viernes, 6 de julio de 2018

De Melones -Capítulo XII- de Oncina

- ¿Desde cuándo invitamos a curas a casa, Julia? Si a nosotros no nos va ese rollo, ya decía yo que lo mejor es volver a nuestra casita; hogar, dulce hogar.
- Hay que intentarlo por todos los medios, Enrique, no perdemos nada.
- Perdone, sacerdote, ¿Cómo se llama usted?
- Don Remigio.
- Don Remigio, esparza bien al agua bendita por ahí, en ese techo, en ese... sí. Y aquí, donde el aire acondicionado.
- Esto sucede por todo el pecado que hay en nuestros días, hijos míos, hay que vivir según las reglas de nuestra madre iglesia. ¿Habéis formalizado ante los ojos de Dios vuestra relación?

Julia y Enrique se miran atónitos.

- Pues...
- La verdad es que no, sabe usted, es que no somos practicantes y...

El cura se da la vuelta con cara de pena.

- Ya, los tiempos modernos. Bueno, he acabado, ahora la paz de este lugar queda en vuestras manos. Que Dios sea con vosotros.
- Y con su espíritu-. Contestan a dúo acongojados.

La pareja se queda sola.

- Qué vergüenza me has hecho pasar, Julia, qué vergüenza.
- No será para tanto, chico, si me has contado que estudiaste en los Salesianos, bien que sabías lo de su espíritu. A cambio de un sermón nos ha bendecido todo el apartamento, de arriba a abajo, hasta ha regado las plantas ¿ves?
- Falta les hacía.

De repente a Enrique se le alumbra una bombilla en su cerebro y una idea loca prende en sus circuitos neuronales, una idea de la que puede que se arrepienta toda la vida.

- Julia, me he decidido -. Hinca la rodilla en el suelo y pide matrimonio. Así, sin ensayar ni nada, a lo loco.
- ¿Querrías casarte conmigo? No tengo anillo, pero puede servir este aro de cebolla, ya sabes: contigo pan y cebolla.
Julia lo flipa en colores, se queda muda mirando al horizonte. Como ella no habla Enrique sigue argumentando sus razones.
- Tú misma lo dijiste, literalmente "Hay que intentarlo por todos los medios" (notese para el lector no avezado la cita textual de la segunda línea de este capítulo).
Así que nos casamos mañana mismo, que nos case Don Remigio por la iglesia y todo.
- Estoy muy seguro, no lo tenía claro, pero después de ver como está el mundo fuera... y solamente tú puedes salvarme de la "Jenny", estoy convencidísimo.
Julia sigue callada.
- Pero, di algo; sí, no, algo. No te comas el aro de cebolla, mujer, a ver si te vas a atragantar del susto. Podemos casarnos mañana mismo y celebrarlo en el Pub Melón, a mí me viene bien, lo único que me preocupa es que nos darán quince días de vacaciones en el trabajo...
- Pero, di algo.
- Algo.

¿Habrá boda? ¿Lo permitirá Jennyfer Van der Carola? ¿Tendrá Enrique que comprar otro anillo? ¿Irán de luna de miel a Transilvania? Quién sabe, los caminos de la improvisación son insondables.











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