Recorre por la dehesa
caminos de polvo y tierra,
entre los pinos y encinas,
entre las verdes maderas
y van cantándole al aire,
un estribillo que alegra,
un soniquete meloso
cargado de sutileza.
Entre murmullos sonoros:
Himno para una princesa.
¡Ay niña de negros ojos,
morita de piel canela!,
si yo pudiera abrazarte,
¡si te tuviera a mi vera!,
te levantaba un castillo
con torreones y almenas,
dónde sólo entre el amor
y sea defensa de penas.
Niña morena, salada,
de yerbabuena te hicieron,
a falta de oro y plata,
¡ébano y marfil te dieron!.
Ya la dehesa se acaba,
ya se respira tu aliento...
Y dicen de la mar, que es brava...
¡quiénes tus ojos no vieron!.
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