viernes, 20 de julio de 2018

Volver

Volver
a tu piel curtida
a tu gesto huraño,
a tu risa franca
y a tus ojos claros,
a tu imagen tierna
a tu amor contado
a tu tierra hermosa
con su cielo bajo.
Volver
a volver contigo,
y saltar estrellas
con los pies descalzos,
a girar planetas,
a inventarnos astros,
a volvernos niños,
y al amor primario
donde el beso rompe
como ola en el labio.

Tu voz

Tu voz tiene piel, tiene cintura
tiene brazos, tiene hombros tiene espalda,
tiene dedos, luz, temperatura,
toca todas las cuerdas de mi alma.
Conversando de las cosas más triviales
 tu voz relampaguea en mis adentros...
¿qué será cuando tu voz sea la que calle
y todo me lo digas con un beso?

martes, 10 de julio de 2018

De Melones -Capítulo XV- de Maria José

Media hora llevan en la playa esperando a la novia el novio, Don Remigio, que a punto está de que le de una lipotimia vestido hasta los pies con la sotana negra y menos mal que le han ofrecido una banqueta y Enrique lo abanica, los invitados al evento que son escasos pero ruidosos y los de la ambulancia que en vez de estar al tanto de la comitiva nupcial están a los bikinis. Y Julia sin aparecer. Algo ocurre.
A lo lejos por fin se le ve venir.
Va vestida de paisana, qué extraño -piensa Enrique-
Desde unos metros la escucha:
-Ven- y le hace un gesto con la mano para que se acerque.
Enrique desde donde está levanta un poco su muñeca y le señala con un dedo el reloj dándole golpecitos.
-Que vengas- dice Julia dando una patada en la arena.
Enrique arranca el paso.
-Mira Enrique, que no me caso. 
¿...?
-Que no, y te lo digo directamente. Eres muy tacaño ¿no te lo notas? Primero me vienes con un aro de cebolla de anillo de compromiso, encima me vuelves a llamar pato aparato con la de botellas de coca cola que te habré abierto con los piños y que tan bien te venía, y para postre me entero que la alianza la has comprado en el Burriking, eso ha sido la puntilla. ¿qué será lo siguiente? ¿Irnos a Venecia en monopatín? Ah, y si tenía los dientes largos es porque mi madre me daba mucho puré de zanahoria por aquello de que es bueno para la vista y yo era estudiante, de sobra sabes que fue un efecto secundario y que cuando aprobé las oposiciones volvieron a su estado normal.
Eres muy tacaño Enrique, más agarrado que un chotis y eso que aún estamos solteros...así que si es así ahora, cuando llevemos 5 años casados... 
Julia se da la vuelta muy altanera y recorre el camino inverso.
El sacerdote, al ver la escena desde lo lejos se acerca lo más rápido que puede levantándose la sotana con la punta de los dedos para no pisarla.
-¿Qué ocurre hijo mío?-
-Ocurre...que dice que no se casa.
-¿Cómo que no se casa? ¿Qué ha pasado? ¿No tiene vestido? ¿Hay algún inconveniente?
-No es eso Don Remigio, dice que soy un roñoso.
¡¿Y lo eres?!
Y vuelve a por el acetre e hisopo para bendecirlo y espantarle toda roñosería.
Los invitados empiezan a inquietarse, un murmullo generalizado va subiendo de tono mientras Julia, por otro lado, va camino del apartamento cabizbaja.
Enrique sale en pos de ella y la localiza por fin.
-¡Julia! ¡venga muchacha, no te pongas así, tonta!
Julia vuelve la cabeza pero no hace caso y continúa caminando.
De repente escucha un sonido de cristales rotos, se detiene en seco y se gira.
Ve a Enrique con una piedra en la mano que acaba de romper el cristal de un coche, acude de inmediato a su lado y ve como está sacando del coche a un perro que estaba a punto de morir asfixiado allí dentro. Lo coloca en la sombra, le moja el cuerpo con agua fresca que otra persona le ofrece y le da de beber.
Julia lo mira con los ojos llenos de lágrimas y se abraza a Enrique con todas sus fuerzas.
Ya recuerdo por qué te quiero.
¡Hay boda!

💏

De Melones -Capítulo XIV- de Oncina

Los hombres también lloran, eso es verdad, que alivio de felicidad sintió Enrique al darse cuenta de la buena decisión que tomó su futura mujer dedicando sus esfuerzos personales a la dermatología y no a la poesía.

Ya sabía cual sería su discurso de boda.


Te conocí siendo niña,
eras un pato aparato
un poquito modosita
y con los dientes muy largos,
en el cole te quería
solamente meter mano.
Eras terrible chiquilla
y me diste un buen guantazo.
Lo recuerdo todavía,
acongojado me hallo
y me tapo la mejilla
desde que te di aquel aro
en medio de la salita,
mientras al cielo proclamo
que yo lo que más quería
era evitar un tortazo
porque ya sé cuanto pica.
Perfecto, no sabía si tendría valor para leerlo delante de Don Remigio, pero veía claro que con ese poema podía aspirar al Nobel de Literatura, iba a dejar los callos para ser el Bécquer del siglo XXI.
Sí, el pobre Enrique tiene un gusto literario un poco extraño y, lo que es peor, cree que a Julia le gustará que le recuerden lo de Pato-aparato, se queda pensando en la similitud que acaba de encontrar entre Jenny y Julia, las dos tienen unos buenos colmillos y él la carne muy tiernita.

El día D a la hora H todo pinta excelentemente; el sol reina en el cielo, el mar está en calma, la brisa es suave y controlada, ideal para ondear el vestido de novia como en los anuncios de la televisión y no tan fuerte como para llevarse los sombreros de los pocos invitados, Jenny lleva más de veinticuatro horas sin aparecer, Enrique ha comprado un anillo bien gordo en el Burguer King, Don Remigio ha aceptado oficiar la boda, la ambulancia del "Ponte Bien" está a cien metros esperando cualquier posible eventualidad, más vale prevenir que curar.


Julia se vestía de blanco y pensaba: "Ir de vacaciones y volver a casa casados, qué emoción, ni en las mejores películas románticas pasan estas cosas". "Además este vestido me queda genial, ya sabía yo que un vestido de boda en la maleta de los "porsiacaso" no iba a sobrar".
Ahí, junto a las botas de agua, el botiquín de primeros auxilios, las balas de plata contra licántropos y el paraguas estaba el vestido perfecto.

De Melones -Capítulo XIII- de Maria José

Julia, al ver a Enrique hincando la rodilla en el suelo delante de ella y con ese aro de cebolla poniéndoselo en el dedo rompe a llorar. No se sabe si por la emoción o por los vapores de la cebolla pero da toda la impresión de que está emocionada. 
-Enrique, corazón mío, me dejas sin palabras-
Saca un paquetito de pañuelos de papel, se suena y se limpia las lágrimas.
-Yo también tengo algo para ti, no mires, tápate los ojos, espera un momento...no mires eh.

Enrique permanece a la espera con las manos en los ojos cerrados y mantiene el tipo.
Julia se acerca a la mesa del comedor y en un papel escribe algo, después se lo da a Enrique y éste comienza a leer:

Enrique de mi vida
y de mi corazón
te quiero desde el día
que tomé la comunión.
Tu estabas en el banco
sentado con Simón
vestido de marino
aunque sin Galeón
y yo en el otro ala
del templo, con Leonor,
y me guiñaste un ojo
y cambié de color
me puse colorada
lo mismo que un melón
como un melón de agua
sandía llamánlo
y ahora Enrique mío
veinte años más mayor
me pides matrimonio
y ¡es lo que quiero yo!

Ahora el que echa lagrimitas es Enrique, los hombres también lloran.

Don Remigio hará el oficio, será en la playa y habrá melón y papaya.
Aunque el sacerdote ni monta en barca ni en bote lo convencerán y la Yenny no aparecerá.
Esperemos.
Transilvania es un buen destino ¿Obviarán a los vampis y los hombres lobos en noche de Luna llena?
No se sabe, en todo caso primero será la boda.

viernes, 6 de julio de 2018

De Melones -Capítulo XII- de Oncina

- ¿Desde cuándo invitamos a curas a casa, Julia? Si a nosotros no nos va ese rollo, ya decía yo que lo mejor es volver a nuestra casita; hogar, dulce hogar.
- Hay que intentarlo por todos los medios, Enrique, no perdemos nada.
- Perdone, sacerdote, ¿Cómo se llama usted?
- Don Remigio.
- Don Remigio, esparza bien al agua bendita por ahí, en ese techo, en ese... sí. Y aquí, donde el aire acondicionado.
- Esto sucede por todo el pecado que hay en nuestros días, hijos míos, hay que vivir según las reglas de nuestra madre iglesia. ¿Habéis formalizado ante los ojos de Dios vuestra relación?

Julia y Enrique se miran atónitos.

- Pues...
- La verdad es que no, sabe usted, es que no somos practicantes y...

El cura se da la vuelta con cara de pena.

- Ya, los tiempos modernos. Bueno, he acabado, ahora la paz de este lugar queda en vuestras manos. Que Dios sea con vosotros.
- Y con su espíritu-. Contestan a dúo acongojados.

La pareja se queda sola.

- Qué vergüenza me has hecho pasar, Julia, qué vergüenza.
- No será para tanto, chico, si me has contado que estudiaste en los Salesianos, bien que sabías lo de su espíritu. A cambio de un sermón nos ha bendecido todo el apartamento, de arriba a abajo, hasta ha regado las plantas ¿ves?
- Falta les hacía.

De repente a Enrique se le alumbra una bombilla en su cerebro y una idea loca prende en sus circuitos neuronales, una idea de la que puede que se arrepienta toda la vida.

- Julia, me he decidido -. Hinca la rodilla en el suelo y pide matrimonio. Así, sin ensayar ni nada, a lo loco.
- ¿Querrías casarte conmigo? No tengo anillo, pero puede servir este aro de cebolla, ya sabes: contigo pan y cebolla.
Julia lo flipa en colores, se queda muda mirando al horizonte. Como ella no habla Enrique sigue argumentando sus razones.
- Tú misma lo dijiste, literalmente "Hay que intentarlo por todos los medios" (notese para el lector no avezado la cita textual de la segunda línea de este capítulo).
Así que nos casamos mañana mismo, que nos case Don Remigio por la iglesia y todo.
- Estoy muy seguro, no lo tenía claro, pero después de ver como está el mundo fuera... y solamente tú puedes salvarme de la "Jenny", estoy convencidísimo.
Julia sigue callada.
- Pero, di algo; sí, no, algo. No te comas el aro de cebolla, mujer, a ver si te vas a atragantar del susto. Podemos casarnos mañana mismo y celebrarlo en el Pub Melón, a mí me viene bien, lo único que me preocupa es que nos darán quince días de vacaciones en el trabajo...
- Pero, di algo.
- Algo.

¿Habrá boda? ¿Lo permitirá Jennyfer Van der Carola? ¿Tendrá Enrique que comprar otro anillo? ¿Irán de luna de miel a Transilvania? Quién sabe, los caminos de la improvisación son insondables.











domingo, 1 de julio de 2018

La casa primera

La casa,
el lugar que te recoge
y te acoge desde pequeño
que te conoce mejor que nadie
por tu orden y desorden,
ella sabe como sales
ella sabe como vuelves
lo que enseñas
lo que escondes.
Llega un momento
que se te queda pequeña,
tu independencia ha crecido
y buscas un estudio de 40 metros
para ser libre
y te llevas cuatro cosas
para no olvidar quien eres
pero apuesto lo que quieras
a que mentalmente vuelves
 a tu casa primera
donde el padre y la madre
donde el abuelo y abuela
donde tu hermano o hermana,
donde la tienda de chuches
de la señora Manuela.
A ese barrio de amigos
que a la vuelta de la escuela
podía ser New York City
el Bernabéu o Venecia,
 una escuela para bicis
 el taller para las motos
o el París de los portales
para novios muy formales,
la Pasarela Cibeles
cuando, con quince años,
salías rompiendo la calle
vestidita de laureles.
La casa primera,
habiendo sido feliz,
sigue siendo aquel fuerte
donde, además,
iban los Reyes Magos a verte.