miércoles, 16 de enero de 2013

Ataque en vuelo.

En la oscuridad de la noche escuché el sonido ronco de sus motores. Se acercaban, planeaban en bajo vuelo hostigando la apacible calma de aquel momento.
¡Ya están aquí!, ¡cerrad puertas y ventanas! - grité con voz angustiosa-.
La última vez que sufrimos un ataque parecido terminé en la enfermería; no fueron heridas mortales, pero me dejaron importantes cicatrices.
Demasiado tarde, ya no quedaba otra opción que el contraataque. La ofensiva era inminente, el avance del enemigo no permitía el perdón.
Recurrí a las nuevas tecnologías y encendí la lámpara mágica. Hipnotizados por el halo de luz desviaron su rumbo hacia aquella trampa mortífera.
Los aviones quedaron electrocutados en un chasquido de alta intensidad, cayendo en barrena al suelo. Las bajas fueron cuantiosas.
Misión cumplida: La noche de verano continuó con su apacible tranquilidad y sin zumbidos.




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