Lo quiero como al aire que respiro,
sin darme cuenta que tan dentro de mí llegara;
me he acostumbrado a nombrarlo entre suspiros,
y entre silencios que para mí, ya son palabras.
Y lo he forjado a fuego vivo, candela clara,
razón inquieta, -logaritmos del corazón-,
iluminándome con su presencia cada mañana
y al mismo tiempo, entiendo menos la solución.
Que alguien me diga,
-si es que lo sabe-,
¡que alguien me diga!
-por compasión-,
cuál es el códice,
cuál es la clave,
¡cuál es la regla del buen amor!