Pub Melón.
Sabía lo que tenía entre los dientes. Ya recordaba, estaba mascando un chicle de dos sabores cuando caía desde los cielos a la tierra.
Empujó con todas sus renovadas e impresionantes energías y levantó la tapa, removió la tierra y salió a la luz de la luna como quien se levanta por la noche al baño con ganas de miccionar. Es natural que si una medusa vampiresa te pica y mueres resucites convertida en un monstruo de las tinieblas.
Se rió con fuerza, era inmortal y joven para siempre, y que acierto de operación estética se había hecho, gracias a Drácula porque para vagar eternamente con modelitos de vampiresa sexy era muy acertada esa figura de femme fatale.

Giró alrededor más rápida que nunca, se detuvo frente al estanque del cementerio para obtener el reflejo de su nueva imagen; el vestido negro que habían elegido para ella en su entierro era muy apropiado. La pierna derecha estaba un poco torcida por el golpe, con sus brazos la retorció hasta que volvió a su lugar natural, las costillas le estaban perforando los pulmones, pero daba igual porque ya no los necesitaba, igualmente se las recolocó con cierta prudencia, sujetaban los dos mil euros mejor gastados de su antigua vida.

En la cara los desperfectos podían ser subsanables con un poco de maquillaje, además lo necesitaría, ella que siempre lucía un perfecto moreno de playa estaba ahora paliducha.

Tuvo una idea, se encargaría de arreglar su tumba, no quería que nadie indiscreto se enterase de su no-resurrección "milagrosa", ahora que conocía sus raíces bien podía adoptar el nombre original que le había dado su familia: "Jennyfer Van der Karol" , desplazó hacia fuera sus colmillos, blancos, elegantes, largos y afilados, un excelente par de razones a sumar, ya eran dos pares.

Su inocencia anterior parecía lejana, la sabiduría que le proporcionaba la muerte en vida y la vida en muerte iba más allá de su verborrea y su desenfado, el conocimiento le inspiraba cierta tristeza melancólica. Tenía hambre, mucha hambre... y una vida eterna para sentirla, para devorar y nunca saciarse. Era un monstruo, bello, pero un monstruo más allá de la naturaleza conocida por la humanidad.

Mientras en un apartamento cercano la noche transcurría plácidamente y la pareja protagonista veía un programa de cocina a la vez que cenaba una pizza congelada. El mundo real es aterrador.

De Melones -Capítulo VII- de Maria José

La caída de Jenny efectivamente fue brutal, era mortal de necesidad, desde esa altura y sin paracaídas que se hubiera salvado hubiera sido cosa de canonizarla, por lo menos.
Le hicieron la autopsia para asegurarse de qué fue su muerte, cabían dudas de que alguien le hubiese empujado, o golpeado la cabeza y con ello hubiera perdido el conocimiento y se hubiera precipitado al vacío pero no, fue por exceso de peso en la delantera, un giro inesperado del piloto, una ráfaga de viento, en fin, un cúmulo de circunstancias desfavorables.
Pero Julia y Quiquín se encargaron de que su funeral fuera alegre, como ella era, para ello se pusieron en contacto con el manager de Los Coco Locos poniéndole al tanto de la situación para que adelantara la llegada del grupo y poder despedirla como ella merecía.
No hubo inconveniente alguno, la verdad es que se volcaron en la trágica situación y ocho horas después de ser avisados ya estaban en el lugar citado para lo que hiciera falta.
Fue un ritual de lo más bonito, entre comillas claro, pero muy hermoso, la música brasileira no dejó de sonar en todo momento, bajito, y prácticamente toda la ciudad se acercó a despedirla.
Su novio estaba muy entero porque ambos eran de la filosofía de que no se deja de existir sino que se transforma en lo que uno siempre ha deseado y ella amaba las ballenas así que ahora ya estaba surcando los océanos, por ello pidió que se arrojaran flores al mar y toda la flota de aquél pueblecito costero salió a entregar la colorida ofrenda.
Julia y Enrique decidieron que si algún día tienen una niña le llamarán Jenny.

De Melones -Capítulo VI- de Oncina

— ¡Pero, qué hace! ¡Vaya loca! ¡Se cae de la avioneta! ¡Ay, Dios! —. Grita Julia desesperada — ¡Cuidado! —.
Jenny, distraída por saludar, cae al vacío desde mil metros de altitud contra los acantilados contiguos a la playa. La pareja corre hacia el lugar de los hechos, al igual que todos los bañistas, que lo han visto consternados desde sus toallas y hamacas.
— Con lo bien que me empezaba a caer —, dice Julia.
— Sí que ha caído bien — contesta distraído Enrique, los nervios no le permiten evitar los chistes de mal gusto.
— Con lo feliz que era.
— Es imposible que haya sobrevivido por muchos air-bags que lleve.

Enrique no se equivoca, efectivamente la ambulancia de ayer ya ha recogido el cuerpo inerte cuando la pareja se aproxima. El chófer de la ambulancia ha decidido no volver a trabajar ningún verano más, vaya estrés, él que se las prometía tan felices ligando con las enfermeras del hospital no tiene tiempo para nada.
Julia y Enrique están apesadumbrados y gimotean, Jenny sabía ganarse el cariño de la gente, cuando les llaman del "Ponte bien" para confirmarles las malas noticias no saben qué hacer, no conocen a ningún familiar de la chica y no saben que se hará con sus restos. Los empleados del "Ponte bien" también han comunicado a sus familiares el triste suceso.

A la vuelta a su apartamento no tienen muchas ganas de fiesta, juntos deciden que alguien tendrá que decirle a Gersinho que su novia ha muerto, vaya marrón, ¿se acordará Gersinho de Julia? ¿estaría locamente enamorado de Jenny? ¿se tomará la noticia como el gran drama que es? ¿habrá actuación?

Al día siguiente Enrique madruga y se acerca al kiosko en busca del periódico local, lógicamente la noticia es portada y encuentra el tanatorio donde se trasladará a Jenny. Compra unos bollos y le prepara un desayuno a Julia, sabe que tiene que hacer méritos por si los brasileños son demasiado alegres. Cuando se levanta Julia dice que no está el horno para bollos, pero que muy rico todo.

No tienen indumentaria para un funeral, quién lo iba a pensar hace solo un día. 

miércoles, 20 de junio de 2018

De melones -Capítulo V- de María José

-Vaya día más movido- dice Julia al entrar en el apartamento, lanzar el bolso sobre la silla más cercana y dejarse caer en el sofá. 
-¿Crees que de haberlo pedido nos hubieran dado anestesia para llevar "Quiquín"?
-Seguramente no, pero la anestesia te la voy a dar yo, ven aquí nenúfar mía que te voy a hacer la respiración asistida.
Fundido en negro.
Cae la noche, Julia se despierta y no encuentra a Enrique a su lado, extrañada lo busca por todo el apartamento pero no está en ninguna parte.
Sale al balcón que da a la playa y se asoma por si se le ha ocurrido bajar a dar un paseo. Entre una polvareda de arena ve algo dando saltos,vueltas y revolcones, agarra los prismáticos y ¿qué es lo que ve? a Enrique intentando aprender capoeira.
Así que ni corta ni perezosa se pone una minifalda de volantes, el top del bikini, busca en youtube una buena samba, conecta sus auriculares al dispositivo móvil y comienza a ejercitar las caderas bailando sobre las puntas de los pies.
Veremos quién de los dos llega al martes más preparado...ye ye ye Magalenha...
Al día siguiente vuelven a la playa, casi el mismo ritual que al principio, excepto que la voz que se escucha vendiendo algo, a lo lejos, es, melocotones, traigo melocotones de secano, los mejores, dulces como la miel.
Ambos se miran y un pensamiento en común que no dicen pero se sobreentiende queda dando vueltas por sus mentes: aún no hemos terminado con los melones como para meternos en melocotones ¡ni se te ocurra!

Se escucha el ruido de un motor, una avioneta surca el cielo con un cartel en la cola que indica:
"Los Coco Locos" martes 22:00 Ps de la playa y Pub Cocktel Melón.
Y una voz a través de supermegafonía dice:
¡Holis Quiquíín, Juliaa! Yujuuuu aquí arriba ehhh aquí aquí!! ¡Os espero!
-Qué ojo tiene la tía, nos ha visto- y Enrique la saluda agitando la gorra con la mano.

De melones -Capítulo IV- de Oncina

La pareja apenas se ha dirigido la palabra durante el trayecto, cuando llegan al Hospital "Ponte Bien" el ambiente está más mal que bien. Enrique se pregunta que clase de drogas darán para poner a los enfermos.

Al subir a la primera planta un grito les sorprende: — ¡Holiiii! — la chica de la playa les saluda efusivamente — Encantada, gracias por vuestra ayuda, me llamo Jennyfer Carola, pero me podéis llamar Jenny, que amables sois por ayudarme sin conocerme de nada, menos mal que pasábais por allí, fíjate tú, dos médicos en ese preciso momento, vaya suerte... — Jenny es como una locutora de radio, no calla, casi no les da tiempo a presentarse y ya está otra vez con la retahíla
— Qué susto me lleve, al final no fue una carabela de esas, ha sido solo una irritación superficial, mirad —. Y enseña el escote con total despreocupación. Enrique no sabe donde mirar, no está el horno para bollos y menos para melones.

Julia sale al paso, 
— ya veo, ya — eso con un poco de antiinflamatorio se cura — . Jenny sigue a lo suyo, su verborrea no tiene fin — Dos meses de trabajo como socorrista me costaron, un sueldo cada una, si las pierdo vaya disgusto más grande, me las dejaron muy bien; bonitas y redonditas, una 95 me puse, no es que estuvieran mal antes, pero un capricho es un capricho — . — Tengo unas ganas de enseñárselas a mi novio... — .
Enrique ya está mareado, se ha quedado con las ganas de señalar lo caro que está el kilo de melón, pero no le ha dado tiempo para meter sus tonterías en la conversación.
— Ah, qué bien, tienes novio, ¿quieres que te llevemos con él?  pregunta Julia intentando librarse de la incómoda situación que sería ver sus melones por décimocuarta vez .— Ay, hoy no está, pero llega mañana con su grupo de capoira, se llama Gersinho y lo conocí hace unos meses en Ipanema, me picó una araña extraña en el pecho derecho y se prestó a ayudarme, no sé porque siempre me pican bichos raros cuando tomo el sol. Asociación Coco Loco se llaman, os invito a su espectáculo que es mañana a las 10 de la noche. Ya veréis que divertido, bailan samba y capoira, y se ponen unos tanguillas muy graciosos.

Julia y Enrique se miran atónitos, no salen de su asombro.
Mientras Jenny sigue a lo suyo — Yo creo que le gustarán, ¿Qué opináis? ¿No serán demasiado grandes?
— No creo 
— . Titubea Enrique.— Qué majo eres Quiquín —. Sonríe y saca de su bolso dos entradas. — Tomad, si queréis ir un poco antes nos tomamos algo en el pub y os presento a Gersinho, hacen unos cócteles magníficos.— Vamos, tenemos que marchar, Quiquín — . Julia se mofa del nuevo apelativo de su novio — Mañana iremos a ver a tu amigo, hasta mañana, Jenny.— Hasta mañana — Jenny reparte dos besos sonoros a cada uno.

Ya solos vuelven a su apartamento disfrutando del silencio. Aunque Enrique está mosca con la aparición en escena de los brasileños.
Julia echa un vistazo a las invitaciones.

martes, 22:00 h,
Ps/ de la playa.
Pub "Cocktail Melón" 




De melones- Capítulo III- de Maria José

Enrique y Julia regresan al apartamento después de la agitada mañanita playera, caminan los dos en silencio, ninguno se atreve a decir esta boca es mía, Julia por el reconcome que tiene por haberle dicho a la chica que le quedan 24 horas de vida y Enrique por habérsele ocurrido, sabiendo que Julia es mucha Julia,  manipular piel que está fuera de su jurisdicción, pero caramba, le había picado de verdad una medusa que si no era una carabela sería una jarbeta pero una medusa era.
-Venga mujer, no te pongas así que ambos hemos hecho el juramento Hipocrático y sabemos que se es médico las 24 horas del día sin condición de sexo, religión o creencias, o lugar a tratar.
Sí Enrique lo sé, pero es que estabas ahí ahí con las manos pegadas como un spiderman, para mi que eso algo más que una cura.
Anda tonta, que pareces una niña de pecho....oh, lo siento, no quería decir eso.
-Enrique voy a hacer como que no te oído pero una cosa te digo, si quieres resarcirte y compensarme por el disgusto que me has dado tienes que hacer algo.
-Lo que quieras mi amor pero tampoco te pases ni quieras abusar de éste suceso porque si quieres yo también te puedo recordar aquella ocasión en Brasil en la que tú...
Tin tiririntintin tin tin tin tin -suena el móvil- ¿diga?
¿Enrique Gutiérrez?
-Sí, dígame.
-Le llamamos del hospital Ponte Bien, verá, es que hay una paciente a la que se le acaba de dar el alta que había ingresado por  picadura de medusa y nos han facilitado su teléfono para que venga a recogerla.
-¿Yo?
-Bueno, si quiere, los de la ambulancia nos han dado éste número y además, la señorita dice que es de fuera y que no tiene  ningún familiar aquí. Aunque también podemos pedirle un taxi, lo que usted diga.
Enrique cubre con la mano el auricular del telefóno y le pregunta a Julia si ella le ha facilitado su número de teléfono a alguien, ella contesta que sí, que se lo dijo al ateese porque pidió un número de contacto y con los nervios no sabía qué hacer y total, que sí, que se lo dio.
-No, está bien, en unos minutos estamos ahí.
-Bien, gracias, adiós.
Julia lo mira interrogativamente, Enrique no respira ni dice mú pero recuerda un titular que leyó hace tiempo que decía que en vacaciones es cuando más divorcios hay porque las parejas pasan más tiempo juntas.
Entre tanto, un avión acaba de tomar tierra en la terminal de Barajas del que desembarca la Asociación Coco Loco, 8 morenazos que amenizarán las noches playeras de toda la costa española. Uno de ellos es de Brasil.

De melones -Capítulo II- de Oncina

...
— ¿Médico? ¡Médico! — . — Enrique, tú eres imbécil y podólogo... Déjame a mí que soy dermatóloga— , se gira y continúa — llama al 112, rápido, rápido, no te duermas en los melones, digo... en los laureles, le ha picado una carabela portuguesa, no creo que le queden más de 24 horas de vida si no es atendida por un profesional inmediatamente — . Cambia la voz y el tono. —Y... ya hablaremos después de la diferencia entre glándulas mamarias, callos y juanetes...—

La joven mujer se desmaya, nunca un top-less fue más desafortunado. A lo lejos se escucha el aullido de la ambulancia, ¡nino, nino, nino!, raudos llegan los sanitarios hasta la playa esquivando melones que por alguna razón extraña están desperdigados en la carretera.
— Pa' habernos matao — , le dice el conductor a uno de los "ateeses". Ya te digo, entre los melones de la carretera y los de la playa no hay manera de que fijes la vista en las curvas. 
— Precisamente eso hacía — , piensa el chófer, es complicado explicarse.

La mujer mantiene el pulso, aunque el protocolo no se ha cumplido correctamente porque es muy difícil seguir un manual de instrucciones en situaciones entre la vida y la muerte, y más difícil todavía con melones por todos lados impidiendo el buen hacer de los profesionales. — ¡Vaya domingo! — . 
— ¡Ya te digo...! — .

Pese a todo el inconveniente melonar la mujer es trasladada adecuadamente al hospital más cercano, nunca fue picada por una carabela portuguesa, todo se lo inventó Julia. — Sí, que se aguante... por lagarta y descarada.... — 
le contaba a su madre desde el móvil — A esta no se le quita el susto del cuerpo en todo el verano —. 
Mientras tanto Enrique se concentra en buscar una buena excusa, pero no se le ocurre nada, se masca la tragedia: ¿Habrán finalizado las idílicas vacaciones? ¿Se acabará la temporada de melones sin haberlos catado? ¿Por qué Enrique intentó ayudar a la necesitada damisela? ¿Perdonará Julia a su chico la melonofilia? ¿En qué hospital habrán ingresado a la enferma? ¿Estará muy lejos del apartamento alquilado por la pareja protagonista? Todo esto y mucho más en próximos capítulos...

lunes, 18 de junio de 2018

De melones.

Enrique y Julia viajan a la costa, comienzan sus esperadas vacaciones de verano tan merecidas, desde enero se han hecho la firme la firme propuesta de quedarse en España en lugar de ver mundo como en otras ocasiones, aquí también se puede disfrutar de unas maravillosas vacaciones en el mar.
El primer día, contra todo pronóstico, no pisan la arena, lo dedican a ordenar lo que han traído en las maletas, a comprobar que está todo correcto en el apartamento alquilado y  abastecerse de las cosas más básicas para tener cubierto el desayuno y el aseo personal, se van de compras. Por la tarde a pasear y a cenar en un restaurante elegido a dedo.
Pero el segundo día, tal como amanece, desayunan, ordenaron lo poco que hay que ordenar y bajan a la playa.
-Qué gozada July- dice Enrique tras haber plantado la sombrilla y desplegado la hamaca en la que se acomoda como un lagarto al sol. Pierna aquí pierna allá, con esa paz interior que te produce saber que dentro de la nevera te está esperando una cerveza fresca que en cualquier momento va a ser disfrutada con la misma alegría que el que descorcha esa botella de champán después de haber ganado la carrera de MotoGP pero, con la satisfacción añadida de que en esta ocasión, el máximo esfuerzo que tienes que hacer para merecidamente saborearla es quitarle la chapa... plop...fsss...glub glub.
Julia anda con su ritual de potingues playeros, protector solar para el cuerpo, protector solar para la cara, bruma facial, pamela, gafas de sol, silleta confortable y té de limón enfriándose junto a las birras.
La playa comienza a llenarse poco a poco de gente, la arena desaparece en tanto se va llenando de toallas, llega un momento en que queda literalmente alfombrada.
Una voz se escucha:
Melones, traigo melones manchegos ¡vamoos que me los quitan de las manos!
Enrique da un salto de la hamaca.
-¡Oyes? ¡ melones de La Mancha! voy a comprar alguno que además de que son buenos están buenos.
En el bolso hay monedas, creo que siete u ocho euros, cógelos pero no cargues con  muchos que no nos vamos a pasar todas las vacaciones dale que dale al melón.
Se levanta de su trono de rejilla de nylon azul marino y se va derecho al señor que los vende.
Media hora después y aún no ha regresado.
Julia  está preocupada, dónde estará metido éste hombre...así que se marcha caminando por la orilla a buscarlo porque al de los melones hace rato ya que no lo escucha.
De repente ve un revuelo de gente, como a unos cien metros de donde se halla, se acerca  preocupada para ver lo que es puesto que Enrique no aparece y aquello le inquieta ¿le habrá pasado algo? ¡ay Dios! Cuando está al lado lo primero que ve fuera del corrillo que ha hecho la gente son dos bolsas de plástico tiradas en la arena con la fruta dentro, ni rastro de Enrique; se abre paso entre la gente y entonces lo encuentra frente a una chica en top les ¡y con las manos en sus...melones! ¡Enrique! ¿qué haces? ¿ la cata?
Enrique se da la vuelta sorprendido y responde:
Le ha picado una medusa y como no hay puesto de socorro la estoy curando ¿recuerdas que soy médico, melona mía?

Retando a Oncina en cuentos de verano con delirios y melones jajaja.



miércoles, 6 de junio de 2018

Amor en futuro

Entre que tú me quieras
y te quiera yo
hay nubes y charcos
montañas y valles
calles y avenidas
horas y almanaques
cigarras y grillos
flores y panales
hay cosechas nuevas
sol y tempestades
o quizá no hay tanto
ni estamos tan lejos
y un día cualquiera
me miras, te veo
y todo se pliega.