domingo, 1 de diciembre de 2019

Pasando factura



Serían la dos de la madrugada cuando comencé a sentirme mal. Me encontraba en casa. Nada de llegar de fiesta y llevar dos copas de más o algo por estilo. Simplemente noté que el corazón literalmente daba saltos y me costaba respirar. Me puse muy nerviosa, mentalmente intentaba controlarme para no agravar mi estado pero no había manera. Llamé a un taxi que vino a recogerme y me llevo al hospital que le indiqué. Entré por la puerta de urgencias.
-Socorro que me muero.
-¡Un médico, por favor!
Inmediatamente me sentaron en una silla de ruedas y me llevaron a un box donde comenzaron a hacerme preguntas. Me tomaron la tensión, me miraron las pupilas, me hicieron un electrocardiograma, una placa de tórax y una analítica. La atención fue excelente, no tengo queja.El hecho de que fuese un hospital privado supuso que el tiempo de espera para ser atendida se redujera muchísimo. Creo que es la única ventaja con respecto a la sanidad pública.
Después de estar casi dos horas allí, mejoré. Me inyectaron algo que me calmó y dejé de sentir esa presión tan angustiosa en el pecho. Por fin pude sentir que esa noche no me iba a morir.
El diagnóstico que me dieron fue que había sido un ataque de ansiedad. Así, sin más.
Antes de marcharme pasé por administración a dejar mis datos y el nombre de mi compañía de seguros.
A los dos días me llaman por teléfono:
-Hola, buenos días. Fulanita de tal?
-Sí, soy yo.
-Le llamo de su compañía de seguros, tenemos constancia de que usted estuvo el día X en el servicio de urgencias de uno de los hospitales que tenemos concertados.
-Sí.
-Bien. El motivo de la llamada es que tiene pendiente una factura de 4000 euros.
-¿Cómo? Se equivoca, señorita, yo estoy asociada a la mutua médica que usted representa. Tengo mi tarjeta de cliente/paciente y no he hecho más que hacer uso de uno de los servicios que tengo contratados.
-Sí, pero debe usted saber que no nos pidió autorización previa con lo cual usted ha actuado por propia cuenta y riesgo. Así que debe abonar en el plazo de treinta días los gastos generados por esa atención médica o de lo contrario, muy a nuestro pesar, esto pasará a manos de nuestros abogados.
-Vamos a ver, señorita, yo acudí a a ese hospital medio muerta. Tomé un taxi, que no tenía porque haberlo hecho puesto que para eso está el servicio de ambulancias que también tengo cubierto con SU compañía que y religiosamente pago cada mes. Y el cargo de ese desplazamiento fue a mi bolsillo.
¿Que no pedí a autorización para ser atendida? Naturalmente que no. ¿Me está usted diciendo que si yo voy conduciendo y choco contra una farola y me atraviesa el cuello, tengo que llamar y pedir autorización para que me atiendan?
¿Me está usted diciendo, señorita, que ahora mismo me da un infarto y tengo que llamar a ese teléfono y pedir autorización para que me atiendan en el hospital?
Señorita, me está usted diciendo, que si ahora mismo me pasa un camión por encima y me deja los ojos colgando ¿tengo que llamar a ese teléfono y pedir permiso para que atiendan?
Habrán momentos para pedir autorizaciones, no digo yo que no, pero en una así que se te va la vida por la boca ¿ va usted que pedir permiso para que la atiendan? Pero es que estamos tontos o qué.

La cosa quedó ahí, no pudo rebatirme más. Se desestimó la factura y no volvieron a llamarme.

Qué buitres insensibles. Lo que hace la pasta, buagggg.

Cualquier parecido con la realidad no es coincidencia.