lunes, 25 de noviembre de 2013

Querido inerte.

Cuán parecidos somos los dos; tú, ahí, eternamente esperando, no lo quieras disimular, a los dos nos han abandonado.
A ti te dieron la vida a golpe de cincel y martillo, a mí también, querido inerte, a mi también. Cada golpe que recibí me construyó, como a ti, me dio forma y carácter, me empujó a salir al mundo, y ya ves, insigne inerte, a los dos nos abandonó quien nos dio la vida.

Los dos descansamos sobre un pedestal, el tuyo de mármol frío para igualar tu temperatura; el mío de cartón, para regular la mía. A ti te acompañan las palomas, a mi un gorrión, mi perro, y no digamos la plaza que compartimos, expuestos los dos a las miradas, con un mismo fin, querido inerte, que no nos olviden.
Verdad es que, cuando nos mira la gente, piensa en nuestro pasado y que, posiblemente, si estamos aquí es porque lo merecemos. Yo lo noto más que tú, se distinguir la intención que hay en una mirada.
En fin, querido inerte - ahora habla en voz alta y, haciendo un esfuerzo, se levanta del suelo- me marcho, si hay algo que soporto peor que tú es el frío, la lluvia y el hambre.
Vamos Gorrión.

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