martes, 21 de mayo de 2013

Al sol no hay que ir de noche. (relato infantil)

Esa era la idea que rondaba por las cabezas despeinadas de aquellos cuatro chiquillos que hacían cuentas y planes, sentados como los Sioux en la alfombra. Tenían muchas cosas en común: iban al mismo colegio, eran amigos y pertenecían al grupo de rodillas del mismo color, el de la mercromina; señal inequívoca de los porrazos que tras el ayy, el uyyych ¡sóplame mamá!, sanaban sin dejar rastro.
Ya observaron por dónde se escondía el sol, era por la parte del descampado que había detrás de la casa de Pablo. Ahora faltaba preparar las mochilas y decidír el día.

Faltan tres días para mi cumple -dijo Pablo. Podemos irnos ese tarde por que estaremos los cuatro juntos. Lo voy a celebrar en mi casa, pero sólo después de la tarta es cuando podemos irnos, ¿eh?
Jolines, claro tío, cómo vamos a irnos sin cantarte el cumpleaños felíz  -añadió Juan-.
No digas tonterías, -dijo Pablo-  sabes que con ocho años ya no se soplan velas.
Eso porque tú lo digas, - replicó Manolo-, mi abuelo tiene por lo menos ochenta y cinco y las sopla
Bueno, ¿tu que dices, Vicente? - pues que sí, pero que no te voy a poder llevar un regalo, mi padre no cobra hasta final de mes.
Eso da igual, yo no lo hago por los regalos, -contestó Pablo-.
Bueno, vamos a ver que nos llevamos para el viaje.
-Yo voy a coger la linterna de mi hermano, tiene una manivela que le das vueltas y se enciende, así no hacen falta pilas -habló Manolo- y también sus gafas de sol de la nieve, ¡son molonas!.
¿Y tú, Vicente?
- Yo me voy a llevar una cantimplora, los prismáticos, una bolsa de madalenas, la gorra de Scooby Doo y unos calcetines de repuesto, me sudan los tachines y allí hará mucho calor.
-Vale, yo me llevo el mapa, la brújula, la máquina de hacer fotos y una libreta, hay que tomar notas, tenemos que traer algún recuerdo, ¿no?- dijo Juan-
Yo me llevo los  bocatas, -añadió Pablo-, una bolsa de madalenas será poco. Le voy a decir a mi madre que prepare muchos, que tenemos mucha hambre. ¿De qué los queréis?
-De nocilla, de salchichón y de queso.
-Ah, y de mortadela.
-Bueno pues ya está, el día 17 a las cinco y media en mi casa.

Mercedes tenía todo listo aquella tarde. Ya solo faltaba esperar que Pablo volviese del colegio. Vistió la mesa con un mantel de papel de colores, unos globos sujetos a la lámpara del techo aumentaban el ambiente festivo y unas risas infantiles le avisaron que ya se acercaba la pandilla; el sonido del timbre lo confirmó.
Fue un goteo de invitados lo de aquella tarde. Fueron llegando sus amiguitos hasta bien dadas las seis y media y la casa se llenó de papel de regalo, risas y formalidades, éstas últimas en el momento en que los carrillos de la cara eran ocupados por la merienda.
Y después del encendido y apagado de velas, pidieron permiso a las mamás para bajar al parque.
Permiso concedido bajo advertencia de no salír de allí.

Una vez en la calle se dirigieron al descampado en fila de a dos. Pablo y Juan abrían paso con la brújula, que decían saber interpretar, pero más bien era un artilugio para darle importancia a la misión. Se encaminaron al horizonte por donde el sol comenzaba a bajar y apresuraron el paso.
Aquel terreno estaba lleno de setos espinosos, piedras y desniveles que lo mismo les hacían caminar como hormiguitas, de lo lento que iban cuesta arriba, que coger carrerilla cuesta abajo.
La cantimplora no tardó mucho en salír de la mochila, el azúcar de la tarta empezó a darles sed.
-Hey, mirad esto- dijo Vicente. Los tres chiquillos se detuvieron para observar un lagarto verduzco que los observaba encima de una piedra. -Vamos a tomar nota-, sacaron la libreta y anotaron:
El primer ser extraño que encontramos es de una especie desconocida; pensamos que debe tratarse de un capitán lagartija....-¡no!, pon mejor que es una cría de cocodrilo- ideó Juan. Le voy a hacer una foto, van a flipar los del cole.
El lagarto salió corriendo por el destello de flahs. -Veremos si no hay problemas- dijo Pablo, creo que se ha sentido atacado, como avise a su equipo y vengan a por nosotros...
Continuaron el camino. Un poco más adelante habían unos arbustos de escasa altura, pero la suficiente para llamar la atención del equipo, sobre todo cuando vieron aquellas ramas agitarse suavemente. Giraron, entonces, veinte grados Este para llegar a ellos y con una caña que encontraron apartaron las ramas para ver qué había allí. Manolo sacó los prismáticos, los fue pasando silenciosamente al resto del grupo y tomaron nota:
El segundo elemento es un ser de ojos saltones, dientes largos (dos) y grandes orejas. Pensamos que se trata de un oso conejero.

Sin darse cuenta apenas, fue cayendo la noche. El sol se les escapó con tanta toma de notas e investigación.
De repente, a sus espaldas, comenzaron a encenderse unas luces que se dirigían hacia ellos. Aquellos halos de luz en movimiento de izquierda a derecha, se les acercaban cada vez más y decidieron sacar la linterna con manivela y corresponderles en son de amistad, con las mismas señales. Manolo, además, se colocó las gafas molonas de la nieve para impresionar a aquellos seres. Eran valientes.
-¡Aquí están! -se escuchó decir-
¡Hablan nuestro idioma! - dijo Vicente-
Un grupo de policías los abordó y con ellos, cuatro madres desesperadas.

Después del interrogatorio, abrazos, besos, achuchones y reprimendas para más tarde, los niños contestaron:
Si sólo queríamos ir al sol...pero no nos ha esperado.








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