jueves, 9 de febrero de 2012

Al Capitán Rodrigo Malaventura.




A Sotaveto un velero navega
entre gigantes olas y bruma,
a plomo recoge las velas
entre golpes de mar y de espuma.

En busca va de su amada,
el Capitán que lo gobierna,
su perla, llamada Escarlata,
lo espera en lejana tierra.

¡Mirad el cuadrante del cielo!
No ansiéis luchar con las olas,
haced caso a la Rosa del Viento,
que de amor vuestra nave zozobra.

Recogeos en serena bahía
evitando el embiste marino
que, aunque sois de sangre bravía,
aún os queda un largo camino.

Que el sol os guíe en fortuna
para esa tierra lejana alcanzar,
mi señor, Capitán Malaventura,
y el rostro de vuestra amada, besar.




Mi Capitán, de esta hermosa manera, replicó mis humildes versos a su persona:


Grande honor me hacéis, Señora,
hinchando mis velas con Vuestros versos
que recojo en mi como los besos
de los que una sirena es autora.

La mar es una mujer provocadora,
es hermosa hasta sorber los sesos,
presta a reclamar nuestros huesos
si perdemos la rosa orientadora
y llevarnos a destino siniestro.

Un nombre izaré en la arboladura
que, como a un niño el maestro,
sea el faro en mi singladura,
¿Cual es el nombre? diréis,... el Vuestro.

Capitán Rodrigo Malaventura.



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