domingo, 3 de mayo de 2020

Miedo



Trajo el viento una semilla
-cálido viento en septiembre,
estación donde comienzan
los trigales a encenderse-

Fue a caer sobre mi mano,
yo se la entregué a tu tierra
y los dos la alimentamos
hasta que brotó en la era.

Iban creciéndole hojitas
tan verdes como esmeraldas
-porque tu tierra es bendita,
porque mis manos son de agua-

Al verla espigar tan hermosa
nos sorprendió un algo extraño:
Tuvimos miedo a la rosa,
amor que sangra en las manos.

Y en la tarde tormentosa
con el cielo por caer,
sesgamos amor y rosa,
por miedo a verlos crecer.


Llévame contigo al mar



"Qué puedo hacer si te quiero,
si de tu nombre me acuerdo
cada vez que me despierto.
Si olvidarte, ya no puedo,
aunque me cueste el aliento"


Te conocí una mañana,
tú venías desde el puerto,
yo a la bahía bajaba
y quiso Dios que ese encuentro
mi vida entera cambiara.

Llevabas la red al hombro,
venías de la almadraba,
para el mar eras un lobo
para mis ojos, un Atlas.

Y al pasar junto a tu mano
y contemplar tu sonrisa
mi ser quedó hipnotizado
como por arte de ondina.

La red te ofreció la estrella
que me engarzaste en el pelo:
Es para ti, mi sirena,
dijiste sin titubeo.

Sin tener culpa la estrella
quise esquivar ese gesto
y al darme la media vuelta
se me enredó en el cabello.

Cerró el círculo de presa
tu corazón lisonjero.

Las caracolas cantaban
y susurraban dulzonas.
Algo iba cortando el aire
con alas de mariposas.

Cada noche una fogata
nos encendía la Luna,
sí, mi amor, mi lirio de agua,
febril, lumínica y pura.

Volviste de nuevo al mar,
pasión de los marineros,
yo te quería alcanzar
con las ondas del pañuelo
que lloraban soledad,
marino de mis anhelos.

Guardado celosamente,
el miedo, veta profunda,
desbarató los dinteles
de mi templanza madura.

Regidas por un mal viento,
una formación de bocas
iba desgarrando el puerto.
Gritaban las caracolas,
yo les pedía silencio.

Marché hasta la última piedra,
aquella que el mar bañaba.
Con arañazos de fieras
nereidas desesperadas
no daban siquiera tregua
a que mi voz te nortara.

Sin guarda quedó la noche.
Los ángeles descansaban
y el mar imantó en su cauce
nombre, amor, estrella y barca.

No quiero ver más el mar
sino entregarle a su hambre
mi cuerpo y mi soledad.
Y volver a enamorarte
vestida de agua y coral.
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