sábado, 22 de octubre de 2016

Un brillo en la oscuridad

Su piel era tan delicada que no podía recibir los rayos del sol; esa sensibilidad le producía picores en la piel y molestias en los ojos.
Incluso en los días nublados tenía que salir a la calle con protección y esto le obligaba a permanecer casi en una constante penumbra.
-Mamá, ¿porqué me ha tocado ser así? soy diferente a todos mis amigos, ellos pueden salir a la calle a jugar y no les ocurre nada, y sin embargo, yo no.
-En la vida hay muchas cosas que no podemos elegir, hijo mío. Nos vienen dadas por el azar, pero debemos aceptarlas de la mejor manera y aprender a vivir con ellas.
No todos somos iguales, es cierto, pero cada uno de nosotros, seamos como seamos, somos igual de importantes y especiales.
-Voy a contarte una historia,-dijo su madre acomodándose en su regazo.
Un día, en la sabana de África se reunieron unos cuantos animales y discutían entre ellos porque cada uno decía ser el más importante.
-Yo soy el más poderoso de la selva, -decía el león. Con un rugido mío todos se estremecen, soy el más temido.
El elefante que estaba a su lado le replicó: -yo soy mejor que tú, tengo una memoria prodigiosa; jamás olvido una senda por la que haya caminado, así pasen muchos años.
Las gacelas se reían - ¿y eso para qué sirve? nosotras somos las más veloces, además de esbeltas somos tan rápidas que cuando corremos apenas tocamos el suelo.
-Si estáis hablando de quién es el mejor, no dudarlo más, soy yo -dijo el cocodrilo muy serio.
-Yo domino mi territorio tanto dentro como fuera del agua...¿alguien duda de mí?.
De repente se escuchó una vocecita:
-yo también soy importante, tanto como vosotros.
Todos miraron a su alrededor para ver de dónde procedía esa voz, pero no veían a nadie más.
-Heyyy, estoy aquí, en el árbol.
Miraron hacia arriba y vieron un pequeño cuerpecito.
-¿Y tú quién eres?-preguntó una gacela.
-Os estaba escuchando y yo también pienso que soy la más importante.
-¡Tú!, dijeron al unísono, pero si eres tan pequeñaja que apenas se te ve, y rieron.
-Bueno, si no me creéis os lo puedo demostrar. Volved a este mismo lugar cuando la bola amarilla caiga y se vaya el color.
Así lo hicieron todos, cuando llegó la noche todos se reunieron bajo el árbol.
Esperaban inquietos para ver que iba a ocurrir, pero allí no aparecía nadie.
-Me parece que se ha reído de todos nosotros, dijo el elefante.
Aquí no hay nadie más que nosotros.
De repente, en medio de la oscuridad, se encendieron unas lucecitas muy brilantes que flotaban en el aire. Se movían entre todos ellos como si fuesen estrellas que habían bajado del cielo.
Eran ellas, las luciérnagas.
Todos los animales quedaron asombrados, jamás habían visto nada así, tan bonito.

¿Quién era mejor?...nunca se supo, cada uno de ellos era valioso e importante, pero al mismo tiempo diferente y especial.

El pequeño se quedó dormido con una caricia en la mejilla y un beso en la frente.

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