Trajo el viento una semilla
-cálido viento en septiembre,
estación donde comienzan
los trigales a encenderse-
Fue a caer sobre mi mano,
yo se la entregué a tu tierra
y los dos la alimentamos
hasta que brotó en la era.
Iban creciéndole hojitas
tan verdes como esmeraldas
-porque tu tierra es bendita,
porque mis manos son de agua-
Al verla espigar tan hermosa
nos sorprendió un algo extraño:
Tuvimos miedo a la rosa,
amor que sangra en las manos.
Y en la tarde tormentosa
con el cielo por caer,
sesgamos amor y rosa,
por miedo a verlos crecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario