Trajo el viento una semilla,
cálido viento en septiembre
estación donde comienzan
los trigales a encenderse.
Fue a caer sobre mi mano,
yo la entregué a tu tierra
y los dos la alimentamos
hasta que brotó en la era.
Iban creciéndole hojitas
tan verdes como esmeraldas,
es tu tierra bendita,
son mis manos de agua.
Y al verla espigar tan hermosa
nos sorprendió un algo extraño,
tuvimos miedo a la rosa,
¡amor que sangra en las manos!
Y una tarde, fría y lluviosa,
con un cielo a medio caer,
arrancamos amor y rosa
sin dejarlos, por miedo, crecer.
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