sábado, 23 de abril de 2016

El comodín del silencio

Uno de los requisitos que le pidieron para ejercer aquel trabajo era la discreción y que lo que allí escuchara, allí quedara. Aceptó sin ninguna contrariedad, vamos, con lo que le había costado encontrar aquel empleo...cuanto menos, aquella norma de la casa le pareció una menudencia.

Servía las mesas con mucha corrección, amabilidad y prestancia pero el hecho de que no pudiera comentar ni con los compañeros los disparates que la gente habla no quita que los escuchara.
Aquella mañana se sentaron a la mesa dos hombres vestidos elegantemente, pidieron para el almuerzo dos copas de vino que regarían un par de entrecots en el paladar y natillas de postre.

Entre el ir y venir de la mesa a la cocina, de la cocina a la barra evidentemente el oído no se duerme por lo que sin poder evitarlo escuchaba fraccionadamente la conversación.

-Ayer me llegaron los caballos, tres pura sangre de raza árabe.
-Tengo que verlos.
-Vente el domingo a la finca y pasas allí el día. Tráete a Irina ahora que tu mujer está de viaje- una sonrisa maliciosa firmó sus palabras,
-Oye ¿cómo te lo montas para que nadie sospeche? eres un bribón.
-Lo mismo que tú, a ver, ¿cómo has encontrado esa perla del Báltico? ¿no ha sido...entre bambalinas? Pues yo igual sólo que, a ti, te van más los bienes carnales y a mi los terrenales.
Soltaron ambos una carcajada al unísono.

El camarero regresó a la barra, a la espera de que algún cliente requiriera ser atendido; apoyando el codo sobre el mostrador guiñó un ojo al barman que en ese momento secaba las copas con un paño impoluto y aquel, levantando un poco la barbilla, le hizo la presentación:
-Son el alcalde y el concejal de cultura de la provincia vecina, vienen muy a menudo a comer y el jefe muy contento que está con el dinero que se dejan.

El camarero guardó su pacto de silencio pero sopesando muy pensativo, al final se dijo para sí, -- Uff..no...que me ha costado mucho encontrar empleo.





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