Te acercas a mí, temeroso e inquieto,
como quien se sabe a punto del pecado
y degusta el sabor de esa delicia
sabiendo que ante todo habrá triunfado.
No discutiré contigo las caricias.
Los besos tendrás que provocarlos
y entonces, seré yo, y a quemarropa,
quién te devolverá gustosamente
quién te devolverá gustosamente
todo el placer de darte por ganado.
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