sábado, 30 de noviembre de 2024

 Tu nombre, mamá, lo decía todo: Salvadora. 

Te has ido, pero estoy llena de ti. Me siento como un cachorro que no encuentra a su madre y la busca en el olor de su ropa, de su almohada. Nuestras manos estuvieron juntas en el momento de tu entrega a Dios, tuvo que ser así, conseguiste que ese momento sucediera de esa forma porque me conoces mejor que nadie y sabes que necesitaba estar contigo también en ese momento, me esperabas y estuve. Si algo puede minimizar el dolor de tu pérdida ha sido eso. Si algo puede reconfortarnos a mi y a tus nietos es eso, saber que trascendiste en paz, en tu casa y al calor de tus nietos Pablo y Laura. Nos has enseñado mucho más de lo que imaginas, contigo hemos aprendido que el sobrenombre de amor es Salvadora. Que nos quisiste con locura y que ha sido recíproco lo sabemos, pero el tiempo y las cosas que pasan no se detienen ante esas consideraciones, avanza y nos traspasa con su propia naturaleza.

 Los que nos quedamos tenemos que traspasar ahora el dolor de perder al ser querido, a tí, mamá, y no es fácil, pero hay que hacerlo para poder continuar el viaje.

Gracias por todo y tanto abuelita, mi Salvi preciosa; mi amor. Has sido la viva muestra de que la bondad, la compasión, la ternura y honestidad sí existen en este mundo, he podido verlo en tí con mis propios ojos.

Tranquila mamá, todo va a estar bien. Descansa cielo mío.





sábado, 6 de abril de 2024

Ignorancia

 Cuando yo era pequeña observaba a mi abuela,

en las tardes tediosas de calor y cigarras,

componer poco a poco, con ovillo de hilo

y ganchillo metálico,

flores que iban creciendo a tenor de sus dedos.

Sus rodillas cansadas por el tiempo y la artrosis

descansaban un rato

entre giros de manos y recuento de puntos;

dormitaba a momentos, despertaba, y a obrar,

dominando la hebra.

Nuestro amor se engarzó más allá de su vida;

yo ignoraba que hacía otra flor en mi pecho

cuando en brazos del sueño los ojitos cerraba.