Acabo de ver que ya no estás. Una parte de mí se va contigo.
Os quiero a rabiar, mis queridos amigos, mi querido Monosílabo.
Siempre de por siempre siempre en mi corazón.
Cuidaros mucho, por favor.
Como el trigo sediento en verano clama al cielo la lluvia divina, yo deseo tu cuerpo de ondina; tu delirio de hermosa mujer. Mal tortura la mía, lo admito, calentura del alma que muere a la espera del beso que quiere y que nunca ha podido tener.
No contemples mis años pasados, no te empeñes sumando los surcos; son productos de tantos amurcos que la vida me dio sin razón. Los embates del toro canalla que me hicieron perder alegría cosechando fatal apatía, y lograron matar la pasión.
¿Qué tendrán nuestros tiempos pasados que al amor no le pasa facturas ni renuncian vivir aventuras, ni aminora sus ansias de amar? ¿Qué veneno nos mete en las venas que nos hace sentirnos chiquillos construyendo grandiosos castillos aunque sea flotando en la mar?