lunes, 30 de enero de 2012

Al Labriego.

Entre campos de tierra planea
el pensamiento ronco del labriego,
árida vida, ¡qué sol, qué ralea!,
armazón de hierro, de alma espliego.

Y sufre por la lluvia que no llega,
y llora por el sol cuando no cesa,
tierra viva que te entierra...
semilla que él entierra porque viva.

Su espalda es frontera del descanso,
sus hombros el pilar de su fortuna
y sus manos agrietadas la ternura
donde yace la caricia del esposo.

El campo lo llama, él lo escucha
y  a contentarlo va, en la alborada,
dándole de beber  agua, la que él suda,
 campo y labriego, esperanza encadenada.