No me acostumbro a la paz
ni me acostumbro a la guerra,
al calor, a la ventisca
al fulgor de las estrellas,
al mar rompiendo en las rocas,
al murmullo y la ceguera.
No me acostumbro al silencio
ni a estarme parada y quieta,
no me acostumbro a los años,
a ignorar lo que quisiera,
al amor, al desengaño
ni siquiera a la tristeza.
Sólo tengo por costumbre
creer que la vida es bella,
que detrás de alguna esquina
esperan gratas sorpresas,
que siempre es demasiado pronto
para tenderse a morir
y que si un camino se cierra
por otro se puede seguir.
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