jueves, 25 de diciembre de 2014

Cuando el corazón se hace poema

Cuando en soledad vas sintiendo pasos,
vas oyendo risas de tiempos pasados,
cuando la añoranza llega en ojos claros
y la eternidad tiene el pelo largo...
todo se descubre de un modo distinto;
vuelven los aromas, recuerdos de antaño,
vuelves a sentir de nuevo las manos
y aquellas palabras que abrigaron tanto.

Regresa la infancia con todos sus trasgos,
abriles de luz, diciembres de cantos,
eneros de ensueños, veranos dorados,
septiembres que fueron principios de año.
Ahí me demoro, sin prisa al presente,
y voy escogiendo los bellos recuerdos.
Algunas tristezas aún quedan latentes
quedaron sin darse millones de besos.

Y yo que quisiera ¡no puedo hacer nada!,
todo se marchó, como viento y agua,
y de algún lugar alguien viene y dice: tu no tengas pena...
y en mi corazón nace este poema.




Autoconsuelo, debiera haberlo llamado. En memoria de cuando mi familia estaba entera, cuando la casa estaba llena y nunca piensas que algún día pueden faltarte algunos de ellos y aunque lo pienses no te lo crees, pero el tiempo te hace tragar con todo.


 

viernes, 19 de diciembre de 2014

La poda

Las espadas mecánicas han entrado en el parque y un sinfín de ramas vencidas yacen por los suelos.
Tan grandes los árboles, qué indefensos en su caída, hay savia derramada por donde se mira.
Anoche estuve pensando en los pájaros que lo habitan, desahuciados de sus ramas favoritas: los gorriones, las tórtolas, los estorninos y hasta una ardilla. Buscando, los imagino, un hogar nuevo donde poner el nido, y la ardilla, cruzando carreteras, tan viva...¡quién te mandaría cambiar el campo por la villa!
Los abuelos comentan, preocupados, ¡ en los bancos no habrá sombra en el verano!
Orgullosas, levantadas, seis almenas han ganado en la batalla, ¡seis palmeras!
Queda el parque mudo, desolado. Dice el jardinero que andaba muy cargado y que en breve, brotarán retoños nuevos, tornarán las avecillas en su vuelo, y la ardilla, si es buena venturada, volverá, escogiendo la más alta de las ramas.
Qué sin gracia hay en el parque, tanto tronco desnudo, el cielo azul es más grande, en tanto, el verde, más menudo.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Canción del marinero

A mi, que soy marinero
y cambio tierra por mar
dejando unos ojos trigueños
a la deriva, sin par,
no decidme qué es la pena,
mi corazón lleva sal
y cuando el ancla se eleva
en la hora de irse ya,
se disuelve entre mis venas
y entonces me hace llorar.
Luego las olas me acunan
queriendo esa pena frustrar,
se levanta blanca espuma,
mi barco parte la mar
y me enfrento al horizonte
que me llama sin cesar.
Después se acerca la noche
con su vertiente de cal,
que la estrellas me escuecen
si a mi lado ella no está,
se filtran rayos de Luna
en mi cama de metal;
añoro su piel aceituna
cada rato un poco más.
A mi, que soy marinero
no decidme qué es llorar,
que hay olas que se han formado
por mi nostalgia en la mar.







lunes, 15 de diciembre de 2014

Entre sueños

Entre sueños yo sentía
el murmullo de una flor,
el sonido de las olas
dentro de mi corazón.
Los suspiros de la brisa,
de las nubes el vapor,
el temblor de las estrellas
y la Luna alrededor.
Y entre sueños le pregunto
al inmenso cielo azul
¿quién me manda todo eso?
Le pedí que fueras tú.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Las gafas de Salmonete



Había un lugar dentro del agua lleno de rocas, allí estaba la casita de Salmonete. Las olas, sobre todo cuando hacía viento o había tormenta, chocaban fuerte y fuerte contra aquellas rocas, pero sus habitantes estaban acostumbrados a ello. Salmonete era de color rojo y tenía algunas pecas blancas, también tenía unas pequeñas aletas, pero muy fuertes, así como la cola, y era tan fuerte precisamente porque siempre estaba nadando contra las corrientes que hay debajo del agua. La verdad de la verdad es que se lo pasaba pipa. Tenía muchos amigos y no precisamente de su misma especie, qué va, se llevaba muy bien con la sepia Rosita, con el pulpo Fernando, con la estrella Roqueta y el caballito Eduardo. Neptuno, que es el protector de los mares, estaba muy contento de ver lo bien que se llevaban todos.
Un día lo que le ocurrió a Salmonete, debido seguramente a tanta agua en los ojos, es que comenzó a ver mal, él notaba que no enfocaba bien las imágenes, pero no quiso decir nada. Sus amigos se dieron cuenta de ello, sobre todo, el día que Rosita cumplió un año. Ella se había adornado la cabeza con una caracola, iba tan presumida con su peineta cuando Salmonete le dijo:
-Rosi, te ha salido un grano en la cocorota.
Sus amigos se echaron a reír y Rosita se enfadó; Salmonete se marchó un poco triste y avergonzado.
Todo el grupo lo persiguió llamándolo, lanzándole burbujas para que se de detuviera, pero el pececito, a pesar de que volvió la vista atrás, no se detuvo. El pulpo dio un salto grande y se colocó delante suya cerrándole el paso.
-Salmonete, no te enfades con nosotros, nuestras risas no han sido con mala intención, es que nos ha hecho mucha gracia lo que has dicho y Rosita ya no está enfadada. Vamos a hacer una cosa, le diremos a tu madre que te lleve a la consulta del doctor Delfín, él sabe mucho y seguro que da con la solución de lo que te pasa, ¿crees que no nos hemos dado cuenta de que no ves bien? Recuerda el susto que nos diste el otro día, cuando estuviste a punto de comerte aquella gamba que llevaba un anzuelo. Los camarones con los que nos alimentamos llevan cáscara, no están pelados, pero no lo distinguiste. Así que no estamos dispuestos a que nos mates de un susto.
-Es verdad, veo mal.
Salmonete y su mamá visitaron al médico del mar. Don Delfín le miró los ojos de cerca, de lejos, del derecho y del revés, le hizo unas pruebas visuales para ver si distinguía la vieira de la almeja, el calamar del chipirón, (son parecidos pero de distintos tamaños) hasta que dio con el problema y la solución.
-Este peciño (pez-niño) necesita lentes y ahora mismo le voy a preparar sus gafitas.
Abrió Don Delfin un cofre que guardaba entre las algas desde ni se sabe cuando y sacó de su interior unas gafas de bucear que un día se encontró. Después cogió un coral afilado y recortó el cristal a medida de los ojitos de Salmonete. Ahora faltaba ponérselos y para ello cogió dos chapinas deshabitadas que estaban enterradas en la arena del fondo y recortó su centro dejándolas como dos aros, ahí incrustó los cristales. Ya sólo faltaba unirlo todo y para ello sólo le hizo falta unas cuantas algas, y anudadas en su cabecita, se las colocó. ¡Y qué guapo iba Salmonete!
Ni las gafas tenían superpoderes ni Salmonete era un héroe por llevarlas, pero desde que veía bien, gracias a ellas, no sabes la de cosas que descubrió, como por ejemplo el placton, que son unos seres minúsculos y entre otras cosas son alimento de las ballenas, también distinguía la sombra de las gaviotas cuando sobrevolaban por encima del mar buscando peces para comer, en ese momento había que salir nadando a toda velocidad porque ellas se sumergen como torpedos en el agua en busca de su alimento; también había una cosa que le gustaba mucho y eran los bancos de sardinas, a él le parecían nubes plateadas que giraban todas a la vez como empujadas por un misterioso viento.
Pues ésta es la historia de las gafas de Salmonete o de Salmonete y sus gafas y desde que las lleva, él es quien le lee los cuentos a su abuelito.
Y colorín colorado....

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Pueblo blanco.

Pueblo Blanco, poema de Joan Manuel Serrat traído en la voz de Malú.

Colgado de un barranco
duerme mi pueblo blanco,
bajo un cielo que a fuerza
de no ver nunca el mar,
se olvidó de llorar.

Por sus callejas de polvo y piedra
por no pasar, ni pasó la guerra,
sólo el olvido camina lento
bordeando la cañada,
donde no crece una flor
ni trashuma un pastor.

El sacristán ha visto
hacerse viejo al cura,
el cura ha visto al cabo
y el cabo al sacristán,
y mi pueblo después
vio morir a los tres,
y me pregunto: porqué nacerá gente
si nacer o morir es indiferente.

De la siega a la siembra
se vive en la taberna,
las comadres murmuran
su historia en el umbral,
de sus casas de cal.

Y las muchachas hacen bolillos
buscando, ocultas tras los visillos,
a ese hombre joven
que noche a noche forjaron en su mente,
fuerte para ser su señor
y tierno para el amor.

Ellas sueñan con él
y él con irse muy lejos,
de su pueblo y los viejos
sueñan morirse en paz,
y morir por morir
quieren morirse al sol,
la boca abierta al calor, como lagartos
medio ocultos tras un sombrero de esparto.

Escapad gente tierna
que esta tierra está enferma,
y no esperéis mañana
lo que no te dio ayer,
que no hay nada que hacer.

Toma tu mula, tu hembra y tu arreo,
sigue el camino del pueblo hebreo
y busca otra luna,
tal vez mañana sonría la fortuna.
Y si te toca llorar,
es mejor frente al mar.

Si yo pudiera unirme
a un vuelo de palomas,
y atravesando lomas
dejar mi pueblo atrás,
juro por lo que fui
que me iría de aquí,
pero los muertos están en cautiverio
y no nos dejan salir del cementerio.